Pensaba escribir sobre la
Navidad. Y bien mirado, voy a hacerlo. Ayer asistí a una Eucaristía presidida
por el arzobispo de Sevilla, quien tras la homilía, condensada y bien medida como
siempre, nos sorprendió con una alusión nada menos que al Cuarto Mandamiento.
Sé que este artículo no ha caído en manos legas y ayunas de cultura, de modo
que no voy a recitar su tenor literal. ¿Y por qué se refirió monseñor Asenjo al
deber de honrar a nuestros padres (por cierto, que las Tablas de la Ley se
adelantaron a lo políticamente correcto y señalaron claramente “padre y
madre”)? Trajo a colación el prelado el precepto divino que recorrió el gran
camino de las telecomunicaciones establecido entre una zarza ardiendo que no se
consumía y un pueblo desnortado que adoraba a Baal, a cuento, precisamente, de
una nación errante, que a la sazón es la nuestra.
No la catalana, que no existe
porque aquello sigue siendo un condado. Todo lo respetable que se quiera, pero
un condado al fin, aunque lo hayamos revestido de comunidad autónoma. La
nación, en España, es la Patria. La única nación valedera, palabra ésta en
desuso ya cuando mi dilecto Manolo Ferrand, que en paz descanse, me reprendía
por decir “válido”. Por cierto, mi primer jefe era admirado y querido en la
Casa de Planeta hasta su fallecimiento, y aún después en las personas de su
amplia prole. Aquel premio concedido en Barcelona por un hijo de El Pedroso le
mantuvo vinculado con una firma netamente catalana que hoy nadie sabe lo que
hará mañana.
Porque hoy es un día de nudos en la
garganta… otra vez. Leo en la Prensa titulares como “La victoria de ciudadanos
no evita la mayoría separatista”, “La CUP condiciona su apoyo a Puigdemont a
que asuma el programa de “construir” la república”, “La república catalana ha
ganado a la monarquía del 155”, “Incierto futuro”, “La mayor tragedia de
Mariano Rajoy”. Publiqué, hace hoy quince días, una serie de “suposiciones”
que, lamentablemente, se van cumpliendo una a una desde hace unas horas. He
perdido toda esperanza en haberme equivocado. No tengo ánimos para releerme,
algo por lo que además siempre he sentido alergia. Pero ahora me pregunto qué
pensar tras el cumplimiento de las agoreras hipótesis. Sé que como yo hay mucha
gente, angustiada por no explicarse en qué pensaba el presidente del Gobierno,
ese “insecto palo”, dicho sea con la intención de hacer un símil entomológico
de su (no) política, estática y ultraconservadora (ésta sí, y no otras que la
progresía acostumbra a inventarse).
Circuló en su momento, la primera
vez que Rajoy ganó las elecciones generales, con mayoría absoluta y gracias al
desastre económico que le tocó a Zapatero aunque éste se encargara de
intensificarlo, un rumor según el cual Arriola, el sempiterno asesor
sociomensor del PP y esposo de Celia Villalobos (ya saben, la ex del Partido
Comunista conversa al liberalismo, ja, ja) había resumido en un consejo de oráculo lo que
debía ser el programa marianista: “Has ganado sin hacer nada. Ahora lo único
que puedes hacer es perder”. La frasecita, fueran cuales fueran sus términos
exactos, es como el lema de un príncipe de cine gótico: encierra a la
perfección el (no) espíritu de este gallego que está conduciendo a España al
mayor agujero negro de su historia reciente a fuerza de no
hacer nada. Lo único que ha conseguido es hundir al Partido Popular hasta
relegarlo al grupo mixto, donde convivirá con los antisistemas de la CUP. En el
Parlamento catalán no volverá a oírse, al menos en mucho tiempo, la voz de
Albiol.
Se ha metido en la ratonera él
solito, cuando su electorado, sus simpatizantes y cualquiera que tuviera un
mínimo de conciencia ciudadana le aclamaba por haber tenido, al fin y
tardíamente, el valor de aplicar el 155. Ahora, creo, es tarde para todo. Estamos
en un callejón sin salida para el que nuestro sistema político y jurídico no
tiene respuestas. Las banderas seguirán en los balcones, pero el último
cartucho acaba de disparárselo en los pies el hombre que confió en las urnas
sin pensar que son (o eran) de cristal. Ahora estamos, como advirtió Aznar (el
que, por otra parte, hablaba catalán —¿con Pujol?— en la intimidad), peor que
hace dos meses, cuando se produjo el “sorpasso” de la convocatoria electoral en
el curso de una rueda de prensa para hablar del 155. La precipitación conduce
al precipicio. Y ahí estamos. Pero ¿dónde está Arriola, en su dorada jubilación
bien pensionada?
Recemos, que es Navidad. Nos lo
pedía ayer, antes de conocerse el fracaso catalán, el pastor alcarreño. Fue su
última petición de los fieles. Especialmente extensa y acuciante: “Hay que orar
por España, que existe desde hace cinco siglos.” Y levantó los cinco dedos de
su mano. Después bajó uno, para indicar que el Cuarto Mandamiento nos obligaba
a amar a la Patria al igual que a nuestro padre y nuestra madre, y mantenerla
unida, porque esa unidad es fuente de paz, convivencia y amor. Pues eso,
recemos y feliz Navidad a cuantos hayan tenido la paciencia (que viene de paz)
de leerme hasta aquí.
Solo una defensa a ultranza del concepto de Europa, entre otros por parte de la nuevas generaciones ( hijos formados por padres y sistema educativo) puede evitar que estas criaturitas catalanas se lanzan al abismo del nacionalismo, arrastrandi al otro 50% de su condado q
ResponderEliminarue no es nacionalista.
Feliz Navidad
Se veía venir. Tal como el título de una famosa novela de Gabo. Nuestro gobernante tuvo un momento de arrojo, después mucho pensárselo y más bien tarde, pero tan pronto dio el paso sintió el vértigo porque la misión, si quería ser fructífera a largo plazo, demandaba energías y medidas de gran calado, para lo cual no se veía dotado. Entonces, sintiéndose sin compaña suficiente, optó por lo más fácil y rápido. Con ese talante acobardado encaró la campaña electoral. Al final se cosechó él tiro en el pie, como muy acertadamente señala el articulista. Me temo que esa herida en el pie va a producir una cojera al líder del PP que propiciará que en la carrera por el poder le adelante el vencedor de las elecciones catalanas, cuya lideresa ha hecho una gran campaña, hablando muy claro.
ResponderEliminar