Al fin lo han entendido. Parece,
que nunca se sabe. "El enemigo a batir es la abstención", ha dicho el
joven coordinador de la campaña del PP. Al menos parece que están empezando a
entenderlo, aunque sea ya muy tarde y ello no quiera decir que vayan a ser
capaces de corregir el rumbo.
Amigos y conocidos me preguntan
mi opinión sobre los resultados de las elecciones andaluzas y de las encuestas
que se van desgranando en este año santo electoral. Ven en mí al periodista que
siempre he sido, mal que les pese a algunos de los que se han cargado el
periodismo a base de ejercer de comisarios políticos. Como periodista "que
no duerme", y no como el profeta que no soy —y menos en mi tierra—, doy mi
diagnóstico. Insisto que no es un pronóstico, porque en este sentido uno está
lo suficientemente escarmentado.
Para sintetizar y empezar por el
final, creo que lo que se está produciendo en España es un cambio de bando de
la abstención. La población sociológicamente de derechas está cansada. El
último gancho recibido ha sido la traición general por parte del PP a los
grandes ideales que llevaban al electorado conservador hasta las urnas. El
votante fiel al partido anti-izquierdista es reacio a "movilizarse".
De ahí lo fundamental de cuidar ese voto como oro en paño. Exactamente lo
contrario de lo que ha hecho el Partido Popular de Mariano Rajoy desde que llegó
al poder con mayoría absoluta. Ya José María Aznar desperdició una gran parte
de la oportunidad histórica que le brindó la primera mayoría absoluta de la
derecha en la España democrática. Pero lo que ha hecho su sucesor se parece más
a un suicidio político colectivo que a otra cosa. La izquierda "pura"
—comunistas, para entendernos—se fue alejando de la urnas conforme la idea de
revolución democrática se fue desinflando bajo la égida de Felipe González.
Zapatero hizo lo que pudo por resucitarla, pero le cogió el dominó de Lehman
Brothers y perdió hasta los muebles. Y entonces, la derecha se encontró con su
gran baza: la abstención de la izquierda comunista y el cabreo de muchos
votantes socialistas.
¿Qué ha hecho Rajoy con todo eso?
Echarlo por la borda. Llevado por el miedo —ese gran truhán que malogra vidas y
naciones— se ha echado en los brazos del ala "progresista" de un
partido conservador. La cuadratura del círculo. Casi todo lo que ha hecho el PP
desde el 20-N de 2011 ha sido emular —o mejor dicho, imitar descaradamente— a
la izquierda social-comunista. Pero Podemos lo hace mejor, más
asambleariamente, más demagógica y radicalmente, con más pureza bolchevique y
un jugoso aderezo anarcoide.
En Andalucía, el PP, que ganó las
elecciones autonómicas anteriores al partido cortijero, ha perdido diecisiete
escaños. ¡Diecisiete! Y la encuesta del periódico felipista —y antipodemista— de
este fin de semana lo sitúa ya en el ámbito nacional como la tercera fuerza
política. De aquí a las generales, será, probablemente, la cuarta, rebasada por
Ciudadanos.
Es obvio que el voto conservador
no ha ido a Podemos ni al PSOE en Andalucía. Una parte habrá ido a Ciudadanos,
aunque si estudiamos su programa vemos que está más cerca de la izquierda que
de la derecha. ¿A dónde ha ido pues la papeleta de la gaviota que se ha
perdido? Ya digo: a la abstención. Entonces —se me repondrá—, ¿por qué ha
aumentado la participación? No es difícil darse cuenta. ¿Dónde estaban los
votos de extrema izquierda antes de Podemos? No desde luego en Izquierda Unida,
que no acababa de despegar. Estaban en casa. La abstención ha cambiado de
bando. Antes era roja y muy roja. Ahora es azul, y seguramente más azul que
antes.
La única "fuerza" que
ha apostado abiertamente por los valores de los que ha abdicado el PP es VOX.
Pero carece del apoyo juvenil e indocumentado de las redes sociales, del dinero
de partidos que ya tienen representación parlamentaria y de la simpatía de las
empresas mediáticas, que siempre invierten en el caballo ganador, aunque a
menudo se equivoquen. Por si fuera poco, VOX empezó con mal pie, designando
candidato a las europeas a un político de la vieja escuela que en cuanto perdió
la primera vez se quitó de en medio. Le queda Ortega Lara y poco más. Pero
seamos descarnadamente sinceros: ¿Quién se acuerda ya del héroe Ortega Lara?
Por supuesto, los que nacieron después del 90, y votan desde el 2008, apenas
saben ni quién es.
Ésta es la radiografía de lo que
está pasando, según este humilde servidor. Si se fijan, por primera vez desde
que las Cortes franquistas aprobaron la ley de reforma política de Suárez-Juan
Carlos, los parlamentos adquieren un color monógamo, que recuerda al de
aquellos de allende el telón de acero.
Y eso es lo que hay, amigos y
conocidos.
Feliz Pascua de Resurrección.
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