No me gusta alardear de lo que no
soy. Por eso, no voy por la vida de profeta, como hacen otros colegas del pulverizado
gremio periodístico. Pero cuando uno da en la diana, es legítimo presumir. El
pasado 9 de enero publiqué un artículo titulado “Susana Díaz y la caza mayor”
que algunos leyeron con sorpresa, pues parecía quebrar mi bien ganada fama de
reaccionario. Recomiendo a quien aún conserve algo de paciencia indulgente
hacia los profesionales de este oficio que localicen el escrito en mi blog (“A
carta cabal”). Ahí verán por qué me las doy de algo todavía en este mundo. Que
Susana Díaz apuntaba alto desde hace años no era ningún secreto para nadie. Imaginar
cómo se proponía escalar era ya más complicado. Y asomarse a su entorno
inmediato —la Triana profunda— para comprender algunos resortes de su
popularidad estaba sólo al alcance de quienes nos pateamos la calle con
curiosidad, espíritu crítico y mente observadora.
Escribí aquel artículo movido por
un hecho fortuito, dentro de lo que cabe: haberme cruzado con ella, su marido y
su hijo aún bebé por una acera de la calle Evangelista un domingo por la tarde,
sin que hubiera nadie más a nuestro alrededor. Hechos tan triviales mueven a un
periodista mínimamente atento a trenzar y volcar reflexiones como las que dejé
entonces negro sobre blanco.
Siete meses y pico más tarde, el
24 de agosto, publiqué otro artículo, titulado “Ballesteros de caza menor” en
el que daba un paso para esclarecer el camino que se abría a Díaz, gran
conocedora de la importancia que en estos culebrones de largo alcance tiene
saber poner los cimientos más próximos, que son los locales. El misterioso caso
del tal Ballesteros quedaba recompuesto a base de investigar en Internet los
pasos previos en la agrupación Centro del PSOE sevillano. Si les apetece,
tienen aquel trabajo también en mi blog. Un detalle: la que se autoproclama única autoridad del PSOE en el momento actual, Virginia Pérez, a la que no dejan entrar en Ferraz después de negar legitimidad al bando de Sánchez, es, además y antes que la principal colaboradora de Díaz en el partido, secretaria general del PSOE de Sevilla, a la sazón dirigido por el presidente de la Diputación que ha adjudicado a Ballesteros el puesto de gerente en el Consorcio de Aguas (70.000 euros anuales). Ustedes mismos.
Ahora, la granada ha estallado,
desbrozando el sendero de hojarasca para que Susana Díaz, lo reconozca o no de
momento, encuentre su sitio… en la política nacional, a la que ellos llaman
federal. En círculos más restringidos, de amigos por wasap, he ido más lejos,
hasta poner a la trianera del Tardón en la Moncloa. No me atreví, lo confieso,
a darlo a la imprenta (digital). Por ahora, la batalla está presentada entre
los partidarios de la democracia asamblearia, tan parecida a la que propugna
Podemos, y los que todavía creen que el orden sirve para algo. A los primeros
se les ve cada vez más el plumero: son muchos —no todos, obviamente— los estómagos agradecidos que llevan cinco años
esperando volver a gozar de las prebendas del poder dependiente del Gobierno de
España. El mismo Sánchez carece de amparo laboral. Por eso los entiende muy
bien y pelea hasta lo inconcebible por conseguir que sean las masas —180.000 de
46 millones— las que decidan. Los otros, los que intentan defenestrarle y
detener la deriva anarcoide, saben que el PSOE o es bipartidismo o no es nada.
Así ha sido desde la transición (tal vez antes) y así será hasta que Dios
quiera, porque los españoles son así. Luego está Bruselas, el BCE, los
presupuestos generales del estado de los que cuelgan los autonómicos y los
municipales (con su reata de empresas públicas, mancomunidades y consorcios
como el de Ballesteros) y las ayudas europeas que penden del hilo del déficit
público. Pero todo esto es más técnico, demasiado para que influya en el voto
de los 180.000 militantes que pueden decidir el futuro de los otros 46 millones
de ciudadanos.
El fruto maduro cae por su peso.
Lo que está ocurriendo con la izquierda española no es sino consecuencia de nuestro
gran mal: la mala educación recibida por generaciones de ciudadanos desde que
el socialismo se apoderó de ella. Si hacemos cuentas, los podemitas son ya
hijos de esa deformación basada en el igualitarismo. Tenían seis años o menos
en 1986, cuando Maravall, primer ministro de Educación de Felipe González, promulgó
la Lode contra viento y marea de la Concapa. Algunos lo recordamos muy bien. Se
habla mucho de la Logse, pero ésta no es más que el corolario de la Lode, donde
estaba la nueva planta y sobre todo el espíritu “innovador”, cargado de “cambio”
y “progresismo”, de la educación oficial en España.
Ahora, Frankenstein toma las
riendas del laboratorio, ha encontrado las llaves y sale a devastar cuanto
encuentra a su paso. Lo primero que halla es la vivienda de su “padre”
científico. La ha asaltado y se dispone a chuparle la sangre. Frankenstein es
Drácula. Sin nadie que le reduzca, acabará por hacerse el rey, como en el
corrido. Los separatistas ya andan dedicados al pillaje. ¿Será Susana Díaz la
cazadora que embride al monstruo? Ya les digo: no soy profeta ni falta que me
hace.