No está todo
perdido. Eso, que nos rindamos, es lo que quieren los partidarios de lo
corrosivo, pero ni hemos extraviado nuestro patrimonio espiritual ni España
está tan deprimida como algunos pretenden. Frente al derribismo ruin de los que
sólo venden carroña pestilente, se alza una España orgullosa de todo lo bueno
que hay en su interior y en su pasado. Coser ese ayer con el presente haciendo
las paces con nuestros padres en lugar de matarlos es una actitud que se va
abriendo paso a través de hitos como el que este fin de semana ha protagonizado
Marta Sánchez en el Teatro de la Zarzuela, adonde acudía, según ella misma ha
declarado, con Alfredo Kraus a empaparse de buena música.
Los sones del
himno nacional sonaron en su garganta con la voz de los valores eternos. Dio,
nada menos, que gracias a Dios por haber nacido aquí. Tras la primera frase, el
teatro, lleno, prorrumpió en una emocionante ovación que se repitió varias
veces a lo largo de su interpretación, según ha captado con su móvil un espectador que ha convertido su
dispositivo en la ventana a la que se han asomado millares de miradas en pocas
horas. Entre otras las del presidente del Gobierno y el jefe de la formación
que tal vez pronto le arrebate el poder. Ambos, Rajoy y Rivera, junto a Andrea
Levy, Juan Carlos Girauta o Rosa Díez, han mostrado enseguida su solidaridad
con la autora de una letra que sin duda va a pasar a nuestra mejor historia por
el hondo acierto que encierra. Por fin, podremos cantar el himno de España,
como hacen los franceses o lo norteamericanos a partir de sus respectivas
revoluciones nacionales.
En una
interpretación clamorosa, revestida de rojo y rubio, éstas son las palabras
cantadas por Marta para vibración de todos los españoles de bien:
"Vuelvo a casa, a mi amada
tierra, la que vio nacer mi corazón aquí. Hoy te canto para decirte cuanto
orgullo hay en mí, por eso resistí. Crece mi amor cada vez que me voy, pero no
olvides que sin ti no sé vivir. Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón
y no pido perdón. Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer
aquí, honrarte hasta el fin. Como tu hija llevaré ese honor, llenar
cada rincón con tus rayos de sol. Y si algún día no puedo volver, guárdame un
sitio para descansar al fin."
Confieso que la cantante me ha arrancado alguna lágrima. En
una España de la que todavía abjuran algunos, que una mujer como ésta, curtida
en las tablas de muchos años ante el público, haya tenido la valentía y la
coherencia de rescatar el patriotismo en el escenario es un baño de esperanza.
Hermoso gesto de una bella dama capaz de levantar la moral de un pueblo
cabizbajo con su inspiración artística y su sonrisa estimulante. En Sevilla hay
una glorieta en la que campea un Rodrigo Díaz arremetedor y pinturero. El original
lo esculpió la esposa del mecenas estadounidense Archer Milton Huntington, el
fundador de la Hispanic Society de Nueva York
, y lo puso en su película “Ciudadano Kane” Orson
Wells, otro enamorado de España. En esa misma rotonda, hoy muy transitada, se
erige desde la Exposición Iberoamericana de 1929 —mucho antes que el Cid— un
triple arco triunfal en cuyas hornacinas siguen luciendo tres estatuas
femeninas del escultor Pérez Comendador: la de la izquierda simboliza el
trabajo (la “industria”) que aporta la prosperidad; la de la derecha, que
muestra una Inmaculada de bulto redondo en una mano, encarna las artes. Y la
del centro es la Hispanidad, con su escudo de leones, castillos, barras,
granadas, cadenas y un “Nodo” con el que Sevilla se ha colado en las armas
patrias. No cabe duda de que estamos ante una gran mujer, coronada y domeñando
un león a sus pies. El poderío de la Hispanidad, que permanece ahí y renace,
cuando uno menos se lo espera, en la letra, la voz y el coraje de Marta
Sánchez, mujer de bandera.
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