Y añadió: "Aquí mando yo". ¿Un sargento a un
subordinado? ¿Una marquesa a la criada? ¿Un profesor de antaño a un pupilo
indisciplinado, hibernados como Disney durante medio siglo? No. Tampoco un
nostálgico de resonancias prusianas. Ni Merkel ni Putin. Ni Castro ni Pinochet.
Aunque sí un autoritario; mejor dicho, un tirano… de ocho años o así. He sido
testigo de la escena en la playa, aproximadamente al mismo tiempo que la
agresividad parecía apoderarse del "relato informativo" nacional. Y
todo el mundo se preguntaba cómo es eso… Pues les voy a dar una pista.
La educación. ¿Cuántos años llevamos oyendo cacarear a los
políticos, especialmente a los de la izquierda, sobre el valor irreemplazable
de la educación? ¿Cuántos sistemas docentes han sustituido desde 1970 al plan
Moyano que llevaba un siglo en vigor? ¿Qué resultados ha dado la implantación
de una educación de cuño socialista que ya nadie osa poner en cuestión? Y sin
embargo, ¿han descendido los comportamientos maleducados que casi siempre son
antesala de violencia chulesca? A la vista está. Esas frases registradas por
mis oídos a dos metros en la costa andaluza —por cierto, un lugar de cierto
postín— salían de la boca de un niño y se dirigían a su madre. ¿Cuál fue la
reacción de ésta? ¿Un bofetón? ¡Vade retro! Está penado. ¿Una reprensión
verbal, acompañada de la sujeción de un brazo para forzar la escucha? ¿Una
mirada de dura reprobación? No, una caricia en la cabecita mientras le decía
con palabras de suave dulzura: "Oye, ¿Qué me calle?". El padre —o lo
que fuera— iba unos pasos por delante a su aire, con absoluta indiferencia.
Ésa es la educación que se ha ido abriendo paso desde el
"Llamadme Paco" en esta desdichada España. A veces me cruzo con mi antiguo
maestro, que se conserva como entonces, siempre con una sonrisa en el rostro.
Siendo yo un pipiolo hizo un concurso de redacción. Me dio el premio: un
caramelo. No olvido aquello, porque es el único galardón de mi vida junto al
"Lux et veritas" que me concedió la Concapa de Juan María del Pino.
Pues bien, todavía hoy cuando comento con los amigos la gratísima personalidad
de nuestro docente, nos referimos a él como "don José Luis". Jamás se
nos habría pasado por la mente llamarle "Jose", y mucho menos
"Pepe", como se llama hoy un instituto de enseñanza secundaria de
nuestra región.
Pero vivimos tiempos de "cercanía", tras varias
generaciones de encumbramiento de la libertad igualitaria, que es todo lo
contrario de la libertad. Por eso nadie puede poner en solfa el nuevo FEN
(Formación del Espíritu Nacional, para los iletrados). Y si lo hace, como esa
chica de 18 años que ha cometido el error de pensar que vive en un país libre,
le parten la cara. Son las consecuencias de presentar una alternativa al statu
quo vigente. Y no me refiero, obviamente, al marco legal, que con todo sus
agujeros negros soporta el edificio menos malo de todos. Me refiero a la
realidad nuestra de cada día, ésa que impide a las niñas que acaban de estrenar
el derecho al voto encarar el futuro con esperanzas de mejorar las cosas.
Tantos años de mala educación lo van a poner prácticamente imposible. La
dictadura invisible lo prohíbe. Y quien se niegue a poner la cerviz estará en
el punto de mira, como aquellos prófugos del paraíso comunista que escapaban de
él hacia una muerte segura desde el sector oriental de Berlín, sabiendo que
había una mirilla de centinela posada sobre su cuerpo y que un infranqueable oleaje
de metálicos espinos le aguardaba. Atrás quedaba la Stasi (nuestra dictadura
invisible). Por delante la única libertad que mano humana no podrá nunca
destruir. Para más información escúchese atentamente la letra de esa canción
que supera el paso de los años y reaparece siempre, últimamente en el timbre de
los móviles: "Libre", de Nino Bravo.
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