sábado, 3 de diciembre de 2022

ÚLTIMOS CARTUCHOS

El enconamiento creciente que domina la vida pública española, de arriba abajo y no al contrario como suele ser habitual, ha entrado en una nueva fase, más aguda y con algo de terminal. Puede resultar fatal para la misma supervivencia de España; en todo caso, ha escalado cumbres cuyos únicos precedentes hay que buscarlos en la dinámica desintegradora de aquella II República tan disolvente como la primera. Alguien ha decidido prender la mecha cuyo fulminante es esa hinchada socialista que sacrifica cualquier reparo de sentido común a la vaca sagrada de la unidad disciplinada. Cómo será de siniestra la película de los hechos, que un mudo Felipe González ha hablado. Es el expresidente la única voz notable de la Transición que continúa con vida. Como suele, se ha hecho de rogar. La ruptura de su silencio proverbial es un indicador evidente de que las líneas rojas se han sobrepasado. En realidad, los pasos amenazantes se vienen sucediendo desde la misma moción de censura que engendró, embrionariamente, un Gobierno monstruoso. Pero ha sido este otoño cuando el trote gubernamental ha mutado en galope y va camino de entrar en paroxismo histérico que puede escribir el peor año de la historia española desde la guerra.

Dentro de esta espiral de enajenación dispositiva, ha habido un incidente parlamentario, inscrito en la semana negra que acabamos de cerrar, con un significado en modo alguno baladí, y que se aparta del folklorismo podemita para revelar un estado de ánimo socialista próximo al ataque de nervios. Tengo escrito en este blog que no convenía perder de vista a un tal Alfonso Gómez de Celis. Lo dije cuando todavía Espadas no era candidato oficial a presidir la Junta de Andalucía. En aquel artículo, que preparé detenidamente para documentarme bien, señalaba varios datos con recorrido futuro. Básicamente, se trataba de llamar la atención sobre un hombre gris que sin embargo era ni más ni menos que el taumaturgo de Sánchez, el que había hecho el milagro de dar la vuelta a su destino y pasar de un PSOE cuyo comité ejecutivo federal había defenestrado con deshonra a su secretario general a otro partido que le reclamaba con los brazos abiertos. El artífice de dicha alquimia no era otro que quien la otra mañana expulsó de la tribuna —a él se le escapaba insistentemente “escaño”— a Patricia Rueda, diputada de VOX, por haber llamado “proetarras” a los proetarras. Tengo para mí que, conscientemente o no, el vicepresidente primero del Congreso pensaba en otros proetarras, no exactamente en los socios del Gobierno. Así lo interpretó —pregunta retórica incluida— desde su escaño (ahora sí) Santiago Abascal al día siguiente dirigiéndose a Sánchez, durante una intervención en la que nadie pudo cortarle el micrófono.

El trianero y eterno rival de Susana Díaz desde las Juventudes Socialistas Gómez de Celis actuó con prepotencia, abuso de superioridad (incluso física), sectarismo y descaro en uso de un rodillo que los socialistas han incorporado a la lectura de la Constitución generalmente aceptada: ellos y sólo ellos imponen lo que se puede decir y lo que no. En la misma tribuna del Congreso donde intentaba hablar la diputada de discurso abortado, se ha hecho trizas un ejemplar de la Carta Magna sin que nadie expulsara a nadie, por no recordar aquí la sarta de ofensas a la democracia desde allí vertidas, del tipo “España nos importa un bledo” y otras lindezas.

Al día siguiente, una envalentonada ministra que en su día difundió un vídeo contando con pelos y señales cómo causar más placer al macho en el acto sexual, se lanzó a la guerra abierta acusando al Partido Popular de fomentar la “cultura de la violación”. Entonces no estaba Gómez de Celis en la Presidencia, sino una Maritxell Batet que reprendió con inusitado enojo a la ministra sexóloga. Todo había empezado, precisamente, días antes, por el famoso comentario de Carla Toscano, también de VOX, sobre el conocimiento exhaustivo de la persona de Pablo Iglesias por su esposa o compañera sentimental. La imagen final de los grupos parlamentarios de la oposición manifestándose a las puertas del Congreso para reivindicar su derecho a hablar en el Parlamento sin ser pisoteados o silenciados, es un escándalo internacional que los medios no han querido “exagerar”. ¿Se imaginan algo así a los pies del Big Ben, ante la Asamblea francesa o incluso en la Plaza del Parlamento de la capital italiana?

Como se ve, la coalición social-comunista se despereza. En ambientes de la derecha decidida se maneja como algo inminente una iniciativa muy seria contra VOX, que culminaría con su ilegalización. Sin dudas, tal cosa sería el detonante del abismo. Pero en todo caso, que el fontanero salvador in extremis de un Pedro Sánchez acabado y forjador de su estrellato entre la extrema izquierda secesionista, apriete el botón de la censura en plena sesión parlamentaria contra el único partido que puede abrir la puerta de salida a su jefe es indicativo de que algo en el PSOE huele a fracaso más o menos desesperado e inminente. Y de que el muñidor de la vuelta triunfal de Narciso Maquiavelo I, con su entrada en acción aprovechando un resquicio oportuno, está recurriendo a los últimos cartuchos de un arsenal cada día más esquilmado, el de la confianza del electorado.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

MI BARRIO, TOMADO POR LA CANALLA

 Son ya muchos años teniendo que soportar la presión de los intelectualoides alimentadores del odio al barrio sevillano de Los Remedios, donde existe una de las más altas tasas de integración social de la ciudad, motivo de ese resentimiento que ha teñido de rojo en todos los sentidos la Historia. En Los Remedios hay de todo, como cualquier mente sana, de las que parecen abundar cada vez menos, puede suponer. Pero predomina la población que se siente a gusto conviviendo con otras personas que le respetan, aunque el exceso desbordante de perros deje por doquier una huella hedionda que ciertamente desdice de nuestro civismo. Esa mentalidad armónica y apacible, que ha hecho posible la formación de estilos hacendosos de vida y la elevación de la renta per cápita por encima de la media local ha situado a Los Remedios al mismo nivel que otros dos sectores de la ciudad: el Centro y Nervión.

Y no por casualidad, la lucha de clases, que no descansa, se ha fijado en esos tres barrios como los blancos de su diana destructora. Ayer mismo, la noche satánica importada que ha conseguido desplazar a la víspera gozosa de Todos los Santos, se convirtió en una pesadilla para los adolescentes de Los Remedios, porque otros menores procedentes de la barriada de La Esquina del Gato en San Juan de Aznalfarache, de Mairena del Aljarafe y del Polígono Norte, se organizaron para sembrar el pánico —puro terrorismo de la peor especie— en sus calles. Resultado: 18 detenidos y 11 heridos, amén de un número indeterminado de jóvenes aterrorizados ante sus mismas casas. Eso en una ciudad invadida por el turismo que, al concentrarse en espacios monumentales y típicos, ni se enteró. La Policía tuvo trabajo: machetes de gran tamaño, navajas, cuchillos de cocina, bates de béisbol y cuantas armas pudieran servir para agredir al prójimo fueron intervenidos o abandonados en la huida de estas bandas de niñatos uniformados de negro y equipados con pasamontañas para ocultar sus rostros, al más puro corte de la guerrilla urbana vasconavarra o catalana. Un chaval de 14 años tuvo que ser operado de fractura de nariz.

No estamos hablando de Harlem, sino de una de las capitales más universales de la cultura europea, hoy nuevamente tomada por el hampa, esta vez compuesta por alumnos de colegios e institutos costeados con el dinero de todos, sobre todo de los que más pagan, como los ciudadanos de Los Remedios. La única línea del Metro sevillano sirve para canalizar los desembarcos de estas huestes que otros fines de semana actúan a cara descubierta bloqueando las calles con sus bolsas de bebidas alcohólicas de alta graduación. No hace mucho, otra vía del barrio fue escenario de una “botellona” masiva en la que un habitante acabó también en el hospital al recibir el impacto de una bolsa cargada de vidrios en la cara por afear a los gamberros que dejaran la entrada a su garaje perdida de orines y vómitos.

Ésta es la realidad actual del otrora barrio más refinado y caro de Sevilla, donde vivía y predicaba el primer presidente de la Junta de Andalucía (socialista, naturalmente), en el que han morado escritores como Manuel Ferrand o Julio Manuel de la Rosa, músicos como Manuel Castillo y toreros como Curro Romero o Paquirri. Por las mismas calles donde ahora campan borrachos y terroristas, entonces huertas del convento carmelita que da nombre al barrio, paseó San Juan de la Cruz. Hoy, las hordas de salvajes animados por la fiesta satánica importada acuden ávidas de sufrimiento ajeno a romper la paz de generaciones que, al menos desde que la droga también hiciera presa en sus filas juveniles allá por los años ochenta, había reinado, trabajosamente, en este núcleo urbano delimitado por el solar de la Feria de Abril —recinto escogido preferentemente por los atacantes para reventar la cita de la juventud del barrio—, el cauce histórico del Guadalquivir y el arrabal trianero, hoy destino masivo de aluviones de visitantes atraídos por una leyenda más o menos fiable.

Mi barrio, donde me crié, a medias con el centro de la ciudad, donde vivían mis abuelos y donde me eduqué con los “padres blancos” de los Sagrados Corazones, está hoy sometido al azote de la barbarie foránea. Una muchachada de feroces criaturas aleccionadas por unos padres igualmente incapacitados para ejercer como tales y por unas redes sociales cada día más nocivas —la televisión, no menos odiosa, ya cuenta poco— ha decidido declararle la guerra. Cromagnon vuelve a la carga. No tolera que nadie sea feliz.

lunes, 26 de septiembre de 2022

EL TIMÓN ITALIANO

 De todos es sabido que los italianos son grandes navegantes. Sin ir más lejos, ahí tienen a Cristóforo Colombo, antepasado sin duda del teniente de la policía de Los Ángeles que en su tenacidad y agudeza, travestida de simplicidad, revela parentesco con el pertinaz descubridor. Por cierto, que la mentada ciudad norteamericana, donde sienta sus reales la meca del cine y por él la mayor influencia en la sensibilidad universal de las últimas generaciones, debe su nombre a la herencia hispana, como tantas otras que el genovés hizo posibles.

En un mundo que ha olvidado su naturaleza terrestre para convertirse en (inter)nauta, la patria de Colón —ampliada y unificada por Garibaldi— ha optado  por el golpe de timón que nos devuelve la esperanza de recuperar el sentido común como antesala de la decencia. Sé que con estas palabras pierdo simpatías, pero tal vez por ventura gane otras. Nadie se escandaliza cuando oye hablar bien del comunismo. Acabo de estar en el Puerto de Santa María, santuario de mis recordados veraneos infantiles. Allí, un par de casas muy lujosamente restauradas aunque bastante destartaladas, albergan a la Fundación Rafael Alberti. Una parte nada desdeñable de la exposición permanente está dedicada al Alberti comunista, endiosado por la progresía española. Las visitas son continuas, previo pago de su importe. Unos metros más allá, frente al convento de la Concepción, se levanta la casa de Pedro Muñoz Seca. Una lápida bastante sucia reza así: “Los pueblos que honran a sus hijos ilustres, se honran a sí propios. El Puerto de Santa María a Pedro Muñoz Seca. Nació este insigne comediógrafo y poeta en esta ciudad el día 20 de febrero de 1879.” La inscripción, en relieve, está fechada el 8 de septiembre de 1920, y la adornan máscaras de comediantes, una lira, una pluma, un libro abierto y una rama de laurel, todo ello bajo una torre del castillo de San Marcos precedido de las arenas del río a punto de ser mar, el histórico Guadalete.

