El premio Cervantes chileno Jorge Edwards ha estado en
Sevilla, para, entre otras cosas, presentar la nueva edición de su ya clásico
"Persona non grata", un testimonio de la experiencia cosechada en la
Cuba furiosamente castrista a la que le llevó, como funcionario de Exteriores,
una misión diplomática enviada por Salvador Allende. "Persona non
grata" ha supuesto más de lo que parece para la historia reciente de
nuestro país, y gracias al papel desempeñado por nuestra ciudad en aquellos
años irreparables de la efervescente oposición al tardofranquismo. Para nadie
es un secreto que el círculo del llamado "clan de la tortilla" (ya
saben, la foto de la excursión a los Pinares de Oromana donde estaba el incipiente
PSOE democrático que, sí, parecía caber en un taxi) fue llamado por las
campañas y las urnas a hacerse con el timón nada más cumplirse la previsible
descomposición de UCD. Pues bien, contó Edwars la otra noche en un restaurante
heliopolitano, ante un grupo de contertulios, amigos y seguidores que tuvieron
el privilegio de escucharle que su libro fue determinante para que España (es
decir, el Partido Socialista Obrero Español) no siguiera el rumbo
revolucionario que había marcado Fidel para Cuba. Ergo hasta ese momento, tal
peligro estaba en el aire de las agrupaciones socialistas. Se lo dijo
personalmente Felipe González al escritor, y al cabo de los años una
confidencia así resulta sumamente valiosa.
Reveló más secretos e impresiones este octogenario que goza de
una salud capaz de digerir sin problemas un buen solomillo antes de acostarse y
después de llevarse cuarenta y ocho horas "hablando como un loro
borracho". La amenidad de su verbo es tan envidiable como su estómago y su
buen humor, que le permite envolver sus trascendentales recuerdos en un papel
satinado que los hace siempre gratos. Se refirió a un Allende visionario, que
quiso redimir a los desheredados subiendo por decreto un 40 por ciento los
sueldos y encomendando a un general, padre de la actual presidenta, el control
férreo de los precios. "La consecuencia fue que la inflación subió un 200
por ciento y, como siempre pasa, el pan se vendió por la puerta de atrás, por
el mercado negro."
Contó también cómo Castro le retuvo durante tres horas y
media la primera noche que llegó a La Habana. "Él habló tres horas"—
puntualizó. Y se entretuvo en las dos novelas que lleva adelante
simultáneamente —ambas con base en historias reales y sumamente dramáticas. Por
supuesto, Neruda fue recurrente en sus intervenciones. Como lo fue Carlos
Barral, el editor bohemio que descubrió al "boom" hispanoamericano.
Donde pinchó Edwards —hasta los Cervantes lo hacen— fue en
Pemán. Interrogado acerca de su opinión sobre el gaditano, apenas esbozó unas
vagas palabras para catalogarlo como intelectual franquista y de derechas.
Fue una velada para pensar en las impresiones de un hombre
de letras que también lo fue, a su manera, de estado y que conoce las
entretelas de nuestro destino histórico como sólo sabe hacerlo un artista de la
escritura. Y es que los misterios acerca de cómo hemos llegado adonde estamos
siempre requieren una nueva explicación, pero sólo algunos saben darla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario