Rompo la cuarentena de silencio
que me autoimpuse tras el arrebato de verdad que nos transmitieron desde
Moncloa, pero sólo en parte. Un grupo de colegas y amigos, cuyos nombres bullen
en mi cabeza pero, obviamente, no voy a revelar, han decidido desafiar a la
censura, creando una especie de “club de opinión” bajo el seudónimo de
“Implícito”. Resulta evidente —al menos para quienes no andan perdidos en la
nube de tontuna que ha invadido el medio ambiente social— su juego semántico.
Implícito es como Tácito, o al menos se le parece mucho. Me ahorro aclaraciones
porque, insisto, confío en el nivel cultural de mis/sus lectores acerca de una
época histórica que cada vez se asemeja más a la actual, pero al revés. Ustedes
me entienden.
Los componentes de “Implícito”
van a “colonizar” mi blog y mi correo electrónico. De momento, sólo requieren
mi permiso, que les doy gustoso. Al fin y al cabo, es lo que me queda de mi
patrimonio inmaterial comunicativo. Eso, y las hemerotecas, que no es poca
cosa. A partir de ahora, “los otros” tendrán que monitorizar a un fantasma. Es
lo que tiene obstinarse en la libertad, agarrarse a ella como última tabla de
salvación. No podrán acusar a Ángel Pérez Guerra porque A.P.G. no está en
“Implícito”. O si lo está, es implícitamente, lo cual pone las cosas mucho más
difíciles a quien quiera rastrear a alguien utilizando pretextos. El salvaje
Oeste ya es otra cosa, pero se trata, precisamente, de evitarlo.
De modo que saludo a “Implícito”,
que utilizará mi “A carta cabal” pero no tendrá nunca personalidad física ni
jurídica, sólo periodística. Además, el tratarse de un “colectivo” le
proporciona cierta inmunidad frente a la izquierda, para la que tan querido es
el concepto. Habría que volver al Cuartel General de Burgos para llegar al
castigo de sus redactores. Y ni por esas. No obstante, “Implícito”, como
“Tácito” su sinónimo, será —no podía ser de otra manera— elegante, respetuoso,
hábil, agudo y libre. Todo eso en una coctelera da como resultado el más
sabroso néctar, la ambrosía de los seres soberanos de sí, que es de lo que se
trata. Al menos eso me ha prometido. Y yo confío en él/ellos.
Lo que no será —doy fe porque los
conozco bien— es nada alarmista. Ya saben.
Explicitamente bienvenidos
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