Cuento esto como ilustración de la desigualdad estridente que se aplica a unos y a otros. Alberti, tras su incierta presencia en el Madrid republicano de la guerra, donde las checas regían la vida y la muerte (verbi gracia, Paracuellos del Jarama), marchó al exilio, más o menos dorado, en Roma primero y en varias repúblicas americanas después. En uno de los paneles se reproduce una alabanza suya sin pelos en la lengua, que él dominaba tan excelentemente, a los regímenes soviéticos que había visitado, de paso. Nadie se lleva las manos a la cabeza por ello. Pero a Muñoz Seca, como se encarga de recordar su sobrino Alfonso Ussía, le fusilaron aquí en su patria, nadie sabe bien por qué, aunque se sospecha que por haber estrenado meses antes “Anacleto se divorcia”, farsa de la reciente ley que autorizaba la ruptura.

El doble rasero nos ha acompañado a los españoles a lo largo de nuestras vidas desde hace más o menos dos siglos. En el fondo, se trata del zafio juego de las vendettas. Quien gana una guerra, se aprovecha de su victoria hasta las heces. Y después le toca el turno a los perdedores, como estamos viendo en nuestros días y en nuestra nación. Europa ha vivido desde la II Guerra Mundial a la luz o bajo las sombras del resultado de la contienda, lo cual ha distorsionado no pocas cosas, como por ejemplo la división en dos mitades por un telón de acero invisible, salvo el muro, pero feroz que tardó casi cuarenta años en ceder a la presión de los pueblos. De eso no hablan los comunistas. Ni los de antes ni los de ahora, ebrios de “memoria democrática”. Los italianos se han hartado de tabúes y prohibiciones tácitas. Ignoro si tras la Meloni se oculta algún monstruo fascista. Colgar de los pies para su escarnio los cadáveres de una pareja linchada no me parece en todo caso la imagen más saludable de la democracia. Hasta no hace mucho, los comunistas han participado en el Gobierno de Italia, y nadie abría el pico. El Parlamento europeo —cuya mayoría actual no me parece digna de encomio— dictaminó hace algún tiempo que tanto el nazi-fascismo como el comunismo eran regímenes condenables y recomendó a los estados la incorporación de dicho rechazo a sus normativas. La respuesta del Gobierno social-comunista español fue reactivar la persecución del franquismo.

Llega el momento del golpe de timón para la política italiana. No creo que ni la vencedora en las urnas ni nadie con la cabeza sobre los hombros en las altas esferas del país vecino abogue a estas alturas por la vuelta a los totalitarismos. En todo caso, el bloque de derechas no es sólo el partido Hermanos de Italia. Pero lo indudable es que hay mar de fondo en la opinión pública europea, y estas corrientes exigen un manejo audaz del timón. Tras décadas de adoración al becerro de oro de la izquierda, disfrazado de progresismo, el arco parlamentario empieza a mutar, como ya lo hizo hace tiempo en Hungría y Polonia, por ejemplo. Aquí, en España, mientras una ministra corta la cinta de la era pedófila —lógico, tras el aborto, la eutanasia y la deseducación— y se erige en la moralista mayor del reino, acaba de estallar la tormenta de la división en la derecha radical por las ínfulas de una mala perdedora. Pero eso es otra historia, la desgraciada historia del también marinero mal de altura, que nos persigue desde Juana la Loca hasta Rafael Alberti.

martes, 6 de septiembre de 2022

MARÍA, UNA HISTORIA DE PELÍCULA

 Ésta es la historia de María, una sevillana de 26 años, hija de familia numerosa —ocho hermanos— a quien la guerra de Ucrania sorprendió cuando esperaba su primer hijo, fruto de su matrimonio con Orest, joven ucraniano empleado en los Juzgados de una ciudad, Bila Tserkva, situada a ochenta kilómetros al sur de Kiev. María Pérez Núñez sufrió, como tantos otros damnificados de la invasión rusa, el horror de las explosiones, el éxodo masivo, la angustia de familias enteras que, en cuestión de horas, hubieron de abandonar sus hogares con lo puesto para salir del infierno en el que se había convertido su país. María llegó a Ucrania hace una década, adolescente aún, llevada por los suyos en misión del Camino Neocatecumenal. Allí terminó su educación, aprendió el idioma, hizo amigos y conoció a su esposo. La madrugada del pasado 24 de febrero, María y Orest apuraban el sueño, junto a su perro, Yango. Lo que sigue es el relato de unos hechos tal como los fue anotando en su teléfono móvil esta mujer de alma recia y voz dulce. Lo hizo en forma de carta dirigida a su marido, y abarca desde el primer ataque ruso hasta la separación de la pareja, próximos ya a la frontera húngara.

 

“Nos hemos despertado por un fuerte estallido, nos hemos mirado esperando que no fuese nada serio, esperando que se tratase de fuegos artificiales. Miramos la hora, las 05:40 de la mañana, aún no ha amanecido y es una hora poco convencional para tirar fuegos artificiales. Tú coges tu móvil y entras en internet para ver de qué se puede tratar, entonces me das un toque en la pierna, yo aún tumbada en la cama, te incorporas rápidamente y me dices "esto ya ha empezado, han sido misiles, Putin está atacando, vamos". En ese momento no sabes qué pensar, cómo reaccionar, casi por inercia nos vamos al cuarto de baño que tenemos en la planta inferior, ya que es la única habitación que tenemos sin ventanas. No nos lo podíamos creer... ¿cómo podía ser eso posible? Sin pensarlo comenzamos a llamar a nuestros padres, hermanos, amigos y compañeros, para cerciorarnos de que lo que hemos escuchado sea real y saber cómo estaban todos. Tu madre no oyó nada, prácticamente la despertó nuestra llamada, y al igual tu hermana. Tu padre de guardia en Uzyn, él sí se había enterado del enorme estallido. Yo llamo a madre, mientras tú buscas más información y logras enterarte de lo que está sucediendo. Mi madre también lo ha oído, ellos llevan ya una hora despiertos por lo mismo, además me cuenta que en Kiev también se ha escuchado. Tú entonces me cuentas que la información en internet indica que los rusos nos han atacado tirando misiles por diferentes ciudades de Ucrania, yo entro en pánico, me cuesta respirar, aún en el baño encerrados, no puedo pensar con claridad, solo puedo andar de un lado a otro sin saber qué hacer. Esperamos un poco más encerrados en el baño, por si sucediera un nuevo ataque, pero hubo silencio. Recogimos a Yango y lo metimos con nosotros al baño, él no se había enterado de nada, seguía dormido, volvemos a llamar a nuestros padres, los tuyos no se lo pueden creer, los míos ya están preparando maletas para salir de Zhytomyr y dirigirse a Mukachevo, esperando que esto solo sea un mero ataque y poder volver a casa en unos días. Mientras, tú y yo seguimos en el baño, silencio, decidimos salir y comenzar a preparar maletas, esto pinta mal, es grave y hay que actuar, mientras yo preparo cosas tú sales a fumar y de nuevo se vuelve a escuchar una nueva explosión, esta vez algo más lejos, más leve, sigo preparando mochilas y maletas de huir. Entonces decides que irás al banco a sacar el dinero de la cuenta y después repostarás el coche para tener el depósito lleno en caso de emergencia, aún sin creérnoslo. Yo sigo en casa preparando cosas, mi cabeza no piensa con claridad, no me deja ser práctica, no me permite preparar las cosas necesarias, encuentro documentos, ropa y medicinas y me hago de todo eso. Tú llegas a casa y me dices que te han llamado del trabajo, que tienes que ir a trabajar... en ese momento se me paró el corazón, ¿qué trabajo? Te duchas mientras yo te plancho la camisa, te preparas y te vas, ni café ni desayuno, ni nada, te digo que me mantengas avisada de lo que sea, estoy preocupada, nerviosa, ansiosa, bloqueada... me quedo sola en casa y sigo preparando cosas, me ducho y cojo agua en la bañera, por si acaso, ¿quien sabe? El tiempo ya no importa, ni la hora, aunque pasa muy deprisa, no hay más explosiones, pero la gente ha entrado en pánico y ya se escucha el barullo de la ciudad, coches corriendo de un lado a otro, gente dirigiéndose a los supermercados.... esto es impensable. Me llamas y me dices que vaya a por suministros, mejor evitando supermercados, y a por agua potable en garrafas, me dices que tenga cuidado, que no me sobrecargue y que mantenga la calma, estoy de 5 meses y medio y todo esto puede afectar a mi embarazo, intento tranquilizarme aunque es una tarea imposible, intento ocuparme haciendo caso a tus instrucciones. Empiezo a recibir mensajes de España, allí se han despertado con la noticia y es un bombardeo continuo, me pongo muy nerviosa conversando con ellos a la vez que preparo cosas. Voy a la tienda al lado de casa, a comprar suministros, no hay pan, me han guardado una pieza, no hay harina, ni arroz, ni pasta, ni azúcar, ni sal... compro lo que puedo y lo que veo que será útil, vuelvo de nuevo a casa con la compra y me voy de nuevo a por agua, esta vez creo que he llenado 5 garrafas, pero no estoy segura, la cabeza me da vueltas. Llego a casa y no sé qué hacer, no debería, pero me fumo un cigarro, mientras contesto algunos mensajes que me llegan desde España, todo muy subreal y sinsentido, nuestro vecino decide ir a trabajar, es taxista y su hermano y mujer intentan convencerlo de que se quede en casa, se nota el miedo y pánico en las personas, ¿cómo puede cambiar la vida en tan poco tiempo? Tú sigues en el trabajo, me llama tu hermana, está volviendo de Kiev, me recogerán con Yango y nos iremos con ellos a casa de Valia, ella tiene sótano en su edificio, dicen que allí estaré mejor. Tardan mucho en llegar y tengo que hacer tiempo, no sé en que entretenerme, mi padres ya han salido de Zhytomyr, se van a la frontera, van a cruzar, esto es muy serio, dijo Cesar. Yo hago tiempo, hasta que llegan y me recogen, me llevo a Yango y llegamos a casa de Valia. Estoy asustada, pero me he ido con la esperanza de que esta tarde me recogerás y nos iremos a casa, pienso que no puede ir a mucho más. En casa de Valia estamos nerviosos, están allí Solomia, Denis, Vika y el niño, además de su gato, intento tranquilizarme, no sé ni qué pensar, mi madre me llama y me dice que será mejor que intente llegar a la frontera, ellos cruzarán y me esperarán en Hungría, ¿pero como te voy a dejar allí?? Por tu trabajo no puedes salir de allí, y yo no puedo dejarte, tengo miedo, dudas, inquietud, dolor... seguimos pensando qué hacer. Entonces llegan tus padres, están nerviosos también, como todos, sin saber qué hacer, pero ellos no quieren salir de allí, entonces Vika plantea la idea de cruzar a Polonia, yo podría ir con ellos, ¿pero sin ti? Ellos se preparan para salir, yo no quiero irme con ellos, no puedo irme sin tí, tú me intentas convencer de que es lo mejor, pero no puedo pensar con claridad, tengo miedo y no me imagino sin tí, ¿qué voy a hacer yo sola? Decido que no me voy con ellos, me quedo contigo, nos iremos al pueblo y estaremos allí, pero tú sigues insistiendo y tus padres también... no sé qué hacer, sé que estás asustado, que te preocupas por mí y por el bebé, pero yo estoy preocupada por tí. Los demás (Valia, Vika, Solya, Denis, Nazar, Masha, Olía, la abuela y los niños) ya han salido de Bila Tserkva, yo he dicho que no y es no, pero tú me sigues convenciendo, y algo en mi me dice que será lo mejor, aunque me duela, entonces los llamas y me llevas a donde están ellos, son tres coches, hay sitio para mí, hay muchos coches intentando salir, mucha gente, tardamos, llegamos donde ellos me esperan y nos despedimos, qué dolor, fue rápido, había que salir ya, lloro, te digo que te quiero, te doy un beso y me monto en el coche, algo en mi se rompe, me maldigo por mi decisión, ¿cómo he podido ser tan cobarde y dejarte ahí? Ya nos alejamos, muy lento por la cantidad de coches que intentan salir. El plan es llegar hasta Jmelnitski, hasta un pueblo llamado Gorodok, alli nos esperan familiares de Valia que nos acogerán a todos y después de descansar salir hacia Polonia. 14 horas de coche, en las que sigo en shock, no nos dejan repostar más de 20 litros de gasolina, estamos nerviosos, las colas en las gasolineras son kilométricas, todos están asustados, usan hasta los carriles contrarios para circular, empiezan a aparecer puestos de guardia, barricadas, el tráfico es lento y todos están nerviosos. Yo solo puedo pensar en ti, duermo un poco en el coche, estoy muy cansada, pienso en tí, en nosotros y qué va a pasar, en que no sé si te volveré a ver... lloro cada tanto, estoy agotada, bloqueada, hablamos varias veces por teléfono, estás bien, pero no me quedo tranquila. Después de esas 14 horas llegamos al pueblo, allí parece que no han bombardeado, está la cosa tranquila. Nos acoge el sobrino de Valia, tiene una casa muy grande y bonita, pero yo solo puedo pensar en tí y en esconderme para fumar, en qué momento después de todo lo que hemos vivido nos toca vivir esto. Te necesito tanto, el cansancio me lleva a entrar en bloqueo pero no puedo dormir más de una hora seguida, me despierto a cada rato y me preguntó cómo estarás. Nos dan de desayunar, hemos llegado a las 9 de la mañana, y me recuesto a descansar, tengo las piernas hinchadas. No puedo descansar, prefiero pasear y me voy con Solya a comprar varias cosas, te compro tabaco y me fumo un cigarro con Solomia, está flipando, pero me entiende. Volvemos a la casa, solo sabemos leer las noticias y con ello nos vamos dando cuenta de que en realidad esto es más fuerte de lo que pensamos. Preparamos la comida, y nos planteamos ir a misa por la tarde, la parroquia preciosa, y el pueblo estaba en calma, eso me transmitía tranquilidad. Sigo hablando con mi madre en todo momento, y contigo por supuesto, te echo de menos, me siento muy sola sin tí. Entonces llega la noticia de que a los hombres no los dejan salir... entonces no se irán a Polonia, estoy sola en un lugar que no conozco, sin tí, sin mi familia y no sé qué hacer. Decidimos ir a rezar el Rosario. Entonces a la vuelta nos dicen que todo se apaga, que hay que mantener todo apagado. Hablamos por teléfono, has hablado con Kostia, Miriam está muy mal, los nervios pueden con ella, quiere ir hacia Mukachevo y quedarse allí, estaban en Meronivka. Kostia decide que llevará a Miriam a la frontera, y entonces tú decides salir con ellos, recogerme y llevarme junto con ellos a la frontera. Ni te imaginas, mi vida, la alegría que me dio oír que te volvería a ver, esa noche no pude dormir, estaba ansiosa por verte, no lo podía creer, te espero. Sé que el camino es largo, pero te voy a ver. Llegáis sobre las cuatro de la madrugada, todo estaba oscuro, Solomia me cedió su cama para dormir y que tú pudieras dormir en la mía, necesitabas descansar, yo lo entendía. Kostia y Miriam fueron a dormir a otra casa, al día siguiente decidiremos qué hacer, no es fácil, el camino es largo y puede ser peligroso. Nos despertamos sobre las 10, pude dormir un poco, la tranquilidad de que estabas cerca de mí me deja descansar, y solo puedo pensar en lo afortunada que soy de tenerte, de que Dios hiciera esa maravillosa historia con nosotros, me lleno de fuerza al ver que estamos en comunión, que nos queremos, que piensas en mí y en el bebé, y yo pienso en tí, porque te quiero muchísimo, más de lo que te imaginas.”

