jueves, 22 de junio de 2023

JUSTO LO QUE SÁNCHEZ BUSCABA

Pongamos que tú tienes veintiocho euros y necesitas cinco para poder pujar en subasta por un cuadro que quieres y que llevabas mucho tiempo pretendiendo. Yo tengo exactamente esos cinco euros; somos amigos y te los ofrezco a cambio de que el cuadro lo podamos disfrutar ambos. Acepto, como es obvio, que la pintura luzca en la galería de tu castillo, pero a cambio te pido que me dejes disponer de su contemplación durante una cantidad habitual de tiempo que a tí te parece excesiva. No te voy a privar del cuadro ni un minuto; sólo te reclamo poder compartir su belleza. Pues bien, con tal de no dejarme ni un momento de acceso estable a la obra de arte, toda para tí, prefieres quedarte sin cuadro. “Como no te quiero conmigo, me quedo sin nada”, me dices. A mí eso me suena a rabieta infantil.

El Partido Popular tenía en sus manos el gobierno de Extremadura. No había ganado las elecciones —el PSOE había sacado muchos más votos— pero por aquello de la distribución de escaños había empatado. Lo tenía todo. Y por no ceder una pequeña parte se queda sin nada. ¿Ustedes lo entienden? Yo tampoco. Si no me falla la calculadora, 5 es un 15,15 por ciento de 33, que era la mayoría absoluta necesaria para la investidura de Guardiola como presidenta. VOX pedía entrar en el Gobierno extremeño. Eso es lo que entendía y entiende que habían expresado sus votantes. Obviamente, en una proporción adecuada a su representación. Si la Junta extremeña de Guardiola iba a tener, pongamos por caso, diez consejerías, VOX tendría entre una y dos. Razonablemente, y dado que era la llave necesaria, optaría por dos. Eso era lo importante. Pero el PP le ofreció, sí o sí, sólo la Presidencia del Parlamento regional. Por si alguien sigue pecando de ingenuo, hay que recordar que las presidencias parlamentarias sólo sirven para moderar las sesiones, y no siempre, ya que a menudo el titular se ausenta y ocupa su lugar un vicepresidente. A la hora de la verdad, quien toma las decisiones es la Mesa, donde están representados los principales grupos en función de sus apoyos electorales y que suele ser objeto de arduas negociaciones. El PP quería que VOX estuviera ausente de la Mesa. ¿Se imaginan a un presidente de la asamblea con una mesa detrás condicionando sus escasas prerrogativas y sin que nadie de su partido abogara por él? Y por supuesto, de presencia en el Ejecutivo, nada de nada.

Este Partido Popular de nuestras culpas está cayendo, como si fuera un pardillo, en la gran trampa que Sánchez tendió el 29 de mayo. Aquel día volvió a desafiar las reglas del juego (él puede) y llevó a cabo una jugada magistral: No dar tiempo a la oposición para pactar. Ésta ha sido la clave de su estrategia, bien madurada para el caso, histórico ya, de que la izquierda perdiera las municipales y autonómicas. Y le está saliendo bordada. Salvo en Valencia, donde el PP local se ha adelantado —aquí todo se fía a la velocidad, como en el fútbol— a la torpeza sospechosa de Feijoo, las cosas se están poniendo muy difíciles de cara a las alianzas gubernamentales nacidas del 23-J. Eso era exactamente lo que perseguía Sánchez. Y el ala preponderante en el PP está haciendo lo demás, enarbolando banderas ideológicas de la izquierda para “defenderse” de VOX. ¡Qué pena!

sábado, 3 de junio de 2023

LA FRASECITA DE LA ABUELA

“Si algo nos va a salvar van a ser ellos.” Tenor literal. “Ellos” son los de VOX. Los más avisados habrán identificado a la autora de la frase. Era periodista, ya muy mayor cuando pronunció esas palabras, en el curso de una entrevista para ok diario realizada en 2019. La concedió con la condición de que se publicara después de su muerte. Pero lo dijo, y no rectificó. Se llamaba Menchu Álvarez del Valle. Fumaba como una descosida, sin hacer caso a los consejos de su nieta, cuyo marido era más tolerante, teniendo en cuenta la edad de la abuela aquel 7 de diciembre de 2019, un mes después de las elecciones generales que dieron como resultado el Gobierno al que ahora quedan dos meses mal contados. Menchu Álvarez había sido toda su vida locutora de Radio Nacional de España en Asturias, y cuando concedió la entrevista en cuestión vivía en Ribadesella, adonde iba de vez cuando la Familia Real española a echarle una vuelta. Sí, la abuela lo era de la Reina Doña Letizia, por parte de madre.

En honor a la verdad, la abuela matizaba que no todos los líderes de VOX le gustaban. Principalmente simpatizaba con Santiago Abascal; otros le parecía que hacían las cosas “regulín”, y hasta habló de “miedo”. Pero la conclusión era la que encabeza este artículo, nada menos. Cualquiera puede oírlo de su boca porque la entrevista está colgada en Internet en versión audiovisual.

En aquel momento, no habíamos llegado, ni de lejos, a donde estamos ahora. Sánchez nos había asegurado que dormía tranquilo, pero ya había hecho de las suyas, y lo que se anunciaba desde Podemos o desde el golpismo catalán no debía dejarle dormir a la abuela de la Reina muy apaciblemente.

La actualidad de esa frasecita hace de ella un vozarrón de ultratumba para una España aún profundamente dividida pero que despierta a ojos vista. Y sobre todo es un zamarreón al partido que reflotó el pasado domingo para que no actúe, en el fondo, igual que el autócrata de La Moncloa. Si yo viniera de las tinieblas del bosque y me encontrara en un claro con un compañero de viaje más bajito que yo, lo último que haría es invitarle a volver a la espesura y quedarme solo con mi estatura. Porque podemos ser muy altos, pero cuantos más ojos amigos dominen mis espaldas, menos probabilidades tendré de que me doblen las rodillas y me vaya al suelo. El PP no debe olvidar nunca que la especialidad de Sánchez —y de algunos de enfrente— es la traición. Nuestra fragilidad es siempre la retaguardia, como ocurría en el colegio cuando formábamos en las filas y nuestro compañero de atrás nos metía las rodillas en las canillas. ¿Recuerdan la sensación de indefensión? Con VOX a su lado, vigilante, el PP dominaría 360 grados. Solo y expuesto además a las puñaladas propias, tiene el peor flanco descubierto. Está muy bien mirar al futuro. Eso da esperanza. Pero siempre está mejor hacerlo tras haber asegurado que la barbarie en la que ha incurrido el Gobierno de España durante estos tres años y medio no volverá.