Rajoy parece haber encontrado en el anaquel de los pucheros
la pócima mágica con la que una buena meiga remendaría el siete que le ha hecho
a su partido con la retirada de la reforma antiabortista. Ha ido a buscar la receta,
como era de suponer, en la expendiduría de fidelidades acérrimas. Y ¿quién
encarna tal menester? Pues el mismo que levanta su mano para hacer el gesto
instructor al haz de representantes del
pueblo soberano: el portavoz parlamentario. ¿Y qué tarea le encomienda?
Disimular.
Cuando Zapatero le hizo a España el gran siete de su
historia contemporánea, encomendó el mismo a sus dos promesas políticas de
cabecera: las ministras de Igualdad y de Sanidad. Aído —hoy de compras por la
Quinta Avenida— y Pajín —tres cuartos de lo mismo, ambas a la sombra
benefactora de la institución mejor intencionada y más inútil del orbe—
cargaron sobre sus hombros experimentados y robustos de atlantes frente a la caverna la gran misión que
alumbraron los astros con su combinación cósmica: obsequiar a la ideología de
género con el aborto como derecho.
Después, el PP aunó ambos departamentos en uno solo, y lo
puso en manos de Mato. Pero, como manda la lógica y la moral, la cuestión del
nasciturus se concentró en Justicia. El tsunami de las corruptelas se ha llevado
por delante a la ministra de los globos y los jaguares ignotos. Rajoy ha
visto la jugada perfecta ante sus ojos miopes como los míos. "¡Tate!, se
ha dicho, ahora meto otra vez el aborto en Igualdad y Sanidad, y asunto
concluido, que diría mi compatriota Cela". Y ha puesto al portavoz de
ministro de ambas cosas, le ha pasado la patata caliente y le ha encargado algo
muy sencillo: calcar a Zapatero. Ya los asesores, asesoras y zerolos de Aído
marcaron el paso, que consistía en añadir un plus inasumible incluso para los
viejos socialistas a la ley, de modo que siempre se pudiera quedar como
partidarios del consenso y hasta de la moderación podando ese adminículo. Se
trataba de la cantinela de los 16 años. Ahora, el ex alcalde de Vitoria llevará
a cabo la poda, y la ley quedará de dulce para el consenso. Además —esto haría
las delicias de ZP— el ministro de Igualdad y Sanidad se hará cargo de la otra
muleta con la que el presidente quiere disimular su discapacidad para gobernar
desde el pensamiento que le ha votado. Nada menos que la política de ayuda a la
familia va a ser ahora cosa de igualitarios y enfermeros. Magnífico, Mariano.
No hay quien te pueda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario