miércoles, 31 de octubre de 2018

CON LA IGLESIA HABÉIS TOPADO, AMIGO SÁNCHEZ


Para un observador atento, determinados hechos históricos, aparentemente contingentes, marcan jalones sin vuelta atrás y llamados a desempeñar papeles decisivos en el devenir de los pueblos. Tal sucede con la nota hecha pública por la Santa Sede, con toda la oficialidad del escudo pontificio que campea sobre ella. El ex embajador socialista en el Vaticano, Francisco Vázquez, lo ha subrayado sin remilgos: es un hecho sin precedentes.
¿Sabe el Gobierno de Sánchez dónde se ha metido? Bueno, en realidad, habría que preguntarse, desde el día mismo de la moción de censura que alineó al Psoe con sus aliados tácticos si Pedro Sánchez y sus ministros saben dónde están de pie. La jugarreta que han pretendido gastarle nada menos que al Secretario de Estado de la Iglesia Católica y Apostólica reviste los tintes que apuntaba el otro día Rosa María Mateo dirigiéndose a un diputado en Cortes elegido por el pueblo español, no como ella ni quien la ha nombrado. Pero, aparte la catadura moral que a cada uno le merezca la maniobra gubernamental, es tan burda, tan soberanamente pedestre, que cubre a esta promoción de políticos aupados al poder por ya sabemos quiénes, de la peor capa que un mandatario puede arrastrar: la torpeza.
Son imperitos en todo, y han querido engañar públicamente a la más antigua diplomacia del mundo. Son lerdos y han pretendido tumbar a un cardenal con nuncios en el orbe entero valiéndose de un comunicado del gabinete de propaganda al servicio de un doctor que lo es porque copió párrafos enteros de su tesis. No saben dónde se han metido. Imagina quizás la vicepresidenta que en Roma, más allá de la Vía della Conciliazione, rige también la Ley de Memoria Histórica, ese empeño contumaz por repasar las asignaturas suspensas en el último siglo de vida nacional. Pero la raya blanca que cruza el suelo de San Pedro es algo más que un adorno. No la pisaron ni los nazis cuando buscaban a los judíos refugiados por Pío XII, mucho menos la representante de un Gobierno que ha hecho de una sepultura el campo de batalla de sus ideas.
Las palabras las carga, a veces, el diablo, porque él sabe muy bien que en el principio era la Palabra, y que habita entre nosotros. Y eso debe de dolerle tela. Calvo intentó manipular una entrevista cortés en la que el jefe de los embajadores del Papa le escuchó con delicadeza y educación exquisita. Confundió —algo muy común entre los socialistas— el respeto con la sumisión, la disposición al diálogo con la aceptación servil de lo que ella dictaminara, la independencia de su interlocutor con el seguidismo de sus propios postulados. Y la Eminencia, que lo es también en sabiduría —libro de la Biblia, le recuerdo a la ex ministra de Cultura— y en talla humana, ha hecho lo mismo que cualquier otro que estuviera en su lugar y cargo: puntualizar que él no está a las órdenes del Gobierno español sino del Santo Padre, quien a su vez no pierde ocasión de recordar que es Dios y no el hombre quien decide la historia.
Sí, con la Iglesia habéis topado, amigo Sánchez. Habéis pasado a los anales como el Gobierno que arrancó a la Oficina de Prensa de la Santa Sede un comunicado, horas después del vuestro, desmintiendo vuestros embustes. No, ni las inmatriculaciones de inmuebles (sobre todo de esa espinita que tiene clavada la vice y que se llama Mezquita-Catedral de Córdoba), ni los impuestos, ni tan siquiera los abusos (¡qué gran nobleza aprovecharse de este cáncer de la Iglesia!) han servido de nada para forzar la conciencia de la Santa Madre Iglesia, que entierra a sus hijos donde quiere y éstos le piden por sí o por sus herederos espirituales, no donde le dictan los habituales del decreto ley.

lunes, 22 de octubre de 2018

La acreditada marca de estudios y análisis sociales Metroscopia ha elaborado un sondeo, que publican los medios del grupo Henneo (por ejemplo, 20 Minutos) y que otorga a Vox un 5 por ciento de intención de voto, a nivel nacional, con posibilidad, incluso, de formar grupo parlamentario propio. Libertad Digital se hace eco de ello. Reproduzco a continuación un artículo publicado en este mismo blog el pasado 6 de abril, titulado "La hora Vox", y recomiendo la lectura del comentario que hoy mismo acompaña a la información sobre dicho sondeo en el "rotativo" mencionado, del que doy enlace.