 

Aquí se interrumpe el “diario” de María Pérez. No así su historia, ni la de su hijo y su marido. María prosigue con Orest y sus amigos Kostia y Miriam (testigos, además, de su boda) el viaje del exilio, pero no hacia la frontera polaca, sino camino de la húngara, donde les esperan sus padres y algunos de sus hermanos (dos viven en Sevilla). El decreto prohibiendo la salida de Ucrania a los varones en edad militar había sido publicado a las diez de la noche. Definitivamente, Orest no podría acompañar a María más allá de la frontera. Ni siquiera acercarse al límite. Así lo cuenta María: “Yo me enteré del decreto por mis padres, que en ese momento llegaban a la frontera para salir y vieron cómo un montón de coches salían de la cola y daban la vuelta. Miriam era italiana. Tanto su marido como el mío decidieron seguir con nosotras hasta la frontera, y allí nosotras la traspasaríamos a pie.”

Este último trayecto, de Gorokov a la frontera, lo hicieron en dieciséis horas, que unidas a las catorce anteriores hacen un total de treinta horas de pesadilla en las carreteras en guerra del país donde María tenía su vida y a sus seres queridos. Llevaba con ella a su hijo. “Las últimas horas fueron las más tortuosas. Ya había entrado en vigor la Ley Marcial, y a la caída del sol todo debía permanecer a oscuras. Allí entonces anochecía a partir de las cuatro o las cinco de la tarde. Asustaba mucho, sobre todo cuando sonaban las sirenas antiaéreas. No sabías por dónde te venían.” Aquella misma mañana, pues, los refugiados se pusieron en marcha, junto con una hermana de Orest. No esperaron al día siguiente. No estaban las cosas para dilatar el viaje.

Llegaron a la ciudad fronteriza de Mukachevo, donde otra familia en misión les acogió y un sacerdote italiano que les conocía les dejó su casa. Entonces surgió una nueva dificultad en su epopeya: los ucranianos habían retirado los rótulos de las localidades para entorpecer el avance de los rusos. No sabían dónde estaban. Las señales GPS podían servir para geolocalizarles. Eran peligrosas. También las llamadas de móvil e Internet podían servir para dar pistas. “Abríamos el Google Maps simplemente recargando de vez en cuando el mapa. Pero sin ver in situ los nombres de las poblaciones no teníamos ni idea. Cinco personas en un coche. Decidimos tomar carreteras secundarias, pensando que sería más seguro. En caso de ataque, pensamos que atacarían a las principales, donde había mucha gente. La gasolina escaseaba. En Ucrania las carreteras secundarias son un camino de cabras. Íbamos a velocidad muy lenta. Encontramos una gasolinera abierta en un pueblecito pequeño. Sólo pudimos repostar 20 litros, y muy cara. Y para colmo, apareció una patrulla del pueblo, civiles a los que les habían repartido armas. Nos preguntaron, y al responderle dijeron a Orest y a Kostia que por qué las mujeres no seguían a la frontera solas con el coche. Pasamos mucho miedo. Todo el mundo tenía armas y nunca se sabe cómo está cada uno de buenecito de la cabeza. Eso fue toparse con la realidad más cruda. A partir de ahí, a la salida de cada población había barricadas, donde te paraban, revisaban el coche entero, te pedían los pasaportes. Esos controles nos ralentizaban muchísimo. Seguimos avanzando, aunque muy lentamente, con paradas de horas por la zona de las montañas. Una abuelita nos dejó pañales a mi amiga y a mí. Como estábamos embarazadas las dos, si no había dónde pararse para ir al baño…”

Sonó la hora decisiva, y entonces se vio a una madre que aún no frisaba la treintena cruzar en soledad el umbral de una tierra abrasada por el fuego de la guerra, buscando un futuro en paz. “Llegamos a nuestro destino, Mukachevo, a las nueve de la noche del día siguiente. Descansamos, nos duchamos, cenamos. Ahora se trataba de decidir cuándo pasábamos la frontera. Empezaron las dudas. Miriam no quería salir y dejar dentro a su marido. Ella estaba de dos meses. Su marido no tenía que volver todavía a Kiev para trabajar, porque la tabaquera donde trabajaba había cerrado temporalmente. Orest tenía permitido faltar dos días como mucho. Yo no podía volver atrás. Durante un par de días estuvimos allí, ellos dudando y yo diciendo que pasaba la frontera, pasándolo muy mal, por supuesto, porque lo dejas allí y a ver cuándo lo ves, si lo ves. Es muy duro.”

Hasta el último minuto, la tormenta de sentimientos se desató en el interior de María. “En mí, en ese momento, prevalecía el pasar. Yo tenía que ser consecuente. Estaba embarazada de seis meses. Si no lo hubiera estado, lo más seguro es que me hubiese quedado. No hubiera llegado a Mukachevo. Me hubiese quedado en mi casa aguantando el tirón. Pero yo tenía una responsabilidad y tenía que velar por la vida que viene, y protegerla. No la puedo proteger viviendo en tensión ni corriendo. En ningún momento dudé si tenía que salir. Me dolía, pero no lo dudé. Sentía el dolor de saber que tenía que salir y que él se iba a quedar atrás. Yo tenía muy clara la idea: yo había salido por algo muy concreto: por preservar una vida. Hasta que no estuviese segura no se me planteaba el rebelarme contra lo que había hecho. ¿Que tenía ganas de irme a mi casa? Sí. Pero que tenía muy claro en ese momento lo que tenía que hacer, también.”

