miércoles, 25 de diciembre de 2013

CINE ANDALUZ (Y ESPAÑOL) CON VALORES

Ando enfrascado en la recta final de mi primer proyecto cinematográfico, un corto o medio metraje que cuenta la historia de una chica embarazada que no llega a abortar porque apuesta por la vida "en el último minuto" (que así se titula la "cinta"). Es, como se puede suponer, un viejísimo pájaro de juventud esto de hacer cine. Con quince años quería ser director de cine. Pero vivir de eso en aquella Andalucía del año 75… Hay utopías menos frustrantes. Así que decidí ser realizador de televisión. Pero en aquella España del año 75… o te metías en Televisión Española ("la mejor televisión de España") o seguías soñando en tu terruño y lamiéndote las heridas. Alguien me dijo, cuando ya tenía un pie en el Talgo, que podría hacer en Sevilla aquellos estudios, que eran los de Imagen y Sonido en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Fue una de las primeras mentiras que hirieron mi buena fe. Cuando llegó septiembre, aquella "tutoría delegada" reveló que mis esperanzas eran vanas, y tuve que matricularme en Periodismo. Siempre me gustó el periodismo, pero no tanto como el cine. De todas formas, la Prensa ha sido el modus vivendi de mi existencia.
Recuerdo una anécdota protagonizada por un afamadísimo articulista sevillano que fue mi jefe muchos años. Un buen día, ya en vísperas de su abrupta retirada del periódico en el que ambos trabajábamos, se detuvo ante mi mesa y me espetó: “Ángel, ¿tú que te crees, que yo hago esto por amor al arte? No, hombre, no. Este es mi modus vivendi y nada más." Aquello me impresionó, porque, aunque yo sabía sobradamente que "aquello" (escribir sus artículos) era su modus vivendi (y que le daba para muy buena vivendi) todavía conservaba cierta ilusión adolescente en que escribir en un periódico —y tan bien como él lo hacía— era, sobre todo, un honor.
Ese periódico acaba de romper amarras conmigo, después de treinta y tres años y medio de ligazón mutua. Alguien me comentó cuando lo supo que esa había sido la vida del Salvador. Ciertamente. Es decir, toda una vida, de la misma duración que tuvo la de Jesucristo en la Tierra, dedicado a ejercer la profesión periodística. Y se acabó, como cantaba María Jiménez, "porque tú me lo pediste".
Pero ahora, "mi vida es otra". Es la vida del que ha conseguido reunir el dinero suficiente para, además de mantener, si fuera necesario yo solo, a una familia de cinco personas, entregarme a mi asignatura pendiente. Gracias a Dios y a la colaboración espontánea y generosa de un equipo formado por una quincena de componentes de todas las edades y ambos sexos, puedo decir que "En el último minuto" se acerca al momento de dar a luz (nunca mejor dicho, por el doble sentido de la palabra luz). Pero, ¿qué hace un periodista creyente y conservador emprendiendo a sus 53 años una aventura cinematográfica sin un duro de presupuesto y con la sola (y gran) inversión que ha puesto un puñado de amigos como si se tratara de una cooperativa de lo intangible?
Esto me ha llevado a reflexionar brevemente (única suerte de reflexión que domina un periodista) en el contexto que hoy me rodea como director —y productor, naturalmente— de películas. Digámoslo abiertamente: Desde que murió Franco, en España, y sobre todo en Andalucía, para hacer cine tienes que disponer el carné de izquierdas. Entonces todas las puertas se te abren y empiezas a ser alguien en la sociedad aficionada al séptimo arte. Ya puedes poner en juego las más depuradas aptitudes, el talento más rico, el tesón de una araña tejiendo su red, que si no perteneces al club del pensamiento único, ya puedes esperar sentado para que alguien te haga caso.
La financiación de nuestro cine se llama subvenciones. Y ya sabemos quién las concede y con qué criterio. Exactamente lo mismo sucede con los jurados que otorgan los premios en los certámenes. Y da igual que detrás esté un partido u otro. Ambos saben que la política es calculadora, y prefieren aferrarse al sistema establecido que intentar cambiar nada.
Por eso, yo he conseguido lo que nunca confié en lograr: llegar hasta el último minuto de una película que prescinde de subvenciones. Sé que no me aguarda reconocimiento alguno. Tampoco lo necesito. Pero tal vez igual que se ha producido el milagro de hacer realidad esta película, la Providencia tenga a bien transformar algunas sensibilidades de modo que el cine que estamos haciendo los que preferimos los valores ahora llamados "tradicionales" a lo que ahora llaman "progreso" también tenga su sitio en la mente y el alma de mucha más gente de la que nos parece ahora.
No va a ser nada fácil, sobre todo aquí en Andalucía, donde todo está copado por la hegemónica izquierda. Pero revoluciones mayores se han visto, cuando nadie las esperaba. Me consta que no estamos solos, aunque de momento seamos islotes a la espera de que algún empresario con ganas de arriesgar por lo diferente nos agrupe y ayude. De momento, vamos a hacer nuestro trabajo con las ganas con las que lo hemos empezado. Con la ayuda de Dios —como los presidentes de Estados Unidos—llegaremos al último minuto sabiendo que nuestras vidas no han sido en balde.