LA HORA VOX

La atroz tesitura actual de la política española podría llevarnos a múltiples consideraciones, según el corte de la realidad que eligiéramos. Pero todo es inútil si no miramos al futuro. Cada vez está más claro el fracaso de la partitocracia, un plato que si alguna vez ofreció aroma apetitoso, eso fue hace tanto tiempo que ya sólo provoca náuseas. Los esfuerzos desesperados de la izquierda, con la anuencia de la derecha, por tapar el mal olor actual con la relectura beligerante del pasado, hasta el extremo de castigar económicamente a quien ose destacar las bondades de una época con sus luces y sus sombras, como todas, revela, de una forma descarada y descarnada, la insuficiencia letal de un discurso agotado, incapaz de proponer nada para reconstruir un país devastado por las corrupciones.
Es, pues, la hora de una alternativa nueva, bien imbuida de valores claramente manifestados, algunos arrinconados en el desván de la Historia y otros proclamados a diario y sistemáticamente burlados por los profesionales del engaño. Es la hora VOX. Hay que recordar —y mucho, porque la amnesia colectiva es un atributo muy español— que esta formación política, sustentada en la figura icónica de José Antonio Ortega Lara (532 días, uno detrás de otro, en un “zulo” etarra, aclaro para jóvenes recién llegados y maduros olvidadizos) y en el tesón valiente de Santiago Abascal (diputado del PP en las Vascongadas cuando eso equivalía a un salvoconducto hacia la tumba) se ha mantenido, en la más cruda soledad, al pie del cañón de la acusación popular contra el secesionismo catalán. Y que gracias a esas tres letras el procedimiento para defender a España de los separatistas no ha decaído. Son los abogados de VOX los que han hecho posible que el Estado de Derecho mantenga la compostura frente a sus atacantes, muy especialmente su secretario general, Javier Ortega, que no rehúye si hace falta el debate a cara descubierta con los acosadores en la televisión oficial catalana, insólitamente tolerada por el Gobierno del 155.
La perseverancia en el empleo de la Ley para instar a la persecución judicial del delito sedicioso es un servicio a varias generaciones de españoles que debería recibir en próximos comicios el premio electoral merecido. Ignoro si será así. Todo tiene un final, hasta la indiferencia de un pueblo frente a la lenidad de sus autoridades y a la bastardía de sus lobos. Confío en que la gente recapacite y comprenda, entre otras cosas, que es preciso elegir, ya, entre autonomías y pensiones, que nada de lo que está pasando con una región española hubiera sido posible sin la presencia absurda e insostenible de diecisiete parlamentos regionales; que no debe pasar ni un día más sin que una gran nación histórica como ha sido la española se plantée qué debe hacer para evitar que el precio de la libertad de una mujer sea acabar con la vida de su hijo; que las parejas del mismo sexo tengan su reconocimiento legal sin que haya de ser necesariamente el matrimonio —que es otra cosa— y sin que su derecho a ser padres sea algo separado del derecho de los hijos a tener padre y madre; que la enseñanza libre es algo reservado en primer lugar a las familias, de las que el Estado sólo puede ser garante, no suplantador; que la solución a la violencia no está en generar rencor; y que la economía o respira o se muere, porque tampoco existe la economía de Estado.
Son algunas de las cuestiones que no admiten dilación, y que nada, absolutamente nada tienen que ver con el reparto de poder, los pactos de pasillos o la propaganda. La liberación de Ortega Lara, esa hazaña gloriosa de nuestra Guardia Civil, fue seguida del mayor punto de inflexión que una opinión pública hasta entonces notoriamente anestesiada por el miedo, haya experimentado en sus respuestas al terrorismo: el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un grito se abrió entonces paso en las plazas de España: “¡Basta ya!”. Este lema, unido en nuestra memoria a mares de manos blancas, despertó una lluvia de conciencias, incluso dentro del mundo etarra, y desde luego modificó la actitud de mandatarios extranjeros, sobre todo franceses, creando las condiciones para terminar con “el santuario”, y de paso con las conexiones de Perpiñán, que recorren como un acuífero el subsuelo de lo que está pasando en Cataluña.
Al sacrificio inimaginable de Ortega Lara debemos en buena parte la extinción de una lacra que nos ha atormentado durante medio siglo. Y a la persistencia cívica de sus compañeros en VOX, así como a la clarividencia de Felipe VI, tendrá que agradecer España, simplemente, seguir existiendo. Porque si fuera por otros…
https://www.20minutos.es/opiniones/momento-vox-francisco-camas-garcia-3470891/

