domingo, 27 de enero de 2019

400 FAMILIAS, 200.000 EUROS, 75 TONELADAS…


Son algunos, pocos, de los datos que la Hermandad sevillana de Pasión destina a la caridad, según figura, al alcance de todos, en la revista Iglesia en Sevilla, número 189, semana del 27 de enero al 2 de febrero de 2019; es decir, la última edición. Como sospecho que doña Rocío Ruiz, flamante consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, no frecuenta las iglesias, le facilito estos datos porque en la página web archisevilla.org puede consultarlos. La Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Pasión creó en el año 2008 una fundación asistencial para ampliar las labores de la Diputación de Caridad. Así reza en la página 10 de la antedicha publicación. Intentaban los hermanos de Pasión “dar respuesta al mayor número posible de problemas sociales de nuestro entorno. Para ello necesitábamos allegar nuevos recursos tanto de instituciones públicas como privadas”. La movilización de estos hombres y mujeres que cada Jueves Santo visten la túnica de la Merced por las calles de Sevilla, dando testimonio de su fe en acto penitencial ha permitido multiplicar por cinco en seis años la acción y el número de beneficiarios, en buena parte sobre la base de la búsqueda de subvenciones.
Así como lo leen. De un cesto de servicios y ayudas sociales de 40.000 euros en 2011 se han sacado 200.000 en 2017. Del mismo cesto, que contenía 15.000 kilos de alimentos hace seis años, han salido 75.000 kilos. Pasión ayuda con lo básico a personas sin recursos o en riesgo de exclusión social integradas en 400 familias, presta auxilio a “instituciones que atienden a colectivos especialmente vulnerables”, ofreciendo aportaciones económicas a “personas en situación de pobreza, exclusión y marginalidad”.
Pero más allá de los datos, en un mundo en el que tantas estadísticas son manipuladas, está la dedicación personal, el voluntariado, “desde la creencia de que es posible transformar la sociedad y hacerla más justa con el concurso de personas que pueden entregar su tiempo, sus capacidades, su voluntad y su compañía a quienes lo necesitan”. Y ahí le duele, señora consejera. No sólo catalizan los donativos y las subvenciones para acercarlos a quienes lo necesitan, lo cual ya requiere a un “personal” desinteresado que hace posible el milagro, sino que en esto hay gente dispuesta a entregar su vida, día a día, por los demás. ¿Le suena, señora consejera? ¿Y por qué lo hacen? Continuemos leyendo en la página 10 de “Iglesia en Sevilla” lo que nos cuenta el hermano mayor de Pasión: “Como cristianos, debemos poner en la acción social algo más que dar, que es relativamente fácil; lo difícil es darnos a nosotros mismos. Ahí es donde reside la auténtica caridad cristiana. Todos los hermanos de Pasión y las personas que compartimos la fe y esperamos ser mejores cristianos estamos llamados a esta misión.”
  Y como obras son amores, tome nota, por favor, señora consejera: Pasión ha puesto en marcha un hogar para chicos procedentes de familias desestructuradas, “donde reciben no sólo casa y comida, sino, sobre todo, cariño.” Y, por si fuera poco, ha montado un centro para discapacitados psíquicos “con el que, además de ayudar económicamente, se comparten vivencias como excursiones o fiesta de Reyes”.
Pero no acaba ahí la eficacia solidaria de Pasión. “Abogados de la Merced”, la “estrella” del año 2018, es la manera que tiene la Hermandad de celebrar VIII centenario de la Orden Mercedaria. Su finalidad es “visitar a los encarcelados”, en sentido amplio, o sea, prestar asistencia, orientación y asesoramiento jurídico a los internos de cara a su reinserción social. ¿Le suena esto también, señora consejera?
Pero nada más lejos de la realidad pensar que todo esto ha envanecido a los cofrades. Nada de eso. “Deberíamos trabajar aún más por extender la acción de caridad y por potenciar eficazmente la formación cristiana. No es lógico que a las actividades de formación acudan tan pocos hermanos. Si las hermandades deben sustentarse sobre tres grandes pilares —culto, caridad y formación—, estos deben ser iguales en tamaño y potencia para sostener una verdadera hermandad de cristianos, para que, desde una vida de auténtica hermandad, seamos capaces de evangelizar con nuestras acciones.”
Añado yo: Un cristiano ha de ser ante todo, aprendiz de la misericordia divina. Por tanto, hemos de dar un margen de confianza a la señora consejera para que, con sus hechos y sus palabras, demuestre que aquellas otras palabras de antaño, estampadas negro sobre blanco y gravemente ofensivas para los cofrades, han quedado superadas por el tiempo y la rectificación. El caso de Pasión, con ser meritorio, no es, ni mucho menos, único. Tampoco es extensible a todas las corporaciones nazarenas, desde luego. Pero está ahí, es un hecho incontestable. Es la verdad. Mucho más veraz que aquel artículo lamentable por el que cualquier persona pública, que representa y se debe a una comunidad de ocho millones de ciudadanos, debería pedir disculpas claras, contundentes y lacradas con el marchamo de su conducta.
Digo yo.

