Para un observador atento,
determinados hechos históricos, aparentemente contingentes, marcan jalones sin
vuelta atrás y llamados a desempeñar papeles decisivos en el devenir de los
pueblos. Tal sucede con la nota hecha pública por la Santa Sede, con toda la
oficialidad del escudo pontificio que campea sobre ella. El ex embajador
socialista en el Vaticano, Francisco Vázquez, lo ha subrayado sin remilgos: es
un hecho sin precedentes.
¿Sabe el Gobierno de Sánchez
dónde se ha metido? Bueno, en realidad, habría que preguntarse, desde el día
mismo de la moción de censura que alineó al Psoe con sus aliados tácticos si
Pedro Sánchez y sus ministros saben dónde están de pie. La jugarreta que han
pretendido gastarle nada menos que al Secretario de Estado de la Iglesia
Católica y Apostólica reviste los tintes que apuntaba el otro día Rosa María
Mateo dirigiéndose a un diputado en Cortes elegido por el pueblo español, no
como ella ni quien la ha nombrado. Pero, aparte la catadura moral que a cada
uno le merezca la maniobra gubernamental, es tan burda, tan soberanamente
pedestre, que cubre a esta promoción de políticos aupados al poder por ya
sabemos quiénes, de la peor capa que un mandatario puede arrastrar: la torpeza.
Son imperitos en todo, y han
querido engañar públicamente a la más antigua diplomacia del mundo. Son lerdos
y han pretendido tumbar a un cardenal con nuncios en el orbe entero valiéndose
de un comunicado del gabinete de propaganda al servicio de un doctor que lo es
porque copió párrafos enteros de su tesis. No saben dónde se han metido.
Imagina quizás la vicepresidenta que en Roma, más allá de la Vía della Conciliazione,
rige también la Ley de Memoria Histórica, ese empeño contumaz por repasar las
asignaturas suspensas en el último siglo de vida nacional. Pero la raya blanca
que cruza el suelo de San Pedro es algo más que un adorno. No la pisaron ni los
nazis cuando buscaban a los judíos refugiados por Pío XII, mucho menos la
representante de un Gobierno que ha hecho de una sepultura el campo de batalla
de sus ideas.
Las palabras las carga, a veces,
el diablo, porque él sabe muy bien que en el principio era la Palabra, y que
habita entre nosotros. Y eso debe de dolerle tela. Calvo intentó manipular una
entrevista cortés en la que el jefe de los embajadores del Papa le escuchó con
delicadeza y educación exquisita. Confundió —algo muy común entre los
socialistas— el respeto con la sumisión, la disposición al diálogo con la
aceptación servil de lo que ella dictaminara, la independencia de su
interlocutor con el seguidismo de sus propios postulados. Y la Eminencia, que
lo es también en sabiduría —libro de la Biblia, le recuerdo a la ex ministra de
Cultura— y en talla humana, ha hecho lo mismo que cualquier otro que estuviera
en su lugar y cargo: puntualizar que él no está a las órdenes del Gobierno
español sino del Santo Padre, quien a su vez no pierde ocasión de recordar que
es Dios y no el hombre quien decide la historia.
Sí, con la Iglesia habéis topado,
amigo Sánchez. Habéis pasado a los anales como el Gobierno que arrancó a la
Oficina de Prensa de la Santa Sede un comunicado, horas después del vuestro,
desmintiendo vuestros embustes. No, ni las inmatriculaciones de inmuebles
(sobre todo de esa espinita que tiene clavada la vice y que se llama Mezquita-Catedral
de Córdoba), ni los impuestos, ni tan siquiera los abusos (¡qué gran nobleza
aprovecharse de este cáncer de la Iglesia!) han servido de nada para forzar la
conciencia de la Santa Madre Iglesia, que entierra a sus hijos donde quiere y
éstos le piden por sí o por sus herederos espirituales, no donde le dictan los
habituales del decreto ley.
Que buen artículo Ángel, suscribo todas tus palabras. Por todo lo que dices la Iglesia es una institución milenaria que perdurará hasta el fin de los tiempos, y por contra, este gobierno de traidores durara lo que tarde en convocar elecciones (siempre que la oposición se recomponga convenientemente). Saludos!
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