jueves, 15 de agosto de 2024

LAS ENSOÑACIONES DEL PODER MUNDANO

Escribo estas letras bajo los efectos de una procesión. Alguien pensará en un alucinógeno. Nada más lejos de tal afirmación marxiana, pues me refiero a la religión, aquello que nos religa con nuestra dimensión eterna y que nada ni nadie —ningún poder terrenal— podrá nunca borrar de nuestras neuronas. Vengo de asistir a la salida anual en su paso sencillo y escoltado por cuatro enormes explosiones de nardos de Nuestra Señora de los Reyes, Patrona de la archidiócesis hispalense (Sevilla). Quienes hayan recalado alguna vez, con ánimo penetrante, en la Capilla Real de la Catedral cuyo campanario es la Giralda habrán leído, a la ligera se supone, una frase en latín y letras de plata que luce en el frontal de un dosel bajo el que recibe culto la imagen de dicha Virgen: “PER ME REGES REGNANT” (POR MÍ REINAN LOS REYES). Eso es todo.

¡Y tanto! Cuando yo era niño había presidiendo el vestíbulo de la casa de mis abuelos, donde yo echaba muchas horas cada día, algo que nunca comprendí, como tantas cosas de valor, hasta que dejé muy atrás aquella edad dorada en la que algo te decía que ciertas cuestiones era mejor no preguntarlas. En el centro, sobre una mesita de madera circular decorada como todo el mobiliario de aquella sala “a la sevillana”, encima de un tapete de croché tejido por mi abuela casi ciega, había una figura de terracota en tonos rojizos y amarillos. Cada tarde, cuando yo volvía del colegio —dos veces si no almorzaba en el centro— y llamaba al timbre, la figura encorvada y siempre sonriente— feliz, muy feliz aquella mujer cana que usaba peinas y siempre estuvo impoluta tras el glaucoma de su ojo manchado de blanco— me abría las puertas de mi auténtico hogar. Y allí estaba Ella, la Virgen de los Reyes de pocos centímetros, sonriente también como su hijo, como la hemos venerado esta mañana miles de ciudadanos de esta urbe y su alfoz, amén de algunos —muy pocos— turistas.

“A tus plantas se postra Sevilla”, reza el himno que cada tarde de la novena ha cerrado el culto. Prodigiosa liturgia católica y tradicional a un tiempo la que se produce todavía en estas “íntimas” citas sevillanas con la fe y sus personajes más principales. La talla la trajo otro príncipe con nimbo de santidad: Fernando III de Castilla y otros muchos reinos, cuando reconquistó Sevilla para restaurar en ella el culto cristiano que los musulmanes habían arrebatado, “progresivamente”, medio milenio antes. La sedente venía de Francia. Y estuvo en la tienda del rey durante todo el largo y penoso asedio que terminó aquel 23 de noviembre de 1248, cumpleaños del príncipe Alfonso, el Sabio. Éste último fue el que decidió que la Virgen de los Reyes rigiera también el panteón real donde su padre quiso ser enterrado y donde permanece su cuerpo, expuesto tres veces al año. De todo ello se deriva el lema que a modo de divisa suprema manifiesta en qué consiste la realeza de María. Porque en Sevilla —y esto lo sabemos bien los que acostumbramos a disfrutar esa otra semana santa que son las “procesiones de gloria”, sin apenas curiosos y con gente que sabe bien a qué va— la Virgen es Trono y Sagrario, de modo que cuando leemos “PER ME REGES REGNANT” vemos debajo el icono de dos personas fundidas en una, la Madre que expone en su regazo la figura regia de un Niño, a la sazón Redentor de la Humanidad.

Esta lección de trascendencia y teología fina según una de las ciudades más legendarias y veteranas del orbe alcanza hoy una presencia inusitada, cuando el concepto de nación, que según dijo el otro, es “discutido y discutible”, no es que esté en entredicho sino que es negado precisamente por quienes la gobiernan. No voy a dedicar mucha atención, tras haberme detenido en verdades tan grandes, a glosar minucias contingentes, precisamente porque lo son. Cuando cultivo el silencio es —supongo que mis inteligentes lectores lo habrán entendido así— porque las locuras de nuestro tiempo y nuestro país aconsejan prestar pocas fuerzas a tanto desatino tachonado de desvergüenza. Pero escuchar a quien tuvo en su mano gestionar la peor crisis sanitaria de la España contemporánea (mintiendo, claro está, como con aquel cuento del “comité de expertos”) decir solemnemente en su toma de posesión como reyezuelo condal que España ya no existe como nación porque es un estado plurinacional tiende a sacarme de mis casillas. Así que Cataluña es una nación pero España no es más que una organización política. ¿La razón? Que a los señores socialistas les ha salido de las narices sustituir lo que los Reyes Católicos crearon hace más de quinientos años por un invento federal, que es un viejo sueño socialista. Y la fórmula para seguir mandando en la Nación (española, naturalmente) al tiempo que contentan, de momento, a sus socios secesionistas es ésta del estado federal, que en el acto y por mor de los citados contubernios se deslizaría hacia confederal.

¡Qué dos planos tan distintos de una misma realidad! Obviamente, la verdad es sólo una. Hagamos caso a don Antonio Machado y vayamos juntos a buscarla. Aunque soy muy escéptico acerca de la capacidad del poder humano, del que los antes aludidos son máximos exponentes, a la hora de conmoverse con la evidencia: Los reyes no reinan por sí mismos.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias Ángel por este emotivo artículo.
      De niño venía con mis padres cada 15 de agosto desde el Aljarafe para ver a Nuestra Señora de los Reyes .

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  2. Gracias Ángel, por dedicar unas verdades históricas a los lectores que disfrutamos con la VERDAD; que cuando la verdad además ensalza a nuestra Señora, estoy segura que el Niño aplaude y con Él reímos todos.

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  3. Genial artículo, don Ángel. Tan elevado como profundo, tan profundo como sencillo. Muchas gracias por compartirlo. Un fuerte abrazo.

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