De todos es sabido que Andalucía firmó una página histórica
aquel 2 de diciembre de 2018, cuando nadie, empezando por el mismísimo Santiago
Abascal, apostaba en público por un vuelco electoral en la región que casi
cuarenta años antes había puesto fin a la carrera política de Adolfo Suárez,
dinamitando a su partido con aquel “Andaluz, éste no es tu referéndum”. Puestos
a hacer memoria, al tiempo que vuelvo a sugerir como en otras ocasiones la
consulta a Internet donde podemos encontrar una impagable foto de Susana Díaz
más semejante a Jannette que un anuncio de Coca Cola, demos otra gran zancada y
plantémonos en aquella competición por liderar el PSOE que siguió a la
defenestración, tan turbulenta como a la postre inútil, de Pedro Sánchez
aquella noche de cuchillos largos en Ferraz.
Sánchez, fiel al título de “su” libro, no perdió un minuto a
la hora de retomar el terreno perdido, empeño que finalmente le llevaría —por
desgracia, pero eso es otra cuestión— a la Moncloa. ¿Y a quién encargó la operación
de reconquista? Naturalmente, al más íntimo enemigo de su rival, Susana Díaz,
que era un antiguo miembro como ella de las Juventudes Socialistas de Sevilla,
concejal que a punto estuvo de ser alcalde si no hubiera intervenido “ella”
para evitarlo, y alto cargo del Gobierno andaluz con José Antonio Griñán de
presidente, que sin embargo la eligió a “ella” para sucederle. Me estoy
refiriendo, como algunos habrán concluido, a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis,
actual vicepresidente primero del Congreso de los Diputados, 51 años, sevillano
de la calle Alhóndiga, aunque su despertar político tuvo lugar en el mítico
Polígono de San Pablo y actualmente tenga su residencia hispalense en el no
menos legendario barrio de Triana.
Gómez de Celis fue el artífice de la inversión copernicana
que dio a Sánchez las llaves de la Secretaría General y, por ende, el acta de
diputado que le permitiría expulsar a Rajoy de la Presidencia del Gobierno para
ponerse él hasta llegar, vía dos comicios muy poco transparentes, a este cóctel
de socialistas, comunistas, anarquistas y separatistas que rige los destinos de
la Nación. Este animal político, que estuvo sólo cuatro años trabajando en el
mundo de la iniciativa privada, desplegó sus dotes de fontanero y le dio la
vuelta a la militancia, ciudad por ciudad, con paciencia cartujana y habilidad
jesuítica, hasta conseguir que el “fracasado” sanchismo se hiciera con las
primarias, es decir, con las riendas del partido primero y de España después.
Hasta hoy.
El 1 de marzo de 2017, Pedro Sánchez hacía pública la
designación de Gómez de Celis como coordinador de estrategia y comunicación en
su campaña para vencer, como así fue, a Susana Díaz (véase en este blog el
artículo sobre aquella noche fantasmagórica en la plaza de Santa Ana). ¡Cómo
sería la confianza de Sánchez en Celis que aquella misma tarde colgó el
siguiente “tweet”!: “Hace años que me une una gran amistad con Gómez de Celis.
Le doy la bienvenida al equipo para coordinar estrategia y comunicación.
Proseguimos!”. A lo que el recién nombrado contestó: “Gracias, amigo. Empezamos
en junio de 2013, continuamos para hacer un PSOE mejor. Fraternal y unido.”
De líder estudiantil —se graduó en Derecho— a vicepresidente
del Congreso, pasando por muchas cosas, entre ellas delegado del Gobierno en
Sevilla en 2018. Siempre entregado al marcaje de Susana Díaz. Ésta ocupa ya un
escaño en el Senado, que etimológicamente es la cámara de la senectud. Y un
dato: la última vez que Gómez de Celis optó por la Alcaldía de Sevilla,
adivinen ustedes quién amadrinó a Juan Espadas. Sí, “ella”. Ahora, Espadas,
tras un chusco sainete sobre si iba o no iba a ser candidato a la Junta de
Andalucía (en Moncloa debió escucharse alguna carcajada), pasa a compartir
techo —institucional, se entiende— con su antigua mecenas. Sánchez va
desbrozando el camino andaluz. En la Wikipedia no se menciona que el adversario
de la tardonera fue director de la Agencia Pública de Puertos de Andalucía bajo
su presidencia, aunque las malas lenguas decían que el único buen puerto que
procuraba era el de su mentor en la distancia.
El pasado viernes, día 17, cuando en Andalucía los tambores
de guerra electoral sonaban ya con inusitada intensidad, Alfonso Rodríguez
Gómez de Celis departía, muy concentradamente y más serio de lo habitual si
cabe, con otros altos cargos del PSOE andaluz en una terraza de Sevilla, frente
al Palacio de San Telmo. ¿Qué se cocía? Imaginen. Si el candidato socialista
para Andalucía es quien estamos suponiendo que será, los partidos de la derecha
deben tentarse la ropa. Como está archidemostrado, Sánchez no da puntada sin
hilo. Y si la función de esta criatura amamantada a los pechos del clan de la
tortilla (ya saben, la foto de los santones del PSOE sevillano en los pinares
alcalareños de Oromana) es movilizar al electorado que se confió y no llegó a
las urnas por dormir más siesta de la cuenta en las últimas elecciones… podemos
tener a proa otros cuantos decenios de cortijo en Andalucía. Ergo en España.