La Dirección General de Tráfico parece empeñada en acabar
siendo una dependencia más de la Agencia Tributaria. Lo último ha sido —algunos
ya nos lo temíamos— la ocurrencia de la señorita que la encabeza de multar a
los peatones que circulen a velocidad excesiva por la vía pública. Hace algún
tiempo que nos vigilan con helicópteros, amén de los ya tradicionales radares,
fijos y móviles. Aún está fresca la reforma que nos prohibe utilizar los
detectores —no inhibidores, lógicamente prohibidos desde siempre—, aunque
lleváramos años con ellos en la guantera, y bien caros que nos costaron. El
estreno más reciente quizás sean los tramos de velocidad controlada, ésos que
leen tu matrícula a la entrada y a la salida para calcular tu velocidad y que
te sancionan en segundos, vía León, donde Zapatero puso el centro nacional —aquí
sí hay centralismo— automatizado para que todo fuera sobre ruedas y los
presupuestos del Estado engordaran sin intervención humana alguna, como en la
Guerra de las Galaxias.
Y ahora, a por los peatones. En un delirio atentatorio del
idioma español, se habla en el proyecto de conducción temeraria del vehículo
(sic) y otras lindezas propias de la sutileza con la que la DGT suele
deslizarse. Cómo será la cosa, que el Consejo de Estado —donde Zapatero, Teresa
de la Vega y otros prohombres y promujeres de la cosa pública perciben
suculentos emolumentos— ha elaborado algo así como una invectiva entre
lingüística y física que equivale a una refutación airada, como hacían antaño
los curas con el exámenes descarados de los zoquetes.
En petit comité, hablábamos hace tiempo, al hilo del
"progreso" consistente en perseguir al conductor —o al fumador— de
que llegaría el día que nos cobrarían por respirar. Estamos en puertas, amigos.
Mientras tanto, pongan mucho ojo al hacer footing —algo que a mí, como objetor,
me revienta—, y supervisen bien el cacharrito del brazo, porque cualquier día
le escriben desde León, con membrete DGT, dándole un tironcete de orejas (y de
bolsillo) de nada. Para que aprenda, no vaya a ser que sea crea un peatón con
derecho a usar libremente sus piernas vehiculares.