Ahora España. Ha sonado el timbre y es preciso prepararse
para hacerse presente en esta nación rota. Hay que acudir a las instituciones
con toda la artillería de la democracia. Sé que no es mucho, pero en algún
momento debía llegar la gran ocasión de recoger no ya los despojos —eso es muy
triste y miserable— sino el electorado entero de partido que hasta ahora servía
de refugio a los españoles con sentido del patriotismo y buena voluntad de
entendimiento. Por eso os dirijo esta carta abierta, porque vosotros habéis
demostrado vuestro inequívoco espíritu de servicio a la Patria sin concesiones al
pasteleo. Porque sois dos formaciones que luchan sin desmayo en la defensa de
unos valores que (casi) todos los demás han abandonado y que algunos ni
siquiera conocen: la vida del ser humano desde la concepción hasta la muerte
natural, la unidad de España consagrada por la soberanía nacional, la familia
conformada como un matrimonio verdadero y los hijos que son un don de Dios, la
religión (entre nosotros la cristiana por antonomasia, con su corolario de
justicia social) que encarna la dimensión suprema y más noble del hombre, el
estímulo de la superación enemiga de la igualdad impuesta, el afán de
construir, la concordia basada en el amor al prójimo, la igualdad de
oportunidades, el celo por la obra bien hecha, la generosidad y el sacrificio
como modos de vida, la cultura humanista más allá de la simple instrucción
tecnológica, la honradez a carta cabal y la verdad, que es lo único que nos
hará libres.
Sois respetuosos, sinceros, pacientes, serenos, firmes,
entregados, fiables, amantes de la libertad y convencidos partidarios de la
responsabilidad individual. Creéis, cada uno a vuestra manera, en la fuerza del
espíritu para remover todos los obstáculos y cambiar, mejorándolo, el mundo.
Anheláis la promoción de —se le llame como se le llame— las virtudes que hacen
del ser humano una especie superior en el Universo: fe, esperanza, caridad, prudencia,
justicia, templanza, fortaleza... Os une mucho más que los que os separa. También hay otros que apuestan por lo mismo o
por principios parecidos, pero arrastran —¡qué se le va a hacer!— una herencia
histórica, más por concomitancias y asociaciones en las mentalidades sociales
que por auténtico parentesco, que hacen prácticamente inviable su acceso
democrático al poder, aunque tal vez lo merezcan.
Vosotros sois, hoy por hoy, el último cartucho de la vida
política española. Lo digo así y me importa un pito (del Camp Nou) lo que cada
uno piense de mi opinión. Sólo me preocupan los españoles que siguen votando
por el bien de sus compatriotas y también los que se quedan en casa.
VOX ha conseguido 22 concejales y un alcalde en las
recientes elecciones municipales. Eso vale más que lo que no ha ganado. Pero a
las fuerzas mediáticas de la partitocracia no le interesa este dato. El stablishmen ha atrapado a VOX y AES y a
otros en campanas de cristal para que parezca que no existen, que nadie les
respalda, que carecen de futuro y de presente, que el bipartidismo y sus
saltimbanquis separatistas y comunistas siguen representándolo todo en este
país desértico donde nuestros hijos tienen que malemigrar porque el stablismen ha malversado sus vidas.
Con esos 22 concejales y un alcalde se puede empezar
perfectamente. Como habéis recalcado gráficamente, son más que los conseguidos
por Ciudadanos en 2007 y en 2011, cuando despegaron.
Tenéis que vencer el miedo, no el vuestro, que no os atenaza,
sino el del electorado del PP que no se atreve a votaros porque los otros le
han metido en el alma la sombra de los totalitarismos. Pero, si me lo permitís,
haced una concesión, sólo una, al marketing electoral. Comprometéos hasta la
saciedad, ante notario y con altavoces si es preciso, a no caer en la tentación
totalitaria. Haced que ese mensaje cale hasta lo más hondo en la sociedad
española. Dedicad todos vuestros desvelos a manifestar que aquellas
convicciones inamovibles no tienen nada que ver con acabar con las elecciones
cada cuatro años o con viciar de tal manera el sistema que acabéis siendo un
Chavez-Maduro de la derecha. Se me responderá que “excusatio nom petita…”, pero
aún así, no tenéis más remedio que dar vuestra palabra de forma muy visible.
Las cosas están así.
Si conseguís hacer eso —combinar intensamente un decidido y
desacomplejado ideario plasmado en una oferta y un programa muy claros, junto a
un permanente y fervoroso acatamiento a la voluntad popular y a la revisión
libre y periódica del gobierno— vuestro éxito lo tenemos en las punta de las
manos.
El PP es un partido en vías de disolución. Ha abandonado a
su electorado más fiel. Ha intentado una y otra vez el suicida giro a la
izquierda, con el resultado que todos intentamos digerir. De aquí a las
generales, puede pasarle de todo, y nada bueno. Tenéis que reaccionar con
reflejos. Tenéis la obligación moral de dar un paso al frente en la conquista
de la ilusión defraudada por los profesionales de la gaviota. Es muy duro, pero
ineludible. Ahora o nunca, queridos profetas solitarios —hasta ahora. Os vengo
siguiendo desde hace mucho. Sé que no os rendís. Pero ahora ya no basta con
eso. La ofensiva electoral debe ser rápida porque la necesidad es urgente. La
seguridad de nuestras calles y nuestras moradas, el derecho a una educación
conforme a los criterios paternos, la vida de trescientos niños asesinados cada
día, el trabajo de cinco millones de personas y sus familias, el destino de
enfermos, minusválidos y ancianos desamparados, la bandera de la unidad, de la
coherencia y de la paz bien protegida es un excelente horizonte que necesita
líderes y siglas para hacerse realidad.
Modestamente, os invito a perseverar y a recoger esa pobre
bandera, hoy en el suelo y hecha jirones, para izarla con sano orgullo y pedir
al pueblo español que confíe en vosotros. Y por supuesto, si dentro de cuatro
años y medio no habéis sido capaces de emplear esa confianza con honor, os vais
a casa (espero que nadie tenga que ir a la cárcel, como les ha ocurrido a tantos
otros que también prometían el oro y el moro).
En otras palabras, regeneración, pero de verdad.
Y esto lo firma un periodista que por mantener contra viento
y marea su independencia y no haberse doblegado jamás a partido alguno, se
encuentra a sus 55 años y tras 34 de ejercicio profesional en su tiempo de silencio del que ahora le
redime XYZ.
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