jueves, 25 de junio de 2015

UN AÑO YA

Hoy cumple un año. Bueno, si añadimos la gestación, serían dos años y medio. Todo empezó en un acto de amor tan remoto que no sabría fijar una fecha. Los actos de amor son así de sempiternos. Dios mismo es el Infinito Acto de Amor, y así figura en el Cantar de los Cantares. Tiene multitud de madres y padres, aunque aparezcan sólo dos: María y Luismi. Su estatura física es de tan sólo 37 minutos y unas décimas. Pero ahí hay un récord de talla humana, la que han dado unas ochenta personas involucradas en su concepción, desarrollo embrionario, alumbramiento y crecimiento en un total de doce proyecciones —una por mes— desde la que marcó su nacimiento ante cuatrocientas personas que se echaron a la calle una tórrida tarde hace ahora un año.
El parto tuvo lugar en la mayor sala de un multicines de Bormujos, pueblo expandido durante los años del boom ladrillero y sito en el Aljarafe sevillano. Aljarafe significa cornisa alta, balcón, mirador y meseta desde la que es posible dominar los valles. Es un lugar que está más cerca del cielo y eso se nota en su luz, directa, cayendo a plomo sobre los campos, que se llenan de girasoles por esta época. Marcelo Mastroianni y Sofía Loren protagonizaban una hermosa película con ese nombre, "Los girasoles".
Mi primer médico de cabecera en la Seguridad Social trabajaba a pocos metros de allí. Yo también vivía muy cerca de donde se estrenó mi primera película, y siempre recordaré la luz que entraba en mi estudio los días despejados. Ese médico era un santo laico —ignoro cómo sería su fe, si la tenía, porque nunca hablamos de eso, aunque lo hicimos de muchas y graves cosas—. Era un hombre joven, pacense puro, con una gran mata de pelo azabache. Vivía en Triana, y hoy me apetece contar cosas de él, porque ya está también en ese cielo más cercano del Aljarafe. Algunas ya salieron en prensa. Otras no.
José Luis me atendió por primera vez (no lo olvidaré) de una grastroenteritis. Yo vivía en aquel momento solo en la casa en la que después fundaríamos Susana y yo una familia numerosa. Dudé mucho si acudir (yo entonces lo ignoraba todo sobre el sistema público de salud). Fue como si me conociera de toda la vida. Esbozó desde el primer momento una acogedora sonrisa, que ya nunca abandonó su cara en cuantos encuentros mantuvimos. Yo no quería la baja y él se empeñó en dármela. ¡Mis primeros tres días de baja laboral!
Como en "Casablanca", ése fue el principio de una gran amistad que congeló con la palabra FIN una cruel leucemia. José Luis Rodríguez Caballero tiene hoy una calle en el pueblo con el que se volcó. Comparte pues callejero con el Doctor Fleming, que daba nombre a la calle del ambulatorio antiguo, donde nos conocimos. José Luis se quedaba embelesado con la luz del Aljarafe, hasta el punto de hacerse investigador científico para estudiar nada menos que su efecto sobre el estado de ánimo de sus habitantes. Estaba tan ilusionado al ir descubriendo cómo el organismo humano transformaba la luz del sol en optimismo, en una especie de función clorofílica animal que dotaba de energía —en Sevilla le llaman alegría— a quien la recibía… En Sanlúcar la Mayor ("solúcar" quiere decir templo del sol) está montado el mayor parque de paneles solares del mundo, con un espejo que se divisa a muchos kilómetros de distancia.
Viene a mi mente una mañana en la que José Luis estaba desesperado con la burocracia sovietizante que se extendía en los centros de la Junta de Andalucía y me pidió que le esperara para tomarme con él un café en un bar cercano cuando acabara la consulta. Así lo hice. Pocas veces en mi vida he comprendido mejor el significado de la palabra "escuchar". Era lo que necesitaba mi amigo, mi médico, que su paciente amigo le oyera conscientemente.
Y termino con otra anécdota de esas que se te clavan en la memoria. Una tarde pasaba yo por una estrecha calle trianera, cercana a su domicilio, y de nombre tan poético como "Cisne". Está en pleno corazón del barrio, e ignoro el origen de su denominación. Lo cierto es que José Luis y yo nos cruzamos en aquella calle como trasplantada del barrio de Santa Cruz y él estalló en una especie de pregón íntimo, una confesión de amor a la ciudad, un derroche de sentimiento emocionado que para mí fue como un baño de estética vital y una profesión de amor por el entorno. Era primavera y José Luis estaba viviendo en sus carnes los efectos de la luz del Sur.

Parece que nada de lo que narro tenga que ver con el aniversario del que arrancaba. Pero sí que está íntimamente relacionado, porque "En el último minuto", el mediometraje al que me he venido refiriendo, es luz y es vida. Y es recuerdo que cobra luz y vida cada vez que se ve la película, porque aquella aventura apasionada y apasionante en la que tanta gente puso su esfuerzo, su tesón y su esperanza, sigue viva. Tanto que en la última de las proyecciones públicas celebradas desde su estreno, ante más de setenta alumnos jóvenes —multitud de chicas— del CEU San Pablo ¡de Bormujos!, compartió confidencias y presidencia conmigo Carmen, una madre soltera que iba acompañada de su niña, presa fácil para el aborto y sus secuaces que sin embargo, y gracias al centro educativo en el que se formaba su progenitora, nos regaló su rolliza sonrisa, desde una piel lozana que día tras día cría la luz del Aljarafe. La misma que José Luis estudiaba con denuedo para doctorarse en la verdadera Medicina.

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