lunes, 15 de octubre de 2018

LA ESPAÑA DEL "BABY BOOM"


Más allá de los clichés estereotipados con los que la izquierda acostumbra a saludar cualquier visión del mundo que no sea la suya, la presentación en sociedad con caracteres parlamentarios de una formación política con ideas claras y asentadas en el pensamiento conservador liberal y patriótico debe movernos a una reflexión muy seria acerca de lo sucedido en España desde la muerte del general Franco y lo que esté por llegar en los tiempos que se acercan.
Creo, sinceramente, que estamos ante un cambio generacional de los que marcan hitos en la Historia. Sin pretenderlo, esos dos millones escasos de independentistas —ya separatistas hiperactivos— que han removido las conciencias de españoles resignados a la aceptación de lo inevitable han cambiado el curso de la Historia. En realidad, se trata de un proceso en marcha en toda Europa y por las mismas razones que aquí: la generación del “baby boom” (la mía) ha despertado. Somos tantos, que habíamos desarrollado —a impulsos de oscuros intereses generalmente económicos— un espíritu pastueño confortable y muelle, confiados en que el desarrollo alcanzado durante los días de nuestra infancia, adolescencia y juventud era eterno. Pero la crisis de 2008 lo ha cambiado todo y, probablemente, para mucho tiempo, si no para siempre, al menos en Occidente.
Una sociedad que expulsa del mercado de trabajo a sus mejores, más cualificados y más expertos profesionales a los 50 años para absorber jóvenes seducidos por el señuelo de un enriquecimiento fácil y rápido a los que en realidad va a tratar como a siervos sin futuro es una sociedad terminal. Si a ello unimos el invierno demográfico, es decir, la caída libre de la natalidad frente al envejecimiento de las generaciones del “baby boom”, el cuadro es tan apocalíptico que hasta mis acomodados coetáneos estamos respondiendo a los estímulos. Por ejemplo, al del director general de la Seguridad Social, que se acaba de permitir el lujo de recordar a la generación del “baby boom” que sólo habrá pensiones hasta que ella empiece a cobrar, dentro de diez años. La extrema izquierda que cogobierna en las sombras ya ha presionado, además, para que el Estado se vaya incautando de los planes de pensiones, última tabla de salvación de la generación del “baby boom”.
Coincide este complejo plantel de ataques a mi generación con la llegada masiva de inmigrantes sin documentar y por la fuerza de los hechos consumados. Van para 37.000 personas las que han entrado ilegalmente en España durante lo que llevamos de año. Eso lo dice todo.
¿Quién está pagando todo esto? ¿Contra qué supervivencia va la solidaridad incontrolada? Obviamente, contra la del “baby boom”, que se ha llevado toda la vida cotizando, casi siempre por decreto, para ver cómo su vejez pende de un hilo por culpa de una pésima gestión por parte de los dos partidos hegemónicos de la democracia, de la ideología dominante, dictada por la izquierda naturalmente, y del desorden confiscatorio que ofrece al mundo entero nuestras carteras generosamente. Ésas que han ido quedando esquilmadas a partir de nuestros despidos, porque el mercado quería gente joven a la que explotar mejor.
“La España viva”, rezaba el lema de Vox, coreado en Vistalegre y aledaños por 13.000 personas que acudían desde los más apartados rincones de la geografía nacional atraídos por lo mismo que llenó de indignación la Puerta del Sol o mejor aún la Piel de Toro de gritos como “¡Basta ya!” un no tan lejano día de luto y horror. Es como si la generación del “baby boom”, y otras, mayores y menores con ella, pusieran pie en pared de una vez y por todas, para hacerle un torniquete a esta España que se desangra por dos heridas: la agresión sistemática a los valores tradicionales y el derroche compulsivo de unas autonomías cuyos frutos han sido la secesión y el uso prostituido del dinero destinado a paliar el paro.
