“Todo empezó un once de marzo… O
tal vez mucho antes. ¿Un 20 de diciembre? ¿2004 ó 1973? ¿Quién andaba detrás de
todo? ¿A quién beneficiaba cada uno de aquellos infiernos? Sabemos de cierto
quiénes cayeron. Al principio, un presidente del Gobierno que había creado los
servicios secretos para tiempo de paz. Mucho más tarde, casi doscientos
inocentes y muchos otros mutilados, de los cuales la mayoría no había nacido
aún cuando el magnicidio. Todos ellos fueron víctimas, selectivas las antiguas,
colaterales las nuevas, de turbios manejos que hoy, toda una vida después,
continúan.”
Se preguntarán de qué novela
histórica o audiovisual documental está extraído este fragmento. Les dejo con
la duda. Sólo diré que asistimos a un resurgimiento, y no precisamente de la
socioeconomía, aunque sí de un personaje mitológico, el amenazador Ave Fénix
que todavía campea victorioso intimidando a los viandantes en lo alto de los
edificios que fueron de la compañía de seguros así llamada. Lo asegurado en
nuestro caso podría ser la verdad, ésa que los interesados en que nunca aflore
siguen negando, gran coartada que les ha permitido, hasta hoy, chapotear en el
naufragio de la decencia.
Hasta hoy. Porque el paredón de
la mentira muestra evidentes signos de ruina. Todo apuntaba a que estábamos
frente a un búnker, blindado por la desvergüenza y ese vasto ecosistema de
encubrimientos mutuos que el exagerado corporativismo nacional ha ido forjando
durante décadas. Empero, según dicen los arquitectos que saben, hasta el
hormigón armado acaba presentando grietas. Quienes hemos cargado con la cruz de
ser tachados de “conspiranoicos” desde la primera sílaba de la primera pregunta
sobre el 11-M (¿por qué se desguazaron los trenes en tiempo récord?) no podemos
ni queremos sustraernos a la curiosidad que nos asalta cada vez que aquella
mañana trágica se hace presente a través de alguno de los cabos sueltos que
dejaron las “investigaciones”. No soy ninguna autoridad en la materia, pero he
leído bastante, cuidando de evitar las interpretaciones precipitadas o los
prejuicios. Y cada vez siento mayor inquietud. Circulan ahora por Internet los
papeles de Villarejo. Algunos. Ocho gigas, nada menos. Esas transcripciones de
los audios grabados por el “singular” ex comisario se van convirtiendo en la gran
hendidura en el muro de silencio impuesto sobre aquel principio de todo, el
once de marzo de 2004, cuando en cuarenta horas, y declaración de Rubalcaba por
medio alentando al primer gran escrache antidemocrático de sus huestes ante
Génova y otras trescientas sedes del PP, se dio un vuelco de media vuelta a la
voluntad popular expresada en las urnas. Si nos fijamos, después de aquello no
ha habido Gobierno de izquierdas fruto de unas elecciones libres, porque las
primeras que ganó Sánchez no le dieron mayoría suficiente y se celebraron bajo
la sombra de la manipulación que había seguido a una moción de censura espúrea
(traída por los pelos de una alusión marginal dentro de una sentencia
irrelevante y obra de un ponente alineado claramente con el PSOE); y la segunda
elección fue, como se encarga de recordarle una y otra vez en sede
parlamentaria Abascal, un puro fraude, la maquinación de un embustero que hizo
exactamente lo contrario de lo que prometió para ganar, y en horas
veinticuatro.
Ahora, el “espíritu” Zapatero se
empieza a encontrar con su propio fantasma. Perdidas entre la montaña de
conversaciones más o menos caóticas que Alvise Pérez —a quien nunca
agradeceremos lo suficiente su ingente labor indagadora, con grave riesgo
personal y en medio de la nada, es decir, con absoluta independencia— ha
“desclasificado”, hay alusiones recurrentes al 11-M. Tirar de la manta ha sido
siempre costumbre impertinente que se ha solido pagar cara cuando hay tantos y
tan ambiciosos intereses en juego. Los servicios secretos de todos los estados
no fallidos (¿el nuestro?) han procurado siempre situarse en el centro de ese
tira y afloja, sirviendo… ¿a quién? Estos días vemos que a varios señores. Y
cuando se destapan tales maquinaciones, los resultados son imprevisibles.
Tengo escrito aquí que los secretos de estado del Reino de España bien podían estar a buen recaudo del desierto, a muchos kilómetros de aquí, dirección sur/sureste. Su Majestad el Rey Don Juan Carlos (comunicado oficial de la Casa del Rey de hace unos días) ha estado en la Zarzuela unas pocas horas para varias cosas. Ha almorzado con su hijo, ha “aclarado” ciertos extremos con la Reina Sofía y ha recogido unos “papeles” que se había dejado en su casa cuando se exilió a los Emiratos. Bueno, me parece que no debe tratarse de sudokus. En todo caso, supongo que pronto sabremos algo más, o tal vez mucho más.