jueves, 16 de octubre de 2025

EL DATO

Ocurrió durante la entrevista que Pablo Motos hizo a Susanna Griso en su programa, líder de audiencia, “El hormiguero”, de Antena 3 Televisión, el pasado martes día 14. Las sociedades de masas, a veces, registran hechos sorpresivos que son como grietas en la costra de mentiras en la que se ha convertido la llamada Opinión Pública al pasar a ser opinión publicada. Por ellas se escapan datos que revierten lugares comunes unánimemente aceptados; es decir, acatados. La Griso entró en la más candente actualidad, que ese día pasaba por el aborto, la bandera que la izquierda agita cada vez que se siente agotada y acosada por la corrupción. Se refirió, efectivamente, al uso que el Partido Socialista, hoy reducido al Gobierno de la Nación, estaba haciendo del “asunto” como lo que la verdad oficial aceptada por todo el mundo proclama: una tapadera de la corrupción. Pero el aborto es mucho más que eso. Y lo es antes que eso. La misma periodista dejó pronto de mencionar el aborto para asirse a la denominación legal, institucional y eufemística, la siniestra e hipócrita “interrupción voluntaria del embarazo”. Pero su instinto informativo superó, al menos por esa vez, a lo “políticamente correcto” y entró en el dato (ojo, que diría García): algún político le había confiado que de casi cinco mil médicos capacitados por llevar a cabo abortos en la sanidad pública, sólo estaban dispuestos a acabar con las vidas de los nasciturus ciento cincuenta. Hagamos cuentas, el 97 por ciento de los médicos españoles que podrían provocar abortos se niega a hacerlo. Y es que una cosa es defender tal operación y que la hagan otros y otra muy distinta aplicar las propias manos a la muerte de un semejante en crecimiento.

Naturalmente, el rábano se cogía por las hojas, y es que lo que importaba eran las listas de objetores, que es lo que había puesto sobre la mesa el Gobierno en una “rueda de prensa” (sin preguntas) monográfica celebrada por la mañana, tras el consejo de ministros. Listas sí, listas no. Esto era lo importante. Nadie se preguntaba por qué se hacían las listas y para qué. Ni siquiera se lo preguntó Susanna Griso, ni Motos a ella. Pero “el dato” quedó ahí, en el aire, y tras él, un silencio que en televisión resulta interminable siempre, pero que ante el calibre de lo dicho era como un cañonazo. Otro dato: tras la revelación, no hubo aplausos. Susanna Griso se mostró asombrada una y otra vez, llegando a la conclusión obvia: si sólo el 3 por ciento de los médicos estaba dispuesto a cometer abortos, ¿por qué se insistía desde las filas socialistas en obtener las listas de los objetores? ¿No sería más lógico que se facilitaran las de los voluntarios?

No. No hubo aplausos, y todo el mundo sabe, o debería saber, que en televisión los aplausos también son “programados” desde el control de realización. Si se fijan, este programa es, en realidad, una sucesión de ovaciones, que van actuando de cucharas para que la ración de estrellato entre con más fluidez y crée mayor satisfacción en el público que sigue las declaraciones. Es un modelo muy viejo pero muy útil, y lo será siempre porque se basa en la pura antropología. Pues bien, tras el bombazo del dato sobre el aborto, no hubo palmas. El mismo director se mostraba estupefacto y se le notaba indignado por haber sido, él también, engañado desde el poder. Y es que los médicos no quieren matar a los no nacidos. Se niegan, vaya, en una relación de noventa y siete a tres.

Las organizaciones pro vida harían bien en tomar buena nota del dato y de la sorpresa que crea en los profesionales de la información de máxima repercusión social. Esto sería insólito en la televisión que pagamos todos. En realidad, se escapó, como digo. Pero la verdad no sólo nos hace libres sino que se libera a sí misma de corsés y mordazas. El silencio volvió, es cierto. Pero el éter llevará ya siempre ese momento culminante, que ustedes pueden revisar tecleando “atresplayer”. Es muy reconfortante observar cómo, entre tanta tiniebla, la luz aprovecha cualquier resquicio para abrirse camino.