Es de suponer que en situaciones extremas como ésta, hay un punto de no retorno en el que ya no se mira atrás. Para María, esta frontera interior la marcó la cercanía de Hungría. “En vista de que mis amigos no se aclaraban, decidí irme yo sola a la frontera. El problema es que en esa ciudad la gente estaba nerviosa porque al ser una ciudad fronteriza casi todos los que estaban huyendo estaban parando por allí. Los habitantes se sentían un poco invadidos y estaban enfadados. Había pocos suministros en los supermercados, y además estaban llamando a sus hombres para llevarlos al frente. Temían que los hombres de zonas conflictivas fueran hasta allí mientras a los de allí los movilizaban. Se formaron grupos que buscaban a hombres forasteros para expulsarlos. O los llevaban a la frontera, porque allí les detenían para deportarlos. Estábamos bastante asustados, pensando que no cogieran a estos dos y se los fueran a llevar. Cuando decidí que pasaba, le pedí a mi amiga que me llevara para no acercar a los hombres a la frontera. Nos subimos las tres en el coche y nos fuimos a la frontera con Hungría.”

María partió a las seis de la tarde del 28 de febrero, dispuesta a pasar la frontera de un país en guerra a pie y embarazada. Cuarenta minutos en coche. Las colas de automóviles apenas se movían. Dado que las otras dos mujeres iban a quedarse en Ucrania, despiden a María y dan la vuelta. “Recuerdo que hacía mucho frío, y que veía gitanos por todas partes. Allí hay muchos gitanos húngaros, que viven en la zona de Ucrania. Generalmente no tienen pasaporte. Estaban intentando pasar a la Europa Comunitaria confundiéndose con los refugiados ucranianos a los que no se les pedía pasaporte. Pero Hungría no les acogía, por lo que Ucrania había decidido no dejarles salir. Allí había miles de mujeres con niños. Eran asentamientos, con sillas y enseres. La verdad es que me intimidó. Aparte estaba la cola de los ucranianos que intentaban salir a pie, unos trescientos. Cuando yo me veo allí sola, rodeada de gitanos, oscuro, hace frío, tengo trescientas personas delante, además sólo dejaban pasar grupos pequeños, a un ritmo muy lento... Pensé que me quedaban allí muchas horas. Los puestos estaban absolutamente militarizados. Se veían metralletas por todas partes. A la media hora me llamó mi cuñada y me dijo: “Tú saca barriga, te vas a un guardia y le dices que estás embarazada”. Me dio mucho apuro, porque allí había mujeres y niños chicos esperando igual que yo. Me dije “eso es caradurismo puro”. Mi cuñada insistió. Me acerqué a un guardia y me dijo que me pusiera al principio de la cola. Hablé con las personas que estaban allí. Les pedí disculpas. Les pregunté cuántas horas llevaban allí. Me dijeron que siete horas. Entonces me sentaron, me trajeron un te. En ese momento me llamó mi madre. Me pongo a hablar con ella. Hasta entonces había hablado ucraniano. Al oírme hablar, un guardia me pregunta de dónde soy. Le digo que de España. Se sorprende. Me pregunta si soy de “España, España” y si mi pasaporte es español. Me pregunta qué hago en Ucrania. Le digo que estoy casada con un ucraniano. Dice “esto no puede ser”. Se va para la garita. Vuelve con un papel sellado y me indica que pasara. Llegué a la frontera con Hungría. Allí no tuve problema. Mis padres no pudieron llegar porque no dejaban llegar a los coches. Te ponían un microbús para llevarte a un emplazamiento donde estaban los refugiados. Llamé a mis padres. Les dije que les encendía mi ubicación en wahtsapp y que así seguían al microbús donde yo iba. Todo estaba muy bien montado. Estaban repartiendo bebidas calientes, ropa, comida a todo el que iba llegando. Tenían albergue, baños, un servicio de coches para traslados. Incluso pagaban vuelos.”

De Hungría a Sevilla, María y su familia viajaron por carretera en la furgoneta familiar durante dos días hasta llegar a su destino el 2 de marzo. María no recuerda la hora de llegada. Al fin estaba en casa, a salvo, aunque en aquella Ucrania en llamas quedaba el padre de su hijo. Mark, que así se llama este último, nació en Sevilla el 16 de junio de 2022, a las 0,16 horas. Fue un parto también inesperado —cumplía el día 21—, pero todo salió finalmente bien. Se adelantó porque María perdía líquido. La bolsa estaba fisurada. Tras la odisea, no es nada extraño. “La dilatación, dos empujones y quince minutos en el paritorio”.

 

María ha vuelto a Ucrania, con su hijo y acompañada de sus padres. Allí, Orest ha conocido a su vástago, el momento más ansiado. Rusia sigue ocupando una parte del país vecino. La guerra continúa, aunque más localizada. Pero esta sevillana del Polígono de San Pablo no se arredra. “Hombre, vuelvo con miedo, pero tengo muchas ganas de volver, de estar con mi marido y mi hijo en mi casa. Y seguro que si pasa algo yo me vuelvo para atrás. Tonta no soy. Entonces tenía que velar por la vida que tenía dentro. Ahora la tengo fuera, pero es lo mismo. Tengo que buscar la seguridad, no tanto para mí como para él.” Y para María Pérez, como para su hijo Mark, la seguridad se llama Sevilla.

 

 

 

“Si no te roza el viento, no vives” 

Con 17 años, cuando María marchó a Ucrania, era una muchacha rebelde, harta de que en casa se hablara “machaconamente” de Dios. Hoy, y más tras su vivencia como refugiada, tiene muy claro que en el camino de la vida, como en el de su peregrinación de Bila Tserkva a Sevilla y vuelta, “Dios ha sido…todo”.

Tras su llegada a Sevilla, nuestra heroína no podía dormir. Presentía el estallido de los misiles. Pasó un largo mes hasta que pudo descansar una noche entera. Ahora, tras las reflexiones de este tiempo de maternidad, se dirige así a los lectores: “Yo veo que en España los jóvenes están cada vez más asustados a abrirse a las oportunidades. No sólo me refiero a lo laboral o a los estudios. Personalmente, veo que los jóvenes están cada vez más asustados en las relaciones personales. No quieren comprometerse. No quieren arriesgar por nada. Ellos quieren vivir su vida y que no les roce el viento. Es muy triste, porque si no te roza el viento no vives, no tienes todo lo que te puede dar la vida. Estás viviendo al final una vida muy pequeña, sólo con lo que tú piensas que te puede dar la felicidad, cuando realmente hay mucho más, simplemente con abrirnos y vivir lo que hay a nuestro alredor y disfrutarlo. Ahora, a la mínima que falla, fuera. No damos oportunidades ni queremos perdón, ni nada.”

(Publicado por ABC de Sevilla el 5/9/22)

lunes, 15 de agosto de 2022

MIL VARAS DE NARDOS

Dos años sin tenerte amurallando la Catedral con tu procesión escoltada por vencejos y primillas. Como un mal sueño, nuestras vidas contarán ya para siempre, hasta que veamos tu rostro sonreír por los siglos de los siglos, con dos procesiones menos de aquélla por quien reinan los reyes. Las manos pudorosas de las otras vírgenes, las hermanas de la Cruz, han vuelto a cruzar el agosto sevillano con tu ropa de Reina, para ponerte guapa, como te quiere ver Sevilla desde que San Fernando te trajera, de brazos de San Luis su primo, una vez que los ángeles terminaron su tarea y las gubias celestiales abandonaron su labor en el punto culminante, a las puertas de la perfección, que sólo incumbe a Dios.

Tras esta privación que ha sido como una cuaresma de dos docenas de meses, sólo rota, de manera fugaz, para conmemorar los setenta y cinco años de tu patronazgo, María Santísima de los Reyes, vuelves a asomar a la plaza que lleva tu nombre a las ocho de la mañana, que, como cantaba el Pali, “es la hora que sale mi soberana”. Volverás a bailar en las cuatro esquinas del primer templo como queriendo abarcar a la ciudad toda, como los cuatro vientos del Giraldillo —en realidad Giraldilla— cuando daba vueltas sobre sí. Tus cuatro macizos de nardos volverán a estallar jubilosos y albos, inundándolo todo de aroma inconfundible a verano que declina. Cuatro posas (giros) y cuatro fuentes de mantecosa miel subiéndote como ayudas de los costaleros de Bejarano al cielo con ella, igualito que los dos brotes que asoman —otras fechas, otras flores— en las esquinas delanteras del palio de la Esperanza.

Este mayo de agosto eres asunta porque tu Hijo así lo quiso. Vuelves a Él, ahora la Madre al seno del Hijo en el Padre que todo lo puede. Anda, misterio… Y contigo, Sevilla sube también, y nuestros corazones, ya ajados por el calor, rejuvenecen, fieles a la cita, como los peregrinos de los pueblos de la Diócesis, que hacen su camino andando para subir contigo. Todos los prodigios de Sevilla se aceleran, como nuestros corazones, cuando la mañana fresca de agosto marque la hora cero de las devociones de Sevilla. Tú eres la que nunca falla, decía mi padre. La otra tarde, en la novena, el arzobispo pulsaba, tal vez sin quererlo, una tecla fundamental del concierto de mi vida. Yo llegué a ti, Virgen de los Reyes, de la mano de mi padre, que a su vez te recibió de los suyos. Cada tarde, cuando yo volvía del colegio, una talla que te reproducía en pequeña escala, me recibía en la casa de mis abuelos. Otra tarde, de vértigo infernal, de esas con las que no contabas pero que también salen a tu encuentro, él, entre lágrimas, me dijo esa frase: “Confía en la Virgen de los Reyes. Ella nunca defrauda.” Al tomar un taxi para ir a trabajar, allí estabas tú, en tu medalla, colgando del retrovisor. No, no fallas al cristiano que te busca como te buscaba el Rey Sabio en sus Cantigas. Decía monseñor Sainz Meneses: “No tengáis miedo. La Virgen de los Reyes va con vosotros de la mano.” Y entonces comprendí —confieso que emocionado— que si de una mano me cogía mi padre, como San José al Niño Jesús, de la otra siempre me ha llevado mi Madre de los Reyes. Mayor seguridad no cabe. Por eso hoy, cuando vea desde la esquina de la Lonja, al pie de la cruz de mármol, cómo el sol agosteño te da en la cara y explotan las mil varas de nardos de tu paso, me sentiré niño y volveré a mirar mi mano para ver en ella la tuya.

jueves, 11 de agosto de 2022

COMPLICAR Y ENCARECER

En un alarde de machismo que hoy incurriría con seguridad en alguno de los cuasi infinitos tipos penales introducidos por la modernidad bienpensante, el grupo setentero Jarcha cantaba aquello de “su pan, su hembra y la fiesta en paz”, como si sólo un sexo tuviera derecho a democracia. Después, la realidad vino a demostrar que fue el otro el que se hizo pronto con las riendas, pero de esto hablaremos, o no, otro día. Traía a colación al conjunto de voces —por cierto que privilegiadas— onubenses para comparar aquella letra de Ángel Corpa con la situación actual, no ya en lo del género, obviamente, sino en la funesta manía de ciertas corrientes políticas  consistente en no dejar en paz al ciudadano. Desde luego, estamos ante un caso claro de intervencionismo confiscador de la intimidad individual, es decir de comunismo en cualquiera de sus diversas marcas, empezando por la socialista.

