Existen
líneas rojas invisibles que los responsables públicos de las sociedades nunca
deberían traspasar. Pero como se trata de fronteras transparentes, al menos en
un principio, los profesionales de la política las pisotean a su gusto. La
Andalucía del estraperlo —un invento catalán, por cierto, del que se benefició
intensamente el radical Lerroux, el emperador del Paralelo— nos parece muy
lejana, anclada en tiempos de carestía brutal, durante una postguerra seca,
penosa y angustiada en la que los niños sólo sobrevivían a la tuberculosis si
sus padres conseguían en el mercado negro las dosis mínimamente necesarias de penicilina.
Pero en ocasiones,
el fantasma monstruoso del desabastecimiento reaparece inesperadamente,
haciendo realidad pesadillas hace tiempo desterradas del “mundo de los vivos”.
Es lo que está pasando hoy mismo en una región de la Europa comunitaria que el
día 2 de diciembre va a elegir a sus gestores, también a los sanitarios.
Acabo de
subir de intentar, infructuosamente, en varias farmacias la compra de un
medicamento vital para hacer lo que estoy haciendo en este momento: escribir. Y
lo es porque la tensión de mis ojos sólo se mantiene controlada gracias a este
tipo de colirios, de amplio consumo social por otra parte. Carecer de ese
fármaco, como le ocurre a una parte de la población africana de color, equivale
a sufrir un daño en el nervio óptico de carácter irreversible; es decir, la
ceguera.
Pues bien,
el sistema de subastas establecido por la Junta socialista de Andalucía y
seguido por otras comunidades autónomas de diverso signo político, ha provocado
que “Cosopt” —que así se llama la medicina en cuestión— se halle ausente del
mercado por haberse agotado en los almacenes. Ellos, los del Psoe, han largado
hasta la saciedad de los “recortes de Rajoy”, pero son ellos, los del puño y la
rosa, los responsables de que no haya en las farmacias la salvación de la vista
para muchos andaluces. Ellos, los mismos que repartieron centenares de millones
de euros alegremente, según preferencias discrecionales y al parecer
arbitrarias, en expedientes de regulación de paro. Ellos, los que dejaron que
“encargados del cortijo” celebrasen las subvenciones destinándolas a
prostíbulos y pagando con tarjetas negras. Ellos ponen en peligro inminente mi
capacidad de seguir usando la libertad de expresión que también ellos quieren
manosear a su antojo.
El chavismo,
los estantes vacíos, la corrupción multiforme, la inflación astronómica, las
colas de racionamiento, el socialismo en su versión más cruda y genuina, llaman
a la puerta, porque medicinas como ésta, o como ocurriera no hace mucho con la
Metformina, necesaria para que un millón de andaluces puedan luchar contra la
diabetes, son de vez en cuando de imposible adquisición en este paraíso
igualitario en el que, de vez en cuando, muchos no pueden acceder al derecho a
la salud. Circula una larga lista oficial de medicamentos en falta, como el Dalsy, para bajar la fiebre de los niños. Aquí sólo destaco uno vital para quien esto escribe.
Mientras,
las universidades despilfarran en una investigación a menudo inútil pero que
les permite recibir fondos públicos de una Administración que saca votos de
ello, pregonándolo debidamente a través de los gabinetes de Prensa y propaganda,
también engrasados de lo lindo con esos mismos fondos. ¿Hay algún estudio en
marcha que cuantifique los perjuicios para la población que a medio y largo
plazo tendrán estas interrupciones (éstas sí que lo son, no las “ives”) en el
tratamiento de los ciudadanos —en mi caso, andaluces—, sobre todo en los grupos
más vulnerables? Porque ahí sí que somos todos iguales: a todos se nos niega lo
que hemos estado pagando durante decenios, el coste de nuestros cuidados
sanitarios. ¡Qué gloria de régimen! ¡En Andalucía, cuarenta años pagando
impuestos a quienes ahora ni siquiera nos devuelven los preparados que los
mismos médicos del SAS nos prescriben! Esto es lo que tenemos.
Hasta ahora,
los previsores ahorrábamos por si algún día la sanidad pública, como era de
esperar, quebraba. Pero es tal el intervencionismo despótico impuesto por el Partido
Socialista durante estas cuatro décadas en Andalucía que ni con dinero se puede
comprar ciertas medicinas, por la sencilla razón de que el mercado sólo
facilita lo que la Administración le paga. ¿Volverá el estraperlo de los
remedios eficaces? Nada me extrañaría ya.
Buenas noches, Ángel
ResponderEliminarPues sí, me comentaba mi hijo que los medicamentos aprobados por la Junta de Andalucía en la última subasta son de malísima calidad. De hecho, la mayoría de ellos se han rechazado en muchos poaíses, incluyendo la India o EEUU...Pero aquí nunca pasa nada, ése es nuestro talante, PASOTISMO e IGNORANCIA.
Lo dicho, buenas noches