jueves, 13 de septiembre de 2018

OPERACIÓN MONTÓN


Carmen Monton fue una de las pocas personas que permanecieron fieles a Sánchez cuando éste fue defenestrado por la ejecutiva federal, aquel 2 de octubre de 2016, día de los Santos Ángeles Custodios. Estuvo con él en aquellas horas bajas que precedieron, contra todo pronóstico, a la más atrabiliaria etapa de Gobierno, sin elecciones, con un presidente sin escaño, reuniendo en una gavilla siniestra a los antisistemas parlamentarios enlazados por un ahijado político de Zapatero, ese heredero de Rodolfo Llopis que dejó atrás la socialdemocracia para regresar al prefelipismo.
Mientras que la ejecutiva del PSOE echaba por la borda a Sánchez como un lastre cuyo peso hundía al partido hasta profundidades inéditas, y abría así el camino a la superación del “no es no” que hizo al diario “progresista” editorializar —ahí están las hemerotecas, ya digitales— valiéndose de una calificación que hoy atribuiría a la “extrema derecha” como es la de “insensato sin escrúpulos”, Carmen Montón arropaba al líder caído como Penélope al manto en espera de su adorado Ulises. Estaba lejos, en alguna remota región de los miedos que persiguen a los políticos, imaginar que las tornas fueran a dar la vuelta algún día. Pero, como ocurría con los expósitos, la suerte, que es diosa veleidosa, daría siete meses y pico  después la espalda al aparato que había echado un salvavidas averiado a Mariano Rajoy, es decir, a la aprobación de los presupuestos, con sus correspondientes transferencias financieras a las comunidades autónomas, también las socialistas, y sobre todo la mayor de todas, la andaluza, donde una dama trianera se atrevería a lanzar un órdago al perdedor, como a moro muerto, que se le volvería lanza contra sí en una noche de cuchillos largos y cristales rotos en la plazuela trianera de Santa de Ana. Sin Gobierno no había dinero, y sin dinero no hay socialismo, aunque, como decía la otra dama, la de hierro de más allá del muro adrianeo, sea siempre dinero de otros.
El ciudadano —de momento— español Pedro Sánchez Pérez-Castejón es un tipo con suerte. Ganó las primarias y utilizó la moción de censura para llegar a la Moncloa y sus prebendas vitalicias sin más aval que el de todos los que quieren desmontar España y lo están consiguiendo. Claro que también la baraka hay que dominarla, como cualquier ciencia o arte. Franco la cogió en África, con una bala en el vientre que de la obligatoria y mortal peritonitis pasó a ser sólo un estorbo pasajero para la más brillante carrera militar de Europa. Pero había que ayudar, y él se negó a que lo dejaran abandonado en una trinchera del Rif. Gracias a eso, tuvimos… bueno, mejor me callo, que hay mucha mala saliva por ahí.
Sánchez posee baraka. Le han sonreído los hados, como a zetapé. Sólo que el discípulo carece de la pericia que su mentor lucía con la ceja, y desaprovecha una ocasión tras otra, estrellándose sistemáticamente contra el primer escollo que ve. De seguir así, es posible que se rompa las narices él solito, porque en la vida, ese laberinto en el que lo fundamental es dejar un hilo de Ariadna por donde uno va, para no perderse, no basta con  sentirse el rey del mambo. Hay que saber bailar. Y Sánchez sólo sabe hacerlo fuera de la sala de fiestas. Sólo supo bailar fuera de Ferraz, hasta que consiguió que le dejaran entrar gracias a la gente de la calle. En el Parlamento sólo baila al son que le tocan los danzantes de rituales macabros para la Nación. Y en el palacio de La Moncloa, su danza cosecha un traspié detrás de otro, encadenando escándalos y dimisiones.
Es mal bailarín este muchacho. Lo suyo debe ser volar. Lo hizo cuando lo defenestraron, y le salieron alas para volver. Lo ha hecho, nada más aterrizar en la Presidencia, desplazándose a la actuación de “Los asesinos” (“The killers”) con su esposa en un Falcon del Ejército del Aire en una operación cuyo coste ida y vuelta —12.000 euros— iguala lo que cobra mi hija en un año por trabajar nueve horas diarias.
Acabo con un apunte conspiratorio. Se non è vero è ben trovato. Podría ser que el affaire Montón no fuera lo que parece. Podría ser que alguien con sed de venganza en el Partido Popular —que los debe haber a manojitos, como ocurrió con el caso Cifuentes— haya filtrado datos del caso Montón, pero que la incondicional de Sánchez no fuera la presa final y deseada, sino sólo un cebo. Pudiera ser —ya alguien ha dejado caer algo— que los perdigueros y chacales del PSOE —muchos y bien adiestrados— hayan programado la caída de Montón para atraer a los cazadores hacia Casado, ese líder conservador que va derechito a la recuperación de las esencias populares con las que ganaría sin duda cualquier elección en puertas. Sánchez lo sabe, y lo saben sus acólitos. Por eso nos bombardean con el mantra de la “extrema derecha”. Porque le temen. La única manera de evitarlo sería un vendaval, una explosión, o una serie de ellas, de oleadas periodísticas contra Pablo Casado, incurso ya en un procedimiento judicial, que levantaría a sus propios militantes, portavoces del electorado, fundamentalmente a ese 40 por ciento que perdió el Congreso. Cui prodest? ¡Anda que a nadie! A toda la nomenclatura colocada en primer lugar, empezando por los medios paniaguados, que de aquel editorial tan beligerante han pasado a remover directores y echar la alfombra roja de las entrevistas al nuevo timonel. Al partido de los 84 escaños en segundo lugar. A sus aliados después. A los secesionistas con la llave de las cárceles, por supuesto. Y también, claro está, a los profesionales de la política que en las filas de la “derecha” han quedado excluidos, voluntariamente o no, de la nueva etapa.
No sería la primera vez que estratagemas como ésta tienen éxito y cambian la historia de un país. Esta vez sería con carácter preventivo o “terapéutico”. No vaya a ser que la derecha, como ocurriera en 1933, conquiste parcelas de poder por la vía de las urnas. Probablemente nunca sabremos qué pueda haber de verdad en esta hipótesis encerrada dentro de un enigma, como otros de nuestra Historia reciente que han marcado un giro inesperado a los acontecimientos.
CODA. Tras redactar este artículo, ha estallado lo que, lejos de ser una hipótesis, es una tesis, en apariencia al menos, fraudulenta. Es decir, que la operación Montón, de ser cierta, le habría estallado en la cara a Sánchez. No sé. He dedicado muchas horas de mi trabajo a la Universidad y a las tesis, cuando había pocas y buenas. Las cosas han cambiado tanto, que hoy dudo quede algo del género. El problema se remonta a muy lejos, al desembarco de “penenes” (profesores no numerarios), casi todos socialistas, desplazando a catedráticos y titulares prejubilados forzosos. A partir de ahí, las universidades, sobre todo las nuevas, todas de cuño político partidista, han ido devaluando su nivel sin parar, y no sólo en España, sino en toda la Europa de “Bolonia”. De aquellos polvos vienen estos (¿presuntos?) plagios. Y lo que te rondaré, morena.


2 comentarios:

  1. Vis analítica propia de un experto de un Servicio de Inteligencia, envuelta en buena prosa literaria.

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