La primera fase de la catarsis nacional
ha alcanzado sus últimos objetivos con las Alcaldías de Madrid, Barcelona y
Cádiz —no podía faltar el toque del humor surrealista y meridional. Los chicos
de la Logse y los eternos repetidores del marxismo vago han invadido las
instituciones al grito de "si los griegos han podido, nosotros
también". Esperemos que no acabemos como los griegos. Dicen que el
Caudillo respondía a quien le mostraba —me imagino la escena del pelota
tembloroso— su inquietud por un futuro
de españoles huérfanos, "después de mí, la clase media". Los
beneficiarios de la transición, que no hemos sido ni mucho menos todos, han
dilapidado la herencia hasta dejar a la clase media en estado catatónico. Es
decir, después de Franco, la ruina. Podía haber sido otra cosa, de acuerdo. Y
los que entonces éramos jóvenes o muy jóvenes, y no profesábamos la religión
marxista, sentíamos la ilusión de que así fuese. Pero no. De aquella primavera
quedan sólo unos despojos a cuyo hedor se han acercado los perroflautas.
Los partidos "clásicos"
de la democracia española protagonizan, día tras día, el culebrón de los
escándalos. La palabra clave de los buscadores para identificar el fenómeno es
"latrocinio". Y el instrumento, la mentira. Mientras nos llenaban la
cabeza de proclamas prosopopéyicas en demanda de votos, reventaban las costuras
de sus faltriqueras, según va quedando, día a día, de manifiesto por la única
vía no muerta que parece quedar en la estación: la Justicia.
Albergo una esperanza, bien
entendido que hablo de tejas para abajo, porque en punto a trascendencia las
mantengo todas bien alimentadas. Es un rescoldo en forma de pinza. Todos
sabemos, aunque sospecho que en una mínima parte, la crisis que asuela a la
Administración de Justicia, debida a varios factores entre los que no es el
menor la pésima labor legislativa de los políticos. Y aún así, la punta de
iceberg que ha puesto ante nuestros ojos una realidad catártica ha venido de la
mano de la Justicia. Más concretamente de una juez sevillana a la que los
libros de texto, si es que existen, deberían el día de mañana rendir el tributo
del conocimiento escolar. Ella dio dos veces, pero otros compañeros de puñetas
han dado pasos valientes también: ahí está la detención por orden judicial nada
menos que de un delegado del Gobierno en activo, y no en la última comunidad
autónoma de España precisamente. Es éste un hecho sin precedentes que hace
tambalearse muchos de los pilares del tinglado que llamamos corrupción y que
también debería estar en los libros de texto (físicos o virtuales, es lo mismo)
de nuestros nietos. Ergo algo queda sano en el organismo vivo que va en
diagonal de Finisterre al Cabo de Gata.
El otro brazo de la pinza regeneradora lo pueden poner los nuevos
partidos serios, y en especial, por razones electorales, Ciudadanos. A mí me
gustaría que fueran otros —Vox, Aes…— pero de lo que se trata es de lo posible,
no de lo ideal. Si la Justicia que nos queda y la formación de Rivera siguen
empujando, el parto de la nueva democracia española puede ser algo más que un
sueño. Son muchos los españoles que suspiran porque el próximo mes de noviembre
entrambos focos de luz hayan obligado a PP y Psoe a renovarse de veras y a
buscar soluciones realistas a la par que ambiciosas para los problemas de la
gente, no para los suyos. Sobre todo para los de quienes no cuentan con poder:
los parados y los no nacidos. Porque los últimos son los únicos en carecer
absolutamente de él.
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