lunes, 26 de enero de 2015

PERIÓDICOS MALESCRITOS

Existe un  gran revuelo en torno a los supuestos restos de Miguel de Cervantes en las Trinitarias de Madrid. Con Cervantes ocurre como con Shakespeare, y en general con todos los escritores que han sido buques insignia de las letras nacionales en cualquier país: que todo el mundo los cita y son de sobra desconocidos. Empezando, claro está, por el guardia que suscribe.
Leo la noticia necrológica sobre don Miguel en los diarios digitales, o mejor dicho en las ediciones digitales de los diarios, que es cosa distinta. Y me sorprende tanto culto al tópico, tanta veneración de los aspectos más espectaculares de los asuntos culturales en un medio que se caracteriza por su monumental desprecio al lenguaje. Será por deformación profesional, pero lo cierto es que cada día me duelen más los ojos de fijar la vista en las erratas de todo tipo —sí, también faltas de ortografía, pero sobre todo de sintaxis, es decir de semántica— que "adornan" las páginas web de los periódicos con creciente y alarmante frecuencia y gravedad.
El factor "continuidad" que constituye el gran rasgo diferenciador de la Prensa electrónica ha desprovisto al producto de estabilidad, y con ella de ese respeto reverencial que la letra impresa inspiró siempre. Cuando se imprime en papel, eso queda, para bien o para mal, en las hemerotecas, y durante veinticuatro horas es imposible enmendar algún error de bulto. En Internet, todo tiene el valor no ya de lo efímero sino de los instantáneo. No quedan huellas, a no ser que, como yo, el curioso lector tenga a mano una cámara para inmortalizar el hecho mediante el consabido "pantallazo". Voy acumulando, como los antiguos hacían con los recortes, una colección de memorables deslices que dicen mucho acerca de la falta de atención que ponen mis colegas en su trabajo. O tal vez de la ignorancia. O de ambas cosas de consuno, que suele ser lo más habitual.
Las primeras mil veces, lo pasas por alto, en consideración a las prisas, de las que yo he sido también rehén durante toda mi vida profesional. Después ya digo, empieza a zaherirte más allá del nervio óptico, en el reino de los pensamientos, y eso me parece cada vez más sagrado, siquiera sea porque se va quedando desierto y porque en él radica la libertad personal.

En suma, más cuidado, compañeros, que a este paso lo que le falta por recorrer al sector hacia su cadalso lo váis a resumir en pocas —y muy mal escritas— líneas.

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