Hay una particularidad en todo esto. Algo que socialistas, peperos y separatistas han intentado disimular con éxito hasta que ya la manta no da para más: las generaciones del “baby boom”, las nacidas entre 1960 y 1975, ¡somos mayoría y lo vamos a ser hasta que nos muramos! Así que el invierno demográfico se va a convertir para sus instigadores de la socialdemocracia en su mayor enemigo. La pirámide de edad es panzuda y cada vez va a ir acumulando grasa más arriba. Pero el derecho al voto es vitalicio, a no ser que apliquen la eutanasia masivamente. Pero si continúa habiendo democracia en España hasta nuestro final, intentaremos que ningún Gobierno generalice el uso de la eutanasia. Es ley de vida, nada que ver con ideologías ni menos aún con partidos, estrategias electorales y otras zarandajas que tanto preocupan a los políticos actuales.
En la misma comparecencia mediática, el jefe de la S. Social hablaba del “baby boom” como si se tratara de un enemigo que ataca por sorpresa. Ellos, los que abren de par en par las puertas de la catastrófica sanidad pública española al universo mundo, no contaban con el “baby boom”. Pero resulta que llevamos cincuenta años aquí, hemos visto ya muchas cosas, somos la generación del desempleo (que irrumpió cuando llegamos nosotros al mercado laboral) y del terrorismo (sustituido, cuando ya teníamos muchos años, por el separatismo que es su consecuencia lógica). No nos chupamos el dedo, queridos socialistas. Sabemos que muchos de ustedes también son del “baby boom”, pero ustedes se han asegurado ingresos que nosotros no hemos podido alcanzar, entre otras cosas porque no hemos querido dedicarnos a la política. Nuestros padres nos educaron para que trabajásemos, si era preciso, tan duro como lo habían hecho ellos, para que fundásemos una familia (ya saben, un hombre y una mujer, abiertos a unos hijos y a unos nietos). Ustedes prefieren gentes y modelos de otros países —por ejemplo Venezuela o Irán—, otras culturas, otras religiones y completamente ajenos a la educación que nosotros recibimos. La generación del “baby boom” estaba hasta el gorro de oír hablar de la guerra como si hubiera sucedido el día de la víspera, como si nunca fuéramos a salir de allí. Ustedes, socialistas y peperos, nos han devuelto a esa música triste que nuestros padres —ellos no podían hacer otra cosa, ustedes sí— nunca lograron sacudirse de encima. Nosotros sí lo hicimos, ¿saben? Nosotros miramos al futuro, y cada día que pasa, tanto si nuestros padres viven como si no —mucho más si no viven— miramos a nuestros mayores con una gratitud que, al parecer, ustedes no son capaces de entender. Porque somos hijos de un tiempo, de unos principios, de muchas horas de clases, entonces aburridas, después muy útiles, que ustedes desprecian, como si toda España hubiera vivido una pesadilla huera que se despejó cuando ustedes llegaron para multiplicar por diecisiete los parlamentos, los gobiernos, los tribunales superiores, las embajadas, las lenguas, las culturas, y sobre todo los cargos públicos, el ejército de asesores y puestos de libre designación, los programas de las oposiciones, los sistemas sanitarios cerrados, los libros de texto escolares, el presupuesto de las universidades y academias, las subvenciones a asociaciones y oenegés, los eres, las tarjetas negras y las campañas electorales. Sin olvidar los consorcios y mancomunidades de ayuntamientos, las empresas y organismos públicos absolutamente superfluos pero copiosamente regados de fondos “que no son de nadie”.
En todo ello, queridos enemigos de Vox, se han ido las energías nacionales que este partido intenta recuperar antes de que los de la “estrellada” y los del concierto económico rematen la faena. Y todo eso lo hemos visto, en el patio de butacas, la generación del “baby boom”. Entre otras cosas, queridos socialistas de todos los partidos, como decía Hayek, porque nosotros hemos pagado el espectáculo y vamos a salir del teatro con una mano delante y otra detrás.