Vereda o
camino angosto y escusado, o que sirve de atajo para ir a alguna parte.
Con esta acepción define el Diccionario de la
Real Academia —ese instrumento obsoleto en la era digital al que sólo permanecemos
fieles los nuevos “friquis”— la palabra “trocha”. Creo que no se puede bautizar
mejor el carácter que ha de presidir, necesariamente, la época histórica en la
que acabamos de entrar. Si esto fuera una república (a algunos se les hace la
boca agua) hoy estaríamos en algo así como su tercera o tal vez cuarta edición,
porque en los últimos cuarenta años de vida española ha habido más de república
que de monarquía. El régimen en el que nos situamos desde hace unas semanas es
lo más parecido a una trocha. Y no por voluntad del Rey, desde luego, que se la
jugó con valor demostrado aquel 3 de octubre de 2017 con un discurso televisado
plenamente institucional, caso único en nuestra democracia si obviamos el del
23-f. La trocha va a ser —si no, al tiempo— la “herramienta” (término de cuño
soviético, como “taller”, ambos omnipresentes en todos los ámbitos de la vida
social española) básica de los gestores del “gobierno de progreso”. Como buen
atajo (mi tierra andaluza está llena de ellos), es idóneo para ocultarse entre
la vegetación legal y llegar de un punto a otro sin pasar por el camino oficial
y generalmente conocido, que suele estar —mejor o peor— vigilado. La trocha es
un ardid muy utilizado por los guerrilleros durante la lucha por la Independencia
(española, por si alguien desea despistarse). El conocimiento del terreno, de
aquella red de atajos que ellos tantas veces habían hollado hasta hacerlos
parte de su hogar al aire libre, fue, junto a su bravura y a veces brutalidad —los
gabachos no le andaban a la zaga— buena parte del secreto que les permitió, al
alimón con el ejército, devolvernos España a los españoles. Hasta hoy.
“Los de la Trocha” era un grupo de cante por
sevillanas que permaneció en primera fila de las ventas de vinilos y la
audiencia radiofónica, amén de las actuaciones en vivo durante veinte años,
entre 1969 y 1989. Dos décadas prodigiosas cuya banda sonora, al menos en el
Sur, estará ya siempre unida en el recuerdo de quienes habíamos nacido diez
años antes a las letras y las músicas de estas cinco voces. Aquellos años
fueron, en lo político, los que alumbraron la España que hemos tenido hasta
ahora. Para bien y para mal, como todo en esta vida. Los de la Trocha fueron quizás los últimos clásicos del género junto con El Pali, antes de que la electrónica invadiera el antiguo predio de las corraleras. Hubo quien no les comprendió, pero esa mayoría
silenciosa que pedía voz y voto siguió su arte con entusiasmo. Tuvieron hasta
una gran sala de fiestas en exclusiva para ellos. Y dentro de la amplia y
virtuosa discografía de Los de la Trocha, sevillanos de pura cepa que se
constituyeron en una taberna de la calle Imperial, de nombre “La trocha”, destacarán
siempre dos temas si me lo permiten proféticos. El uno se titulaba “Pensamientos
míos”, el otro y mucho más alegórico “Fue tu querer”. Éste último era un
verdadero milagro, inspirado en el Concierto de Aranjuez. Era la sevillana estelar del disco que sacó Columbia nada
menos que en 1975. El compositor era uno de los dos hermanos del guitarrista
Manolo Sanlúcar que formaban parte de Los de la Trocha, “Evora”. ¡Y tenía
quince años! Como quien esto firma. Pero lo más grandioso de estas combinaciones astrales
de la Historia es cómo continuaba aquella sevillana: “Fue tu querer… el que a
mí me traicionó.”
Hoy, unos políticos bastante zafios parecen estar
buscando una trocha para burlar la Constitución que se empezó a gestar al
tiempo que aquel querer sedicioso. Las cosas de la vida, que está plagada de
trochas. Inevitable sentir nostalgia de aquella taberna ante tanto ruido
tabernario.
CODA: Leo con un respiro de consuelo que el Tribunal
Supremo ha puesto negro sobre blanco que esto sigue siendo un país libre con un
“derecho nacional” propio y que el TS “no puede aceptar lo que la Ley no
permite aceptar”. Más concretamente, “quien participa en un proceso electoral
cuando ya está siendo juzgado, aunque finalmente resulte electo, no goza de
inmunidad conforme al derecho nacional. No puede condicionar el desenlace del
proceso ni, menos aún, el dictado de la sentencia.” Le da, pues, sopa con ondas
al Parlamento europeo y al Gobierno español a través de su abogacía. Veremos
intentos mucho más bolivarianos de retorcer la Ley, y los veremos pronto. Pero
éste, de momento —y la cosa está empezando— se ha estrellado, por fin, contra
el muro de los Tribunales. Que Dios les siga dando a nuestros jueces y fiscales
luz y valor.
Muy buen artículo... y certero.
ResponderEliminarQuerido Angel: estoy mal de la vista, Estoy de acuerdo con tu escrito que he leído por encima. Feliz Año. José Sánchez Herrero
ResponderEliminarMe ha encantado el estilo, el contenido y la oportunidad
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