viernes, 12 de abril de 2024

ADIÓS, EUROPA, ADIÓS

Tomo prestado el título de aquella película pro vida de Manolo Summers, a quien recientemente hemos rendido homenaje un grupo de admiradores no incondicionales y cerrados detractores reunidos por Miguel Olid en un documental estrenado en cines. Y lo hago para glosar un fracaso histórico, cual es el de la viejísima, en el peor sentido de la palabra (ajada, apergaminada, ruinosa, decrépita) Europa. El viejo continente acaba de dar un paso decisivo hacia el suicidio, siguiendo el ejemplo de esa "me voy a callar" llamada Francia. La mayoría de los parlamentarios europeos han decidido recomendar "vivamente"--¡vivales!-- la inclusión del aborto entre los derechos fundamentales. Hay que recordar, antes de seguir, que Donald Trump bien podría ