Hablemos de un acontecimiento reciente y significativo: la doble sesión de investidura del canciller alemán. Se habla mucho de las excentricidades, más o menos agresivas, del presidente Trump. La cultura dominante silencia, por el contrario, las salidas de pata de banco de otros líderes siempre que el mutismo beneficie a dicho estatus, el de la izquierda, claro. Lo sucedido en el Parlamento que sus enemigos incendiaron hace ya tanto, aunque no lo suficiente para que aquellos demonios dejen de danzar al igual que las llamas en la mentalidad colectiva de Occidente, es de opereta a primera vista, pero mucho más dramático en potencia. Que la solución a la traición ––una más pero más grave que las otras–– de los socialistas a la derecha moderada que ya no modera nada más que la persecución de la derecha efectiva sea volverse a reunir sobre la marcha para dejar que sean los pasillos los que resuelvan la crisis cuantas veces sea necesario con tal de evitar que la segunda ––tal vez ya primera-- fuerza llegue a gobernar recuerda mucho a aquellas asambleas estudiantiles dirigidas por la nomenklatura prosoviética en las que si las propuestas del politburó no salían a la primera se volvía a votar hasta que los equivocados enmendaran su actitud.
Claro que lo acaecido la primera vez en el Bundestag ha
sido posible porque el voto era secreto ––¿lo fue también en la segunda vuelta
no contemplada en la normativa y no esperada por nadie?––. Los servicios de
información internos hicieron un trabajo perfecto, en la línea del germanismo
más clásico, para detectar a los rebeldes y convencerles de su error o para
captar, a cambio de lo que pidieran, el respaldo de la extrema izquierda. Y
todo en horas. Alemania ahonda así en la política conspiratoria puesta en
marcha por la UE a instancias del Gran Oriente francés: impedir a toda costa
que la única opción denunciadora y demoledora de la estructura de castas que se
ha apoderado de las democracias occidentales avance.
Seré agorero ––no lo niego–– pero a mí, que modestamente
puedo preciarme de conservar un olfato social e histórico ligeramente por
encima de la media, todo esto me huele a crisis continental y tal vez
planetaria. La política está desnuda y la única voz que lo señala, en distintos
idiomas, se ha convertido en blanco de miradas que acribillan y de insultos que
piden a voces su reducción a las mazmorras. Ha ocurrido en Francia, en Rumanía
y en Alemania. No hace falta subrayar el peligro que subyace bajo todo esto.
Las exclusiones y linchamientos, tratándose además de reprimir a grandes masas,
suelen acabar bajo el fragor de los cañones. Hoy sería más correcto decir en
manos del bisturí electrónico que facilita la inteligencia artificial. Todo muy
"limpio y renovable". El "aborto seguro" de la libertad.
Siempre se agradecen tus comentarios sobre la actualidad.
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