martes, 17 de diciembre de 2019

¿DÓNDE ESTÁ ORTEGA LARA?


En el mitin de cierre de campaña de las elecciones andaluzas que ahora la ministra Montero, por encargo de otros, quiere neutralizar mediante la asfixia económica que ella originó, el partido Vox, entonces apenas floreciente tras el acto de Vistalegre, trajo a Sevilla, a orillas del Guadalquivir, literalmente hablando, a un hombre pequeño de estatura pero gigante como ser humano, que tuvo una intervención memorable. Aquel orador revestido de una modestia franciscana y portador de un bigotito pasado de moda dio una lección de alta política a un auditorio enardecido que acababa de escuchar el himno de la Legión y se encontraba con un ponente que hablaba en voz baja, discreto y tímido, de cuya garganta salieron ideas que algunos entendimos como la columna vertebral de la faena que nos aguardaba.
Habló, sobre todo, de educación, de juventud, de futuro. Se dirigió a las nuevas generaciones en tono de amigo, sin renunciar a los consejos sino administrando sabiduría rebozada de ternura. Ese hombre, que parecía seguir asustado pero que le echó a su discurso un valor y unos valores de los que casi nadie hablaba entonces y que siguen huérfanos hoy, había pasado 532 días de su vida privado de libertad, de luz, de oxígeno y del amor de los suyos, hasta que un guardia civil bajó del mundo al infierno para echarle un brazo sobre el hombro y convencerle de que la vida seguía allá arriba tal como él la había dejado.
José Antonio Ortega Lara fue socio fundador de Vox y su icono hasta que, nuevamente, parece habérselo tragado la tierra. Imagino que algo puede tener que ver aquella tarde en Granada, tras el desalojo del Psoe del Gobierno andaluz, en que fue recibido a las puertas del cine donde iba a intervenir en un acto del partido al grito de “¡Ortega Lara, al zulo otra vez!”. El odio en esta España que lo castiga legalmente si tiene como víctima a unos, campa por sus respetos cuando se ensaña con otros. Y Ortega Lara era el blanco perfecto para ese Caín que sigue recorriendo los páramos patrios buscando abeles.
Lamento que Vox parezca haber perdido a Ortega Lara, que pondría esa nota humanista y paternal que tan bien le vendría a la única fuerza política capaz de captar las necesidades vitales de los españoles, hoy por hoy. Y si es lo que presiento, me gustaría ser yo hoy aquel guardia civil y echarle de nuevo el brazo por el hombro, mientras le susurro al oído algo como “Tranquilo, José Antonio. Las alimañas huyen. Los héroes como tú son inmortales”.

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