Cada vez que comenzamos a respirar tras un susto, los habitantes del poder político resultante de la célebre moción de censura coyuntural para el asalto al poder y su transformación estructural inventan. Siempre lo hacen en el mismo sentido: recortar las libertades y multar. Es decir, trocar derechos por ingresos para las arcas públicas que ellos administran de aquella manera. Es la política de complicar la vida y encarecerla. Parece ser su particular manera de educar: “formar” al pueblo en la renuncia de sus decisiones (y sus responsabilidades) al tiempo que se le empobrece. Los señores feudales del Medievo no lo hacían mejor con los siervos. Sujetos a la dependencia de los poderes públicos, en una carrera de obstáculos que agota y acaba por colapsar la propia musculatura, lo que subyace finalmente es el secuestro de la soberanía personal, batida y abatida por una normativa asfixiante y sin sentido. Acaba de suceder con el decretazo estival de restricciones (des)energéticas. Para ahorrar, supuestamente, se crea desaliento. Se raciona energía desinvirtiendo en la luz de los escaparates, que es como decir en el atractivo de nuestro comercio. Nuestras ciudades serán más inseguras y más tristes. La desgana invadirá las noches, incluso las vísperas de festivos. Y probarte un pantalón en una tienda te obligará a devolverlo sudado. A la cerveza fría en la barra del bar le faltará algo: el aire. Y, en fin, la gente no podrá disponer a su manera del horario de encendido de sus negocios, porque no olvidemos que hasta los niños no son de sus padres. ¿Y entonces de quién son? Sí, claro, del estado.

Cada vez circulan por ahí más vídeos de hispanoamericanos que nos advierten: Van ustedes por el mismo camino que fuimos nosotros, los venezolanos, los cubanos, los nicaragüenses, los ecuatorianos… Hace ya unos cuantos años, mi familia y yo nos encontramos en la esquina de mi calle con una mujer desconsolada, de buena planta y bien vestida, que nos pidió ayuda con acento caribeño y prosa española añeja. Se había extraviado. Estaba residiendo en casa de unos amigos compatriotas, provisionalmente, y sólo quería hacer una llamada desde una cabina para que vinieran a recogerla. La señora no quería que se le hiciera de noche, porque de donde venía la noche era la perdición. Le tranquilizamos. La condujimos a un teléfono público (entonces todavía los había) e hizo la ansiada llamada. Mientras aguardaba a sus parientes, nos aleccionó hasta la saciedad: “No dejen ustedes que aquí suceda lo que en mi país. ¡Ay, ese hombre acabará con Venezuela!” No quería ni nombrarlo. España ha sido tierra de refugio para infinidad de hermanos americanos durante estos últimos decenios. Unos venían buscando plata para ellos y para sus allegados. Nuestra envejecida sociedad era su empleadora. Sus hijos han echado raíces aquí, aunque también los ha habido desviados en bandas cuasicriminales. Aquellos inmigrantes hispanos coinciden siempre en hablarnos del igualitarismo rampante como la ruina misma. El último que se ha cruzado en mi camino es un camarero cubano del barrio de Triana. Hombre de modales intachables, eficaz, simpático, excelente trabajador, es feliz en España, y por pura gratitud no pierde ocasión de ponernos en guardia, aunque no conozca de nada a sus clientes: “Estén atentos, porque cuando menos se lo esperen se encuentran en un estado comunista. Y entonces, despídanse de su bienestar”.

lunes, 1 de agosto de 2022

FRANCA DECADENCIA

Alguna vez he hablado aquí del gran historiador Luis Suárez Fernández, que, si Dios quiere, cumplirá un siglo de vida dentro de dos años. Su vinculación con el franquismo no le ha impedido, al contrario, estudiarlo con detenimiento, profundidad y el distanciamiento preciso para que sus obras, apoyadas siempre en una investigación rigurosa, no pequen nunca de hagiográficas. Naturalmente, la cultura dominante, que es de cuño social-comunista como el Gobierno que padecemos, no se lo perdona, al igual que algunos colegas no le tragan por el hecho de que la familia Franco decidiera poner en sus manos y sólo en las suyas, a través de la Fundación Nacional Francisco Franco, el archivo personal del Caudillo, con el que el profesor Suárez, de trayectoria académica por demás impecable, ha elaborado su monumental trabajo en seis gruesos tomos que hoy por hoy es la mejor investigación histórica en torno a nuestro ayer por la tarde.

Y a esto vengo a referirme, a esa época que los enemigos del general no cesan de recordarnos desde su particular atalaya como si su punto de vista fuera el único con derecho a existir. La tentación totalitaria de la izquierda española, y tal vez de todas las izquierdas, ha estado omnipresente en nuestro pasado. Como ya Pablo Iglesias I y otros líderes de su cuerda —sobre todo Largo Caballero— se encargaran de aclarar, todo va bien con ellos siempre que les convenga. Una vez quemada la etapa de usufructo de la moderación, aflora su verdadera faz, ésa que en Andalucía, por fin, parece haber sido identificada por los electores, aunque no sé yo si también por los elegidos.

Luis Suárez fue execrado en auto de fe socialista, entre el silencio de la masa borreguil y de la institución universitaria —él fue director general de Universidades con la “oprobiosa”— cuando tuvo la ocurrencia de discernir entre régimen autoritario y régimen totalitario a la hora de describir el de Francisco Franco. Al fin y al cabo, ¿qué sabía él de eso frente a los militantes de la (social) democracia? Tras el escándalo, fue exonerado del cometido encomendado por la Academia de la Historia: cubrir el tiempo franquista en su Diccionario Biográfico. Que yo recuerde, ni una sola voz autorizada se alzó entonces. Pero la trayectoria, y sobre todo el legado de Suárez Fernández están ahí, inmarcesibles, inmanipulables, insoslayables, negro sobre blanco en las cinco mil densas y documentadas páginas de su magna aportación, que yo, lentamente, estoy leyendo para enterarme de cómo fue realmente y cómo pasó aquel capítulo de cuarenta años del que somos hijos la generación española del baby boom. La misma duración tuvo la era socialista en Andalucía. ¿El mismo balance? Ustedes mismos.

Ahora, la llamada Ley de Memoria Democrática, que suena a constitución de la República Democrática de Alemania, intenta enmendar —cambien la ene por una ere y será más ajustado a la realidad— todo lo que huela al objeto de estudio de Suárez (uno más, porque el eximio intelectual ha indagado a fondo en los Reyes Católicos, los judíos, Carlos V, el mundo antiguo y la Edad Media en general). He sostenido, y me corroboro en ello, que tanto la ley de Zapatero como la de Sánchez como muestras de intervencionismo e intrusismo en el rol social de los historiadores no son más que huidas hacia delante para ocultar lo que viene ocurriendo en España, al menos, desde el 11 de marzo de 2004: el hundimiento de la Nación en una franca decadencia que haga posible la revolución silenciosa tan anhelada por la extrema izquierda que anida en el PSOE. Huir de nuestro pasado es, como bien saben los psiquiatras, el mejor aliado de la autodestrucción. Y sólo sobre la tierra quemada se puede edificar el paraíso marxista-leninista. La célebre foto de los soldados soviéticos izando su bandera sobre las ruinas del Reichstag —falseada o no, el mensaje es el mismo— con un Berlín arrasado al fondo es bien elocuente de lo que busca el comunismo siempre. En Ucrania, que es como decir en Europa, va estando claro. Ojalá no lo esté pronto también en Taiwan. Y aquí hubo un personaje histórico, guste o no su nombre, que se dio cuenta de ello casi desde adolescente, cuando acababa de estallar la Revolución Bolchevique: o se eleva el nivel de vida de todos los miembros de un pueblo o las cenizas de su bienestar las ocupan los enemigos de su libertad. Hoy, en España, vivimos en caída libre. Por eso es tan importante que la gente no compare. Y la mejor manera de conseguirlo es que nade en la ignorancia.

martes, 12 de julio de 2022

DEL AÑO DEL MURCIÉLAGO AL AÑO DEL BUITRE

 A los nuevos ciudadanos, antes, los educaban los padres. Ahora los deforma el Estado y los cuidan los abuelos. Salvo numerosas y muy honrosas excepciones, claro está. No tiene nada de extraño, pues, que un Gobierno truhán al que le llevan los diablos de la avidez no ya recaudatoria sino incautatoria, voracidad ésta tan peligrosa como arraigada en nuestra trayectoria nacional, haya enseñado a la sociedad que le paga y obedece a devorar los bienes ajenos apenas encuentre ocasión propicia para ello. Se trata del viejo mecanismo de imitación o emulación de la autoridad, engranaje paralelo al del maltrato familiar.

El año 2020, que cada vez se nos aparece más como una visión febril pero del que todo el mundo conservará siempre memoria, fue, de alguna manera, el Año del Murciélago. De todos es conocida la milenaria costumbre china de nombrar los años, últimamente asimilada por Occidente aunque despojada de su halo mistérico. Ya sé que aquel año —antier, como quien dice — no era según los chinos el del Murciélago, pero dado que tan simpática criatura pudo ser (sólo pudo) el origen de la pandemia, bien podríamos titularlo así. Me gustaría saber si los wamaneses siguen consumiendo sopa de murciélago, y sobre todo a cuánto está el plato, sobre todo por compararlo con su precio anterior a que el virus se convirtiera en nuestro odioso animal de compañía.

En todo caso, del Año del Murciélago hemos pasado al del Buitre. Por el camino del Covid 19 o el de la guerra de Ucrania o el que sea, lo cierto es que la inflación se ha convertido en nuestra tragedia permanente, por supuesto que agravada hasta el extremo por la impericia sectaria de este Gobierno socialcomunista capaz de llevarnos a la más absoluta ruina con tal de no bajar los impuestos; es más, obsesionado por crear otros nuevos lo mismo que se dedica a inventar supuestos neoderechos.

Y lo malo es que los súbditos aprenden deprisa de todo lo malo. Tres ejemplos en primera persona: artículo básico, el pan, subida del 30 por ciento en tres meses; artículo semibásico, el jamón cocido (o de york, que es como lo sigo pidiendo en el supermercado y como me enseñaron a llamarlo), subida del 20 por ciento en dos meses; artículo alimenticio de semilujo, la caña de lomo ibérica, subida del 40 por ciento en un mes.

Se me contestará que hay que recuperar el tiempo perdido, como Proust, que son productos que han estado mucho tiempo “congelados”. Y yo, que no entiendo casi nada de la economía no casera, respondo que la inflación cero ha sido para todos igual a lo largo de ese tiempo, periodo en el que, por cierto, el dinero se ha ido devaluando gracias al Banco Central Europeo (otra vez los estados y los gobiernos), que ha regalado a los bancos los intereses, borrando así del mapa la remuneración del ahorro desde hace, al menos, seis años. Con la aquiescencia, por cierto, de todos los partidos, a izquierda y a derecha.