viernes, 11 de enero de 2019

EL EXTRAÑO CASO DE LA "DERECHA EXTREMA"


Expresión ésta acuñada un no tan lejano día por el entonces presidente del Gobierno, como secretario general que era del Partido Socialista —tras varios intentos infructuosos de buscar un sucesor duradero a Felipe González—, José Luis Rodríguez Zapatero. No recurrió a ella en campaña electoral al inicio de su carrera hacia la Moncloa, probablemente porque no se vio urgido a ello ya que por entonces ninguna encuesta le presentaba como competidor para el delfín de Aznar. Pero aquellas bombas que todo lo cambiaron a bordo de unos trenes en el corredor del Henares transformaron las previsiones políticas del leonés y su percepción del arco parlamentario. La suya y la de la generalidad de los españoles. Lo que hasta entonces era centro pasó a ser, oficialmente, derecha, desplazando el fiel de la balanza hacia la izquierda. Aunque en realidad, todo había empezado mucho antes.
Y lo había hecho con esa identificación subrepticia entre democracia e izquierda de estirpe marxista en la que ha crecido mi generación, que es aquella del “Yo soy aquel negrito, del África tropical…”. Como por ensalmo, pero mediante unas tácticas demagógicas de eficacia irrefutable, la socialdemocracia logró en España lo que no había podido en el resto de la Europa occidental: que todo el mundo asumiese, subliminalmente, la “obligatoriedad” de sentirse igualitarista si realmente se quería un futuro participativo. Se borraron las diferencias sociales, salvo, claro está, la de los aparatos de los partidos, las nomenclaturas, esa clase superior que debía gestionar —controlar— con su gran ojo la democracia.
Con ZP este proceso alcanzó su paroxismo. Colocado en la Presidencia del Gobierno contra todo pronóstico y casi por un tétrico azar (algo similar, aunque mucho más dramático que la moción de censura de Sánchez), elevó la mitología dogmática del socialismo —lo que podríamos llamar “monopolio de la licitud”— a categoría de unanimidad entre los españoles, moviendo con más ahínco si cabe que hasta entonces el arco parlamentario hacia el “fin natural” de éste: la extrema izquierda. Pero nadie rechistó. El aborto pasó de ser una opción en tres supuestos (que nunca se habían vigilado) a todo un derecho, aunque se introdujera como tal en la segunda legislatura sin ir en el programa y aprovechando la mayoría absoluta. Por cierto, que aún aguardamos el fallo del TC. Y de ahí hacia abajo, todo fue coser y cantar para “normalizar” medidas que transformaron en pocos años la percepción de los ciudadanos con respecto a “lo que debía ser la política”.
Como decía, al final y a medida que la crisis mundial se cebaba con la vulnerable economía española, Zapatero fue introduciendo en el léxico habitual de la ciudadanía la expresión “derecha extrema”, y no la ubicaba fuera del arco parlamentario, sino en el partido de la oposición. Ahora, esa “derecha extrema” se ha desgajado de aquella oposición, en vista de la línea seguida una vez que el mencionado desbarajuste financiero desterró, provisionalmente, al PSOE del poder nacional, y los socialistas no han perdido un minuto en señalarla como encarnación de todos los males. Saben que, ideológicamente, esa “derecha extrema”, ahora “extrema derecha” según ellos, era, simplemente, la derecha antes de que ellos fueran forjando la idea, excelentemente asentada en la población española, de que lo “natural” es la izquierda. El fiel de la balanza ha basculado repentina y abruptamente en Andalucía a posiciones más centradas hacia la derecha, y eso, con lo que de ninguna forma contaba la izquierda, puede suponer el fracaso histórico del proyecto, lento y paciente pero firme, que puso en marcha la izquierda europea ya desde los estertores del mayo francés.
Asistimos, en cuestión de semanas, a una extraña mutación del lenguaje: lo que las primeras crónicas tachaban de “extrema derecha” con tintes nazifascistas, va siendo ya —casi 400.000 votos gravitan mucho— sólo “derecha radical” o meramente “derecha”, y eso quiere decir algo. Es un movimiento de fondo lo que está en marcha, la recuperación del libre albedrío, que brilla con luz propia frente al intento inconfesable de arrasar a la persona y ocupar el lugar de la conciencia personal con el peso laminador del estado omnipresente, aunque se disfrace de autonomías. Y esto no es derecha extrema, sino la emergencia de respirar en un país libre, convencido de ser responsabilidad confiada a cada uno de sus hijos.