miércoles, 13 de mayo de 2015

LA REBELIÓN INTERIOR

El 6 de abril de 2014 tuvo lugar en el Parlamento europeo una votación aparentemente menor pero que encierra un significado muy alto en los tiempos que corren, al menos en España. Se proponía que los representantes de los ciudadanos comunitarios allí presentes decidieran, en vista de la situación económica por la que nos arrastramos desde hace demasiados años, viajar en clase turista en lugar de bussines. La cuestión no era en absoluto baladí, incluso materialmente, porque en primera el billete de cada diputado, ida y vuelta con Iberia de Barcelona a Bruselas nos cuesta 1.297 euros mientras que con Vueling clase turista nos sale por 150. Y recalco el pronombre por razones obvias. Mucho más si tenemos en cuenta que el importe del asiento en "bussines class" es equivalente al sueldo de un maestro durante veinte días. Bruselas sigue estando muy lejos.
De los cuarenta y tres diputados españoles en la bien nutrida Cámara votaron a favor los siguientes: Ramón Tremosa y Balcells (CiU), Rosa Estarás Ferragut (PP), Oriol Junqueras Vies (ERC) y Raúl Romeva i Rueda (Iniciativa). Curiosamente, los cuatro catalanes. Nadie del PSOE ni de IU ni del PNV ni de UPyD. Subrayo particularmente la valentía de la señora Estarás, que se desmarcó de la disciplina férrea de su partido, también en esto aprendiz del PSOE.
Estos resultados electorales deberían mover a reflexión a los votantes, ahora que se acerca la segunda cita con las urnas en lo que va de año y que nos disponemos a asistir de nuevo a la letanía pedigüeña de votos que ya resulta tan patética como el incumplimiento sistemático de las promesas. Quien suscribe, que no pertenece a otro planeta ni a otra nación ni a otra especie que los que me leen, le da vueltas y vueltas a la salida de esta espiral que el alejamiento entre la ciudadanía y los políticos va creando a velocidad exponencial. Y casos como el de esos cuatro diputados —un 9 por ciento del total— ofrecen ciertos retazos de esperanza. No debió de ser casual que la mencionada votación se celebrase en vísperas de las elecciones europeas, es de suponer que para dejar todo "atado y bien atado". Después entró Podemos, pero las mayorías no han aceptado nuevos debates sobre un tema tan deleznable.
La manipulación que los partidos hacen de la sociedad, al menos en nuestro inmaduro país, sólo tiene un escape: la rebelión interior. Da igual que sean pocos. Un puñado de ellos ha dado testimonio de coherencia y decencia en el Congreso de los Diputados desmarcándose de la pantomima popular en torno al aborto solicitado por menores. Creo que hasta el día en que los mismos cargos públicos de los partidos —ya sé que todo se lo deben a los dirigentes internos— antepongan su conciencia a la conveniencia. Ese día, que llegará, estoy seguro que llegará, la regeneración democrática será una realidad y la confianza del pueblo volverá a las instituciones, hoy por hoy ajadas y decaídas en un sopor de autosuficiencia y endogamia del que no salen porque saben que tienen a la sociedad en la ratonera del "o nosotros o la dictadura".

Sólo desde dentro tiene arreglo un problema creado desde dentro. Aún me queda algo del adolescente ingenuo que vivió la transición y fue testigo de sus luces y sus sombras. Ese mozalbete que nunca odió a Franco y siempre amó un futuro mejor, en concordia, justicia y participación pública, sería feliz, igual que sus hijos, si en los partidos hundidos en lodazales a los que hemos llegado surgieran voces y actuaciones que nos devolvieran la ilusión de votar. Ésa que el próximo día 24 volverá a estar ausente de nuestras vidas. 

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