O sea, alguien —alguiénes— se está poniendo las botas, después de los bancos, a costa del clima de pánico que se apodera de nuestras generaciones. Al igual que todo en economía y en la vida misma, tras ello está la ética. O la falta de ella. Si el IPC sube un 10 por ciento o poco más —que es una barbaridad—, ¿cómo es que elementos esenciales o tradicionales de nuestra dieta lo hacen entre un 20 y un 40? Eso, elementos que van del Año del Murciélago al del Buitre (carroñero).

lunes, 27 de junio de 2022

ALELUYA

 Acabo de llevarme tres cuartos de hora contemplando una de las visiones más completas de la bóveda estrellada que se puedan hallar en la Península Ibérica, en plena Sierra Norte de Sevilla, acá donde la Morena levanta sus primeras estribaciones meridionales. Estos días de junio, en torno a San Juan, Andalucía es un Paraíso, el aire toma ese candor que te acaricia la piel con manos de presencia tibia, amorosa y agradecida; es decir, grata. En lugares como éste, además, la noche te regala la coronación del día, ese cielo tachonado de puntos albos intensos por los que se cuelan, como luminarias, sonrisas de Dios que te repone las fuerzas perdidas durante la jornada. Es como una suerte de acupuntura visual y postrera que reequilibra las corrientes vitales extrayendo del tiempo vivido la sustancia de lo más reconfortante, el néctar del Altísimo.

Y hoy era un día germinal, porque ayer recomenzó la Historia. Desde mis 22 años ando luchando, modestamente, por despertar a quien quiera oírme, leerme o ver mi película “En el último minuto” con una idea fija: Es necesario respetar la vida humana desde el instante en que comienza hasta el final natural. No voy a volver a las razones, que siguen pareciéndome tan obvias como el viejo dicho de “no desees para otro lo que no quieres para ti”. Hoy, lo único que sé es que el día del Sagrado Corazón de Jesús de 2022, el día de San Juan Bautista de 2022, candentes aún los ecos del solsticio de verano de 2022, quedará ya para siempre registrado en los libros de Historia como la fecha en que sonó el despertador de la conciencia universal que reconoce la vida humana como un bien sagrado, máxime si es la más indefensa de todas, la que se gesta en el seno materno.

Ha sido en el día del Sagrado Corazón, y sólo esto ya debe llenarnos de estupor, que se agranda si lo asociamos con el misterio cristiano de la Visitación, ese momento crucial en que una Virgen adolescente, Madre de Dios para más señas, se encuentra con su prima, de quien el ángel anunciador había revelado su embarazo en los umbrales de la vejez. En el instante en que ambos vientres se acercaron para besarse, las criaturas, anunciador y Anunciado, se saludaron también. Ocurrió lo mismo que treinta años después tendría lugar en el Jordán. En ambas ocasiones, el Precursor y el Redentor se reconocieron, se estremecieron y el Espíritu Santo señaló al Mesías con su mano silenciosa pero altísimamente indicativa.

Escribo estas líneas bajo una fuerte impresión, que se va ahondando conforme me llegan fotografías y noticias de Estados Unidos, como esa ristra de gobernadores firmando leyes y decretos pro vida, rodeados de familiares y compañeros visiblemente dichosos, o ese comunicado de los obispos católicos de aquel país, que merecería lucir en todas las sacristías de España como ejemplo a seguir aquí.

Me acuerdo, además, de tantos años y tantas personas que he conocido en la lucha pro vida. No voy a dar nombres. Ellos —y sobre todo, ellas— saben  quiénes son. Para mí constituyen modelos de comportamiento ético heroico, algunos hasta poner en jaque sus vidas en este país tomado por los nerones. Desde ayer, todos los días serán el día más hermoso para ellos como lo serán para mí, porque tras mucho tiempo de esa penosa sensación que consiste en percibir cómo el mundo no cambia —Neruda dixit— de pronto, todo ha mutado. Sí, es sin duda un milagro. Llevamos una racha dura de acontecimientos apocalípticos en el peor sentido: esto mismo del aborto, que no cesaba de agravarse, la pandemia del fin del mundo, una guerra que amenazaba y lo sigue haciendo con ser nuclear y terminal, la mayor crisis económica de todos los tiempos… Sólo la esperanza cristiana, cada día más escatológica, nos sostenía. Sólo la oración nos mantenía a flote, cuando en cuestión de horas, pero a causa de un trabajo de muchos años de constante apuesta por la vida —y todo hay que decirlo, gracias a la herencia judicial del presidente Trump— un grupo de seis jueces ha devuelto la razón a una nación desquiciada. Ha sido una sentencia fría, de casi trescientos folios, argumentada exclusivamente por criterios jurídicos que se asientan en la Constitución. No defiende la vida, sólo la libertad. Pero la libertad es el principio de la vida. Simplemente asegura que el aborto no puede ser un derecho obligatorio. Y es que no es ningún derecho, sino el mayor de los males que ha visto la Humanidad. Sesenta y dos millones de norteamericanos no han podido nacer a lo largo de estos casi cincuenta años a causa de una regulación inconstitucional apoyada además en una falsedad reconocida por la propia denunciante. Mayor falta de fundamento, imposible.

Ahora, cada estado, democráticamente, decidirá si autoriza o prohibe el aborto. Éste seguirá siendo una monstruosidad, como tantas aunque ninguna de su calibre que habitan estos “tiempos modernos” tomados en buena medida por la vesania. Pero el primer paso, el fundamental, sacudirse el dogal que impedía reabrir el gran debate del Occidente contemporáneo, está dado. Deo gratia. Es el momento de entonar, lentamente, largamente, rejuvenecidos, conscientes de estar viviendo los momentos aurorales de una nueva era, un “aleluya” digno de David o de Salomón. Pues a ello, hermanos.

sábado, 18 de junio de 2022

REFLEXIONES PARA UNA JORNADA PREELECTORAL

Cuando este artículo vea la luz de Internet, estará a punto de celebrarse en la Catedral de Sevilla la solemne ceremonia de beatificación de veintisiete mártires dominicos, asesinados durante los primeros meses de la Guerra Civil por el grave delito de ser cristianos y manifestarlo. Entre ellos los había de muy diversas edades, unos eran frailes sacerdotes, otros hermanos cooperadores, así como estudiantes, un laico periodista y una monja. Ahorro a los lectores los macabros detalles de algunas de esas muertes cometidas por hordas de milicianos, la mayoría, para más inri, pertenecientes al “Ateneo Libertario” de Almagro, localidad donde tuvieron lugar casi todos los crímenes, aunque también los hubo en Almería y en Huéscar. Para quien sienta curiosidad o por mejor decir interés en conocer las historias con más información, les sugiero que consulten la página web dominicos.org/beatificaciones-2022. En ella encontrarán, amén del testimonio heroico de este puñado de religiosos escogidos por el destino para encontrarse de bruces con el odio a la fe, una buena lección de Historia de España. Ésta sí entra en la cronología capitidisminuida que la ley Celáa autoriza a conocer a nuestros escolares, pero dudo mucho que alguien vaya a enseñar un capítulo así, al menos antes de que caigan los mitos que asocian en el inconsciente colectivo democracia con izquierda.

La beatificación fue aprobada por el Papa en diciembre de 2019, aunque la pandemia ha impedido que se lleve a cabo el acto litúrgico hasta ahora. Asistirán jerarquías eclesiásticas de máximo nivel (prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, arzobispo de Sevilla y maestro general de la Orden de Predicadores). Es la coronación del proceso que declara beatos a unos creyentes cuya sangre derramada sigue dando frutos. Sus nombres se sumarán a los de otros trescientos beatos que acumula la Orden de Predicadores a lo largo de sus ochocientos años de existencia. Estos nuevos tallos de santidad recibirán culto en la iglesia de Santo Tomás de Sevilla, en pleno centro de la ciudad y junto al actual convento de dominicos. Se da una circunstancia ciertamente llamativa y dramática, si se pueden añadir notas de lamento a tan crueles ataques. El convento de la Asunción de Almagro, del cual eran frailes veinte de los mártires, contenía el archivo del histórico convento desamortizado de San Pablo de Sevilla, actual iglesia parroquial de la Magdalena. Dicho archivo poseía documentos desde la misma fundación del principal cenobio dominicano de Sevilla; es decir, desde el siglo XIII. Todo ello se perdió por decisión del “Ateneo Libertario” de Almagro una aciaga noche del verano de 1936, quedando reducidos a cenizas, entre otros muchos vestigios, numerosos expedientes de la Inquisición, que residió en dicho convento hispalense de San Pablo y que ya nunca podrán ser investigados. Por supuesto que al lado de una sola vida sacrificada los papeles son poca cosa. Son lo que cada uno conceda de valor a la cultura.

Todo esto es memoria histórica, como lo es el grueso tomo “Historia de la persecución religiosa en España”, del que fuera arzobispo de Mérida-Badajoz Antonio Montero Moreno, fallecido hace dos días, tras noventa y tres años de fecundísima dedicación pastoral e intelectual. Fue un gran periodista y una persona de trato entrañable, que dedicó al tema que nos ocupa su tesis doctoral. La Biblioteca de Autores Cristianos la editó cinco veces y ya van ¡más de treinta mil ejemplares vendidos! Antonio Montero fue durante once años obispo auxiliar del Cardenal Bueno Monreal en Sevilla. Sin duda, habría asistido gustoso a la beatificación de los mártires dominicos, que engrosan la nómina de ocho mil religiosos asesinados en días ya lejanos pero no tanto como para que se borre el recuerdo y la veneración a sus almas y a su ejemplo. Aunque algunos quieran resucitar sólo nuestros demonios familiares, el santoral vence al tiempo y da fe del poder infinito que destila la Resurrección. Todo ello conforma un buen cóctel para reflexionar en una jornada como la de este 18 de junio de 2022.

sábado, 28 de mayo de 2022

LA VERDAD, ESA VISITANTE INOPORTUNA

“Todo empezó un once de marzo… O tal vez mucho antes. ¿Un 20 de diciembre? ¿2004 ó 1973? ¿Quién andaba detrás de todo? ¿A quién beneficiaba cada uno de aquellos infiernos? Sabemos de cierto quiénes cayeron. Al principio, un presidente del Gobierno que había creado los servicios secretos para tiempo de paz. Mucho más tarde, casi doscientos inocentes y muchos otros mutilados, de los cuales la mayoría no había nacido aún cuando el magnicidio. Todos ellos fueron víctimas, selectivas las antiguas, colaterales las nuevas, de turbios manejos que hoy, toda una vida después, continúan.”

Se preguntarán de qué novela histórica o audiovisual documental está extraído este fragmento. Les dejo con la duda. Sólo diré que asistimos a un resurgimiento, y no precisamente de la socioeconomía, aunque sí de un personaje mitológico, el amenazador Ave Fénix que todavía campea victorioso intimidando a los viandantes en lo alto de los edificios que fueron de la compañía de seguros así llamada. Lo asegurado en nuestro caso podría ser la verdad, ésa que los interesados en que nunca aflore siguen negando, gran coartada que les ha permitido, hasta hoy, chapotear en el naufragio de la decencia.

