domingo, 30 de junio de 2024

YO TAMBIÉN ME SIENTO ORGULLOSO

 

Hoy (casi) todo el mundo parece estar orgulloso. Un evento a la moda así lo impone, salvo excepciones. No soy una de ellas. Yo también me siento orgulloso. Siento orgullo de mi orientación sexual, binaria, arquetípica y heteropatriarcal. Como mis abuelos y los abuelos de mis abuelos. Me siento orgulloso de mis padres, él y ella, que me transmitieron la vida sin dudarlo, con todas sus consecuencias, incluyendo el riesgo de llevarse numerosos y sentidos disgustos, profecía cumplida en mi caso. Me siento muy orgulloso de mi esposa, una mujer con todas las de la ley, íntegra, cabal, muy femenina y maternal, con quien he tenido tres vástagos —dos ellas y un él— más uno/a que se perdió en el camino. De todos ellos me siento profundamente orgulloso. Me siento orgulloso de mis amigos, ellos y ellas, y si hubiera algún no binario ni hetero me sentiría igualmente orgulloso. Siento mucho orgullo por mis maestros, los de carne y hueso y los de papel, que cada día me hablan, instruyen y hacen vibrar desde los libros. Tengo un gran recuerdo de algunos, como aquélla que me recibió en párvulos el primer día de clase, con esa mezcla de ternura y disciplina que después tanto me ha servido en la vida. O mi profesora doña Leonor, a quien el otro día vi fugazmente desde un taxi y que me ayudó a desentrañar algunos —otros han seguido siendo arcanos para mí— problemas de las matemáticas. O don José Luis, que me regaló un caramelo de premio por haber hecho bien la primera redacción de mi vida. O sacerdotes como el padre Miguel, que ponía unos hermosos ceros pero que explicaba como nadie las coplas de Jorge Manrique. O el padre Carlos, que un buen día nos reveló, tiza en ristre, la disposición y funcionamiento del aparato reproductor femenino —gran revuelo y enormemente útil para mejor valorar a las chicas cuando llegara el momento—. Me siento orgulloso de los animales que ha habido en mi vida, que no han sido muchos, pero siempre machos o hembras y a los que he cuidado casi con mimo, como aquella canaria que nadie quería —las hembras no cantan— y que adopté tomándola de unos jaramagos en el solar donde se construiría la casa en la que habitamos mi familia y yo. Le compré un jaulón de cría, y le busqué collera para verla feliz criando a sus pollos, de los que uno llegó a vivir algún tiempo en el que aprendí muchas cosas de la madre Naturaleza. Por ejemplo, que sexos sólo hay dos, aunque el ser humano pueda optar por múltiples variantes.

En fin, mi vida, como todas las vidas, ha estado llena de personas y otros seres animados en los que las faceta sexual ha sido motivo de orgullo, pero nadie — ¡nadie!— fue tan fatuo como para presumir de ello. Doy gracias a Dios por haberme rodeado de gente tan simple y tan sabia, que se mostraba tal cual era sin reivindicar ridículamente nada, porque ningún mérito tiene ser como uno es. Y si tiene alguno es el de sentirse orgulloso de no ser víctima de nada.

7 comentarios:

  1. Excente, querido Ángel. Para sentirse muy orgulloso de ti.

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  2. Sí señor Ángel. Como siempre, expresas claro y lúcido verdades y tan certeramente directas que levantan el ánimo y llenan de esperanza, en medio de tanta necedad abundante. Gracias a Dios que hay periodistas ejemplares como tú, dispuestos a poner LUZ donde hay tanta confusión y cobardía.

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  3. Enhorabuena, querido amigo, por tu hombría de bien.

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  4. Yo también me siento muy orgulloso de todas las cosas que mi querido amigo articulista describe y las cuales he compartido y sigo compartiendo. También me resulta ridículo ese exhibicionismo callejero de los orgullos rampantes y politizados.
    Creo que los orgullos más hondos y valiosos del ser humano se viven fuera del espacio público.

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  5. Muchas gracias Angel, por poner letras a la normalidad.

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  6. Muchas gracias por compartir con tus amigos todas esas cosas que te hacen sentir tan orgulloso.

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  7. Otro gran artículo, como los demás. Con el acierto y claridad con la que acostumbras a escribir y que permite sentirse orgulloso de tenerte como amigo desde la infancia .

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