lunes, 7 de octubre de 2024

EL PAPA Y LOS SICARIOS

Su Santidad el Papa Francisco ha llamado “sicarios” a los médicos que practican/cometen abortos. El uso de las palabras marcan hitos en la Historia. Llamar sicarios a los sicarios no debería llamar la atención. Una persona que acaba con la vida de otra por encargo y a cambio de dinero es, según el diccionario, rigurosamente un sicario. Hay que presuponer que detrás de todo ello hay una mafia criminal. Fue el Concilio Vaticano II, tan encumbrado antaño y tan manoseado después, el que definió el aborto provocado como “crimen execrable”.  Ahora, un Papa que muchos vendían como progre y hasta comunista —puede que en parte lo sea— le echa valor al asunto y proclama algo que se desprende de cada página del Evangelio. Una obviedad, vaya.

Lo ha hecho, además, volviendo de Bélgica, tras una visita “de incógnito”, realizada sin pedir permiso expresamente para rezar ante la tumba del rey Balduino, aquel que abdicó durante tres días para no firmar la ley del aborto en su país. El esposo de la española Fabiola anda camino de los altares, no sólo por dicho gesto, claro está, sino por su vida edificante de fe, piedad y caridad en general. Y Bergoglio, que ha abierto el proceso de beatificación, ha desafiado las normas de los hombres, se ha plantado en Bruselas y ante las mismísimas narices de la Unión Europea y del Gobierno belga, ha rendido tributo de homenaje a quien fuera rey de los belgas. Luego, en el avión de vuelta, donde suele dar rienda suelta a sus bombazos, ha dicho a los periodistas lo de los sicarios.

Me separan de este Papa muchas cosas. Siempre he procurado mantener un respetuoso silencio ante las que entiendo que son sus salidas de tono. No soy quién para adelantarme al futuro y pretender erigirme en juez del Santo Padre. Ahora, sin embargo, se trata de elogiarle, y por supuesto que me echo a la arena con todas sus consecuencias. No recuerdo haberle oído, leído, emplear términos tan gruesos en otros temas que le preocupan mucho, como la ecología, la pobreza, los abusos o la burocracia vaticana, aunque los que más se les han acercado han sido los referentes a las migraciones o la guerra. Como digo, a menudo (casi siempre) sus declaraciones me parecen excesos verbales. En este punto, sin embargo —la masacre de niños no nacidos por intereses políticos o económicos— su voz me ha parecido profética. Naturalmente, las autoridades belgas se han apresurado a convocar al nuncio para expresarle su malestar. No sé cuántos no nacidos habrán sentido durante ese tiempo el malestar de ser despedazados o disueltos en soluciones (finales) salinas. La hipocresía eurocentrípeta no tiene límites.

Supongo que sus homólogos españoles, encabezados por el presidente y la vicepresidenta para respuestas a mociones de censura, así como la ex ministra autora de la vigente Ley de Educación y posterior embajadora ante la Santa Sede, no se mostrarán desde ahora tan devotos de una figura que ha vuelto a situarse, como sus mejores antecesores, del lado de los más indefensos, pobres e inocentes de los mártires.