Hasta hoy. Porque el paredón de la mentira muestra evidentes signos de ruina. Todo apuntaba a que estábamos frente a un búnker, blindado por la desvergüenza y ese vasto ecosistema de encubrimientos mutuos que el exagerado corporativismo nacional ha ido forjando durante décadas. Empero, según dicen los arquitectos que saben, hasta el hormigón armado acaba presentando grietas. Quienes hemos cargado con la cruz de ser tachados de “conspiranoicos” desde la primera sílaba de la primera pregunta sobre el 11-M (¿por qué se desguazaron los trenes en tiempo récord?) no podemos ni queremos sustraernos a la curiosidad que nos asalta cada vez que aquella mañana trágica se hace presente a través de alguno de los cabos sueltos que dejaron las “investigaciones”. No soy ninguna autoridad en la materia, pero he leído bastante, cuidando de evitar las interpretaciones precipitadas o los prejuicios. Y cada vez siento mayor inquietud. Circulan ahora por Internet los papeles de Villarejo. Algunos. Ocho gigas, nada menos. Esas transcripciones de los audios grabados por el “singular” ex comisario se van convirtiendo en la gran hendidura en el muro de silencio impuesto sobre aquel principio de todo, el once de marzo de 2004, cuando en cuarenta horas, y declaración de Rubalcaba por medio alentando al primer gran escrache antidemocrático de sus huestes ante Génova y otras trescientas sedes del PP, se dio un vuelco de media vuelta a la voluntad popular expresada en las urnas. Si nos fijamos, después de aquello no ha habido Gobierno de izquierdas fruto de unas elecciones libres, porque las primeras que ganó Sánchez no le dieron mayoría suficiente y se celebraron bajo la sombra de la manipulación que había seguido a una moción de censura espúrea (traída por los pelos de una alusión marginal dentro de una sentencia irrelevante y obra de un ponente alineado claramente con el PSOE); y la segunda elección fue, como se encarga de recordarle una y otra vez en sede parlamentaria Abascal, un puro fraude, la maquinación de un embustero que hizo exactamente lo contrario de lo que prometió para ganar, y en horas veinticuatro.

Ahora, el “espíritu” Zapatero se empieza a encontrar con su propio fantasma. Perdidas entre la montaña de conversaciones más o menos caóticas que Alvise Pérez —a quien nunca agradeceremos lo suficiente su ingente labor indagadora, con grave riesgo personal y en medio de la nada, es decir, con absoluta independencia— ha “desclasificado”, hay alusiones recurrentes al 11-M. Tirar de la manta ha sido siempre costumbre impertinente que se ha solido pagar cara cuando hay tantos y tan ambiciosos intereses en juego. Los servicios secretos de todos los estados no fallidos (¿el nuestro?) han procurado siempre situarse en el centro de ese tira y afloja, sirviendo… ¿a quién? Estos días vemos que a varios señores. Y cuando se destapan tales maquinaciones, los resultados son imprevisibles.

Tengo escrito aquí que los secretos de estado del Reino de España bien podían estar a buen recaudo del desierto, a muchos kilómetros de aquí, dirección sur/sureste. Su Majestad el Rey Don Juan Carlos (comunicado oficial de la Casa del Rey de hace unos días) ha estado en la Zarzuela unas pocas horas para varias cosas. Ha almorzado con su hijo, ha “aclarado” ciertos extremos con la Reina Sofía y ha recogido unos “papeles” que se había dejado en su casa cuando se exilió a los Emiratos. Bueno, me parece que no debe tratarse de sudokus. En todo caso, supongo que pronto sabremos algo más, o tal vez mucho más.

miércoles, 11 de mayo de 2022

LA CHARADA DE SÁNCHEZ

Pensaba titular este artículo “Democracia sin patria”, porque tal me parece el ideal de gobierno de este presidente, capaz de todo con tal de seguir siéndolo… o pareciéndolo. Y cobrando, claro. Pero me pareció demasiado pretencioso para el articulista y para el articulado, personaje éste que merecería un tratado si no fuera por lo chusco de su calaña. Entonces empecé a darle vueltas al pretexto que ha utilizado esta vez para vender de nuevo a la Patria por parcelas, que es su método de mando. En una cabriola de las suyas —hay que reconocer que se supera— le ha devuelto la pelota a sus socios del desgobierno, los golpistas catalanes, revelando in extremis y con un año de retraso su condición de espiado por Pegasus. A Sánchez le encanta la mitología. Ello sería muy saludable si supiera algo de ella, pero como Pegaso es anterior a 1812 y además suena a marca de autobuses del franquismo, ha decidido presentarse, junto a la antigua secretaria de estado de Interior de Felipe González (¿coetánea de Pegaso?) como víctima de complot. Ser espiado en la aldea global es lo más natural del mundo. A la hija de un archiconocido fabricante de móviles chino la metieron en la cárcel estando en Canadá por ello. Por cierto, que nunca más se supo del asunto, siendo China la clave para la esperemos que eternamente literaria III Guerra Mundial.

Y cavilando, di con el título, que exactamente no es mío, porque viene de una película punto menos que genial en la que la magia de aquella pareja “brutalmente” (como se dice ahora) encantadora que eran (ay, el tiempo verbal) Audrey Hepburn y Cary Grant construía un entramado de espionajes de lo más laberíntico, a lo muñecas rusas, en el que a uno le daba igual perderse si era con aquella cara de ángel cerca. “Charada” era como un bello contrapunto de “Pegasus” en el universo noble de las historias épicas que han dado sentido a la vida de los artistas. En realidad, se trataba de sociedad de la información, de nuevas y viejísimas tecnologías —por ejemplo, la seducción—, de secretos que encierran humo aunque el rango dinámico deje entrever allá al fondo un maletín tentador. En fin, una historia de amor que resulta ser de espías que resultan ser un cazador cazado y una ingenua enamorada que sufre horrores con cada decepción y sobre todo cuando su galán introduce la mano en la boca del ídolo solar. Escena ésta que fue una broma improvisada por Grant.

El Pegasus monclovita es como una charada de chánchez, que diría un cachondo como Santiago Segura. La boca del ídolo es lo malo, porque ésta sí muerde. Y es que, como en el otro título que barajé, con tal de salvar el pacto con los separatistas durante este año largo larguísimo que queda de legislatura pura y dura, no duda en revelar secretos de estado y en invitar a los proetarras a la comisión que controla a los servicios encargados de ellos. Incluso se expone al mundo como pringao en una operación que tuvo lugar en medio de la mayor crisis de seguridad que hemos tenido por el flanco Sur desde la Marcha Verde, aquel chantaje con escudos humanos que inventó el anterior sultán. Ahora es cuando Pegasus ha alcanzado sus últimos objetivos: desarmar a los servicios secretos españoles en el Parlamento ante los herederos de ETA; desnudar a la Presidencia del Gobierno y al Ministerio de la Defensa y vaciar de contenido al Centro Nacional de Inteligencia al desproteger a su directora del rango de “secretaria de estado” y destituirla acto seguido en una de las mayores bajadas de pantalones de la democracia española.

lunes, 14 de marzo de 2022

LA INVASIÓN

Sé que esto no es más que un blog y quien lo escribe un pobre diablo cuya voz apenas alcanza los límites de un grupo de amigos. Pero, con todo, eso es ya mucho. Desde que estallara la gran epidemia del mundo contemporáneo, en todos —lo confesemos o no— se instaló el pánico intermitente de que al cabo el fin del mundo no fuera más que la extinción del género humano. Y ahora, cuando empezábamos a levantar cabeza, la Historia nos devuelve a quince lustros atrás, dándole la vuelta a todos nuestros conceptos sobre el mundo en el que vivimos. O en el que vivíamos hasta ese jueves 24 de febrero de 2022 que debemos clavar con la chincheta de la hora cero en el tablón de anuncios de nuestras vidas.

Íbamos a subir a una calesita —progresismo mágico de panaceas buenistas, políticas verdes, energías alternativas, paraíso LGTBi, y mucho derecho de la mujer a matar a los hijos de sus entrañas— cuando de pronto nos vemos en la montaña rusa del vértigo que nos produce la realidad. Las cosas no eran como nos estaban contando desde hacía décadas las izquierdas occidentales, sino más bien todo lo contrario. El desolado discurso del canciller alemán ante el Bundestag (presidente de un Gobierno socialdemócrata, verde y liberal, por si alguien estaba ya colocándole bigotito) es algo así como la nueva declaración de principios, forzada por los acontecimientos, de un mundo que en puridad no empieza ahora, porque nada de lo que estamos viendo es nuevo en realidad sino tan viejo como la Humanidad: el afán de dominio, el poder arrasándolo todo, la confusión entre el espíritu de paz y el pacifismo, quizás el más injusto de los movimientos.

Tras la Arcadia progre, que en verdad era marxista, volvemos a la evidencia de la naturaleza y a la necesidad de armarse no sólo de paciencia sino de cañones. No es bonito, desde luego. Pero las circunstancias obligan, y frente a la agresividad no caben palabras dulces cuando tienes la cabeza de tu enemigo a un punto de asestarte el golpe, que siempre es o puede ser mortal. Esta legitimación del blindaje ante el peligro suena a rompedor y desde luego a fascista en los acobardados y distorsionados oídos del Occidente actual, especialmente en los españoles, tan retardados para todo y por lo tanto también para recuperar el sentido común que tanto contrasta con los eslóganes.

Se me han venido a la mente unas imágenes que circularon por Internet hace algunos años y en las que aparecía Putin arengando a su ejército, hieráticamente formado en una inmensa explanada. Les hablaba, con enojo incitador, de la decadencia de la Europa libre, de cómo había caído en el matrimonio homosexual, en el olvido deliberado de la familia, de los hijos, de los valores que la habían hecho fuerte antaño. Resultaba muy desconcertante porque parecía que estaba poniendo en guardia a Rusia ante el riesgo de contagio. Pero no. Ahora lo he comprendido. Putin estaba preparando a sus tropas para el asalto de esa vieja Europa de raíces grecolatinas y judeocristianas que se descomponía ante los ojos nada atónitos del tirano, como digo en absoluto sorprendido... porque era lo que él, o sea sus servicios secretos, había estado sembrando durante toda su vida, desde los tiempos de jefe del KGB. Y desfilan ante mi memoria Mayo del 68, la “liberación sexual”, la droga, las huelgas salvajes, la toma de universidades y fábricas mediante los sindicatos “de clase”, la financiación, adiestramiento y venta de armas de los grupos terroristas, la mitificación de Castro o del Che Guevara, el acoso a Nixon, "OTAN no, bases fuera”, “¿Nuclear? No, gracias”, y más recientemente lo que comentaba antes: Verdes por fuera y rojos por dentro, antifranquismo furibundo y perseguidor, protección del aborto a capa y espada, invierno demográfico, lucha de sexos, pérdida de identidades, condena del “heteropatriarcado” y encumbramiento de su contrario, antimilitarismo obligatorio... Y, por supuesto, el telón de fondo de todo: manipulación del “opio del pueblo” para que fuese el peor enemigo de sí mismo, configurando la única religión verdadera, la socialista.

