martes, 12 de agosto de 2025

EL ROBOT QUE LEÍA LOS LABIOS

Me confieso permanentemente impresionado por la escena de “2001, una odisea del espacio” en la que un robot malintencionado lee los labios de los dos astronautas refugiados en una cápsula supuestamente segura de una nave espacial futurista. Los tripulantes traman un plan para eludir la opresión a la que está sometiéndoles el autómata, cuya inteligencia artificial ha superado a la de sus autores humanos. Pero olvidan que ese cubículo tiene una puerta provista de un “ojo de buey” de vidrio por el que se pueden ver sus rostros, es decir sus bocas. El robot aborta así las argucias que proyectan sus víctimas.

En Estados Unidos —todavía metrópoli del imperio tecnológico mundial, aunque cada vez más menoscabada por los chinos— acaban de aflorar unas estadísticas, eclipsadas por las referidas a la inseguridad padecida por la capital federal (igualmente dignas de un serial apocalíptico), que señalan cómo los jóvenes yanquis mejor formados padecen ya un índice de paro superior al general. Se trata de un hecho histórico sin precedentes en condiciones ordinarias. Particularmente llamativo es el desempleo que amenaza a los titulados en tecnologías, y sobre todo los informáticos. La era de los programadores como campeones del mercado de trabajo se tambalea. Claro que aún son los estudios de Antropología los que registran más infratrabajos. Pero el cambio de tendencia está ya ahí. ¿Culpables? Varios, como siempre, pero todo apunta a que es la Inteligencia Artificial “Generativa” (reconozco mi ignorancia al respecto) la que está detrás del fenómeno. La tecnología diseña ya tecnología hasta el punto de que no nos necesita. El género humano sobra en el mundo de los microchips. Y sobra ya. Son datos de la Reserva Federal de Nueva York, muy fresquitos (primeros de mes). En España los ha publicado elEconomista. Me lo pasa mi hijo, graduado en Administración y Dirección de Empresas, que por edad anda inmerso más de lleno que yo en la “polemática”.

Las cifras nos pueden llevar por mil caminos, ninguno especialmente venturoso. Yo ando anclado en la película de Kubrick, que ya tiene sus buenos 57 años, igual que la novela homónima de Clarke, aunque los orígenes se remontan nada menos que a 1948, cuando aparece el cuento inicial de la saga. Es, pues, un tema más histórico y filosófico que estrictamente tecnológico. Y es que el trasfondo de todo esto no es otro que la libertad del hombre. Ello es lo que anda en entredicho con la IA y otras zarandajas.

No obstante, la noticia de los jóvenes useños y su drama profesional-laboral nos sitúa en un punto de inflexión: el de reflexionar sobre si ha llegado el momento (algunos lo hemos asumido ya) de relegar la tecnología para que la tecnología no nos devore del todo. No pretendo esbozar un ensayo de calado que me sobrepasa. Pero creo que todos y cada uno estamos ante el reto, vital, de poner coto al consumo desaforado de una tecnología que, salvo casos de vida o muerte, no necesitamos y que resulta ya demasiado inhumana. Todo esto en la esfera de las decisiones personales. En el ámbito social, los políticos sabrán si quieren seguir suicidando a la Humanidad o coger por los cuernos el toro de una evidencia: que nuestras vidas han perdido calidad a raudales desde que para todo necesitamos un mediador tecnológico. Si los humanos no somos necesarios, mandarán sin duda las máquinas. Leyéndonos los labios que hoy son nuestros mensajes de wasap.

1 comentario:

  1. Sagaz e inteligente reflexión como todas las que haces

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