El Partido Popular tenía en sus manos el gobierno de Extremadura. No había ganado las elecciones —el PSOE había sacado muchos más votos— pero por aquello de la distribución de escaños había empatado. Lo tenía todo. Y por no ceder una pequeña parte se queda sin nada. ¿Ustedes lo entienden? Yo tampoco. Si no me falla la calculadora, 5 es un 15,15 por ciento de 33, que era la mayoría absoluta necesaria para la investidura de Guardiola como presidenta. VOX pedía entrar en el Gobierno extremeño. Eso es lo que entendía y entiende que habían expresado sus votantes. Obviamente, en una proporción adecuada a su representación. Si la Junta extremeña de Guardiola iba a tener, pongamos por caso, diez consejerías, VOX tendría entre una y dos. Razonablemente, y dado que era la llave necesaria, optaría por dos. Eso era lo importante. Pero el PP le ofreció, sí o sí, sólo la Presidencia del Parlamento regional. Por si alguien sigue pecando de ingenuo, hay que recordar que las presidencias parlamentarias sólo sirven para moderar las sesiones, y no siempre, ya que a menudo el titular se ausenta y ocupa su lugar un vicepresidente. A la hora de la verdad, quien toma las decisiones es la Mesa, donde están representados los principales grupos en función de sus apoyos electorales y que suele ser objeto de arduas negociaciones. El PP quería que VOX estuviera ausente de la Mesa. ¿Se imaginan a un presidente de la asamblea con una mesa detrás condicionando sus escasas prerrogativas y sin que nadie de su partido abogara por él? Y por supuesto, de presencia en el Ejecutivo, nada de nada.
Este Partido Popular de nuestras culpas está cayendo, como si fuera un pardillo, en la gran trampa que Sánchez tendió el 29 de mayo. Aquel día volvió a desafiar las reglas del juego (él puede) y llevó a cabo una jugada magistral: No dar tiempo a la oposición para pactar. Ésta ha sido la clave de su estrategia, bien madurada para el caso, histórico ya, de que la izquierda perdiera las municipales y autonómicas. Y le está saliendo bordada. Salvo en Valencia, donde el PP local se ha adelantado —aquí todo se fía a la velocidad, como en el fútbol— a la torpeza sospechosa de Feijoo, las cosas se están poniendo muy difíciles de cara a las alianzas gubernamentales nacidas del 23-J. Eso era exactamente lo que perseguía Sánchez. Y el ala preponderante en el PP está haciendo lo demás, enarbolando banderas ideológicas de la izquierda para “defenderse” de VOX. ¡Qué pena!