Resultado de todo esto y mucho más, pacientemente engendrado, es el debilitamiento de un Occidente que reniega de sí mismo —¨¡Europa, vuelve a encontrarte a tí misma!”, gritaba en Compostela Juan Pablo II, el Papa polaco hijo de un militar que había dedicado su vida a luchar por la libertad de su pueblo frente a los rusos—. Casualmente, un virus chino ha barrido las defensas biológicas del mundo que ahora recibe el zarpazo de los tanques soviéticos. Sí, he escrito bien, porque todo esto no es más que el intento de restauración de una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (“quiero desnazificar Ucrania”, fue la primera afirmación del autócrata), con los fines expansionistas que siempre tuvo, heredados, es verdad, del imperialismo de los zares. Días antes de la guerra, los mandatarios ruso y chino brindaron juntos. Tal vez celebraban la alianza que podría hacerlos amos del mundo, si es que éste sobrevive al más siniestro pacto de todos los tiempos. China tiene a Europa cogida por la deuda pública, y a Estados Unidos por la fabricación con mano de obra esclava de sus productos tecnológicos. En ambos casos hablamos de los ejércitos más poderosos de la Tierra, con un arsenal nuclear imbatible. Y, desde luego, con las ideas muy claras, al contrario que sus enemigos.

Las palabras del canciller alemán quedarán como el sello del futuro, si logramos salvarlo. Pero no son sino repetición ante el Parlamento de lo que el jefe del ejército señaló en una palinodia el primer día de la guerra: “Hemos desmantelado nuestra defensa, y ahora nos amenazan los que son más fuertes que nosotros”. Terrible.

martes, 8 de febrero de 2022

UN GOBIERNO ANTIJURÍDICO

El punto de partida de cualquier estado moderno ha de ser la seguridad jurídica. A partir de ahí, cualquier mejora es posible, aunque no esté garantizada. Los ciudadanos de un sistema en el que los derechos y las obligaciones estén nítidamente definidos son y se sienten libres, porque saben a qué atenerse. Eso se llama orden u ordenamiento jurídico coherente, bien construido, eficaz, tranquilizador y capaz de animar la vida cotidiana de las gentes con el deseo de prosperar y superarse. Es un país en progreso, en definitiva.

De lo cual se infiere que lo contrario produce los frutos adversos: inestabilidad, desorden, sufrimiento y conflictos. Cuando una Nación cae en las garras de gobernantes desalmados, dispuestos a encarcelar a unos habitantes inocentes que protestan en paz y respetuosamente, meramente informando de las posibilidades que se le brindan a una mujer en el angustiosísimo trance de ver inviable su maternidad para resolver su problema sin recurrir al asesinato de su hijo, es que la inseguridad jurídica ha alcanzado sus últimos objetivos. Dispongámonos, pues, a presenciar y lamentar disoluciones morales de todo tipo, acompañadas —claro está— de ruina económica y social. No olvidemos nunca, sin embargo, las palabras de San Pablo sobre los dolores de parto, las del poeta acerca de la profundidad de la noche última antes del alba, y la valentía precoz de una filósofo como Julián Marías o de un novelista como Miguel Delibes, proclamando a tiempo que se abría paso este camino —por emplear el título de una obra cimera debida al segundo— de perdición en cuyo hondón nos encontramos lanzando brazadas de presas abusadas en el siniestro juego de la gallinita ciega, que tan espectralmente supo pintar Goya.

La degradación moral ha tocado fondo con esta reforma del Código Penal que ya dejó fuera la condena de los piquetes violentos y ahora lleva a presidio a “pobres gentes” (Rufián dixit) incursas en un nuevo delito de patente social-comunista (y “ciudadana”, por cierto, que todavía existe el partido) y consistente en rezar al tiempo que se ofrece salida a las mujeres que van a entrar en los infernales abortorios, cuyos dinteles merecían llevar la advertencia dantesca: O vos, qui intratis, omni spe auferte”. Indicación ésta no sólo aplicable a los nasciturus, que, aunque no sepan leer, y menos latín, sí se defienden desesperadamente en la matriz de sus progenitoras cuando notan el contacto succionador del aspirador que para ellos es expirador… tan pronto. Quienes aún no la hayan visto, ármense de valor (cívico) y busquen la película Unplanned antes de que la prohíban. En ella descubrirán cómo nació en Estados Unidos el movimiento “Cuarenta días por la vida”, que reza durante la cuaresma ante las puertas de un abortorio que llegó a cambiar, gracias a ellos, su tétrica función por la de sede mundial de la organización. Por cierto, que en España debutó en un lugar simbólico, que debemos al Rey Sabio y su Orden para la Reconquista: El Puerto de Santa María (de España).

Hay otros muchos campos en los que podríamos hablar de seguridad jurídica a la española, que cada vez se parece más a la venezolana o a la cubana. Están los “okupas”, por ejemplo, que tienen a los jueces —me consta— perplejos y sin aliento, vencidos por la ambigüedad de una legislación sin norte. O de la educación, culpable de todos los desastres que acompañan a las nuevas generaciones en su crecimiento y a sus padres que asisten impotentes al deterioro irreversible de las vidas que más aman. O el nuevo señorío de una delincuencia desbocada que se solapa con la marginación creada por una inmigración demagógica y sin control, una patente falta de horizontes laborales y un desprecio sistemático a la tradición familiar heredada desde el Neolítico (un varón, una mujer y una prole, con aprecio y veneración de los ancianos).

La ristra es interminable, y la punta del iceberg emerge de vez en cuando en el proceloso mar de una historia que se resiste a dejar atrás los vicios derivados del pecado original, como por ejemplo la guerra. Cebarse con personas que rezan y presentan soluciones verdaderas para salvar dos vidas por caso es la típica respuesta cobarde, manipuladora y vil a la petición de socorro de un náufrago que no puede nadar y sostener a su hijo en brazos: “Ahógalo y que se hunda; así pierdes lastre y te puedes salvar”.

La inseguridad jurídica se vio el otro día en esa valleinclanesca sesión del Congreso donde el proyecto estrella del Gobierno antijurídico salió adelante, con fórceps presidenciales y por un voto fallido. Era la viva imagen, patética, de la caída libre en la que anda inmersa nuestra democracia. Pero pocos saben que en la misma sesión se votó el cambio en el Código Penal al que me vengo refiriendo. Y que durante esa votación se dio una situación igualmente esperpéntica, cual fue el voto favorable de nueve de cada diez diputados populares. Después rectificaron, pidiendo una tramitación con enmiendas. Pero habían dado el sí al proyecto, aunque habían anunciado que lo recurrirían ante el TC.

Sí, caballero. Sí, señora. Hecha jirones.

miércoles, 19 de enero de 2022

¿POR QUÉ TODOS TEMEN A VOX?

No es, como dicen, porque nos asome al precipicio de la deriva hitleriana. Cualquiera que se haya tomado la molestia de acudir a las fuentes documentales del partido y del pasado para cotejarlos desapasionadamente ha podido comprobar cuán lejos, es más, cómo de contrarias son sus tesis a las que trajeron tanto mal, y con él tanto sufrimiento, a los predios europeos. Y es que combatir al comunismo no es aliarse con el fascismo, por más que los comunistas de cualquier nomenclatura así lo repitan hasta la saciedad. Es, en realidad, todo lo contrario: optar por la libertad, como ha quedado palmariamente claro a la hora de elegir lema electoral por la mujer del Partido Popular en Madrid. Victoriosa sin cuento, por cierto.

Si lo saben, si no ignoran que no hay ni un solo elemento de juicio objetivo que permita asociar las  propuestas del programa de VOX a los extremismos violentos que arrasaron el siglo XX —incluyendo, obviamente, los de índole izquierdista, que tantos muertos soportan, por mucho que lo oculten— ¿por qué le atacan de forma tan excluyente y virulenta? ¿Precisamente por eso? Yo creo que sí.

El rapto onírico sufrido por el vicepresidente de la Junta de Andalucía y hombre de Ciudadanos en el Sur de España, Juan Marín, advirtiendo a VOX que “mientras él esté donde está en Andalucía no se escuchará el Cara al Sol” es una muestra de libro de cuanto digo. Tal vez el socio del popular Moreno haya confundido el himno de Falange con el Nacional, lo cual revelaría una extraña supervivencia adolescente en alguien ya entrado en años y un cuadro de vasos comunicantes a nivel inconsciente digno de mejor estudio que este pobre artículo mío. Marín sabe que VOX ni es Falange ni pretende parecérsele. Todo lo contrario. Que haya gente de corte joseantoniano en VOX es algo que no sólo no sabremos sino que en caso de ser así formaría parte de esa libertad que, al parecer, los líderes naranjas no acaban de entender y que recuerda mucho a aquellas palabras de Zapatero sobre la existencia en el PP de miembros de la “derecha extrema”.

Ante un exabrupto como ese, Moreno —el Partido Popular— calla y otorga. O sea, que ambos temen a VOX echando mano de embustes de la peor calaña, que sólo encubren desesperación electoral. Moreno sabe que gobierna con un cadáver político a su lado, y el cuerpo inerte de Cs busca la mortaja de un PSOE con el que —no lo olvidemos nunca— gobernó media legislatura.

A nivel nacional, el espectro es idéntico. Socialistas, comunistas y separatistas saben que no tienen enfrente a una formación dispuesta a la lucha callejera ni al desfile por la Gran Vía enarbolando banderas con esvásticas, como ellos hicieron con las republicanas y la rojas estampadas con la hoz y el martillo, hace sólo unos meses. Entonces, ¿a qué temen? Intento resumirlo.

Temen a que la verdad, histórica y actual, quede al descubierto y se actualice el conocimiento público de los horrores cometidos durante décadas por esos antepasados ideológicos de los que tanto blasonan, hasta desatar la espiral de carnicerías que fue la guerra civil. Temen a verse abocados a confesar que sus proyectos han fracasado, que los españoles se sienten cada vez más abandonados y exprimidos mientras buscan sin encontrarlos referentes morales que justifiquen sus impuestos, multas y desatenciones. Temen que la ebullición de rabia que amenaza con estallar o desbordarse y a la que sólo le queda la alternativa de VOX les coma tanto terreno que, sí o sí, tengan que contar con estas tres letras para gobernar u oponerse a un gobierno. Temen que el egoísmo en el que se han apoyado hasta hoy, porque al fin y al cabo sólo le han ocupado la casa al vecino (a mí no), sólo se ha quedado sin trabajo el compañero (yo no), sólo es imposible escolarizar en español a la familia que vive en Cataluña (a mí no), sólo se queda sin saldo para pagarse el gasoil el camionero que vive en la otra barriada (yo no) o sólo ha atacado una manada (imposible saber su nacionalidad si no son españoles) a la hija de un rico (a la mía no) y tantos otros “a mí que me registren” en los que —insisto— se ha cimentado hasta hoy la política “solidaria” de unos y otros (claro que más unos que otros), fomentando la ecología del igualitarismo parasitario, esté tocando a su fin porque hay un portavoz que, en alta voz, sin miedo a nada ni a nadie, reclama su oportunidad para representar a toda esa gente y hacer algo por ella antes de que todo esto reviente.