Como cada edición, y van treinta
y tres, la gala de los Premios Goya del cine español se han convertido en
mirador desde el que vocear las fobias de la izquierda española. Algo que
debería ser aséptica plataforma de encomio y estímulo para el séptimo arte
nacional deriva siempre, porque así se concibe desde sus responsables, en
caldera de altas temperaturas donde se cuece el alimento de lo políticamente
correcto —es decir, del pensamiento único inspirado por el ataque a todo lo
tradicional, sea bueno, malo o mediocre—. No merece la pena seguir criticando
algo que no admite análisis sino aceptación incondicional o de lo contrario
pagar el precio del desprecio más absoluto que implica la totalitaria condena
al ostracismo, como ha ocurrido con Vox.
Es el momento de encumbrar una
voz categóricamente positiva y que supone una vía de agua definitiva para el
monopolio de la dictadura pseudointelectual que ha primado hasta hoy en los
ambientes cinematográficos españoles, es decir en la estrategia comercial de
una producción obligada a pasar por el aro de las subvenciones si quería
sobrevivir. Y esa voz es la del mejor actor revelación, que sedujo con su
autenticidad a todo aquel no empeñado en seguir los dictados del prejuicio
imperante. Porque esta persona, que tan magistralmente encarnó a su personaje,
dedicó su “discurso”, también colosal, a una gratitud desinteresada, al
contrario que quienes han apoyado su “éxito” en cruzadas opíparamente regadas
por los fondos del Poder. Las palabras de Jesús Vidal, que dejaron en suspenso
la respiración de la España viva por unos instantes, para tomar aliento con
ellas de cara al futuro, estuvieron dedicadas a sus compañeros de equipo
creativo, pero sobre todo y hasta el final, grandioso final, a su familia. Fue
ante todo y para siempre, un canto a la familia muy por encima de programas
políticos y a años luz de compromisos de índole crematística, con olvido total
de los lazos familiares, a los que otros “goyas” nos tienen acostumbrados.
Es de justicia agradecer, huyendo
de cualquier tentación partidista, a este inmenso actor, que preparó el terreno
para que “Campeones” se alzara con el gran premio de los Goya, el de mejor
película (verdadero final feliz de la gran alfombra roja), su franqueza,
transparencia, fidelidad y libertad a la hora de resumir el éxito de su vida en
algo tan familiar como haber nacido hijo de sus padres, hermano de sus
hermanos, primo de sus primos… Escuchemos muchas veces las palabras de Jesús,
porque en ellas está la España que late con fuerza en hogares, trabajos, aulas
y calles, Y retengamos para reiterarla cada día a los cuatro vientos de nuestra
Nación, su última y rotunda frase: “Queridos padres, a mí sí me gustaría tener
un hijo como yo, porque tengo unos padres como vosotros.”
https://youtu.be/qJ0a0ojYAcA
Suscribo al 100% tu post Ángel, enhorabuena!. Muy bien escrito y muy grande Jesús en su discurso, alegato maravilloso en favor de la familia y los valores tradicionales. La frase final, para reflexionar ante una "cultura" en favor del aborto que da la espalda a seres humanos tan increíbles como él.
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