Los mensajes de varios lectores
interesándose por mi salud y extrañados por mi silencio en este blog me habían
movido a escribir nuevamente. Ya tenía listo el artículo, que giraba en torno a
lo sucedido ayer en el transcurso del encuentro con la Prensa en La Moncloa.
Los lectores antedichos, y tal vez otros, quizás hayan observado que he venido
distanciando mis escritos, progresivamente, desde los mandatos de José Luis
Rodríguez Zapatero, de infausta memoria. Y es que yo no soy David, pero "ellos" sí son Goliat. Yo sólo soy un modesto periodista que se esfuerza desde los doce
años por describir la realidad tal como la ve, valiéndose de la palabra. Fue
entonces cuando mi padre —mi maestro en todo después de Cristo— me compró la
Olivetti Studio 45 que conservo como oro en paño. Me imagino que el escritor de
la RDA que protagoniza el filme “La vida de los otros” haría lo mismo con la máquina que escondía bajo el parqué para que no la descubriese la Stasi.
Me he ganado la vida, durante
treinta y tres años (sí, nuevamente la coincidencia con el Redentor),
intentando, con diversa fortuna, hacerme con la verdad y transmitirla. No digo
que fuera fácil. Pero sí que nunca fue tan difícil como ahora. Y desde el
tsunami de 2008, vivo de mis ahorros, siempre en peligro por la voracidad
absorbente de quienes ya sabemos. De ese fruto de mi trabajo y del de mi esposa
dependen mis tres hijos, cuyo futuro está hoy más comprometido que nunca.
Mi oficio, como ustedes saben —aunque
en general esto parece formar parte de la ignorancia cuidadosamente fomentada
por oleadas de políticos demagogos— actúa sobre un alambre que sujetan dos
postes: el derecho a la información y la libertad de expresión. Nuestra
Constitución habla de ello. Desde que González perdió las elecciones, allá por
1996, y sobre todo desde que Aznar revalidó su mayoría haciéndola absoluta en
2000, la maquinaria demoledora de la izquierda no ha hecho sino rondar esos
postes. Aprovechó el 11-M, y venció. Ahora está aprovechando la pandemia y…
Ante la posibilidad de que los
postes no resistan, al menos el de la libertad de expresión, he decidido no
seguir peleando contra Goliat. Quienes me siguen saben que me encanta el (buen)
cine. Recurro, pues, al socorrido elipsis con fundido en negro. En mi tierra,
hace muy poco que la “acción sindical” también lo aplicaba para llevar a los
hogares andaluces su protesta en la televisión autonómica por lo mal que lo
estaba haciendo la derecha, frente a los casi cuarenta años de paraíso
socialista. Anuncio, pues, a mis amigos, que, al menos mientras dure este
estado oficial “de alarma”, con sus monitorizaciones, sus fiscalizaciones y sus
sanciones, estarán libres de mis cantinelas. Y después, ya veremos.
En todo caso, mi corazón les
queda agradecido y mi mente rendida ante su admirable fidelidad.
Ah, y por si hubiera dudas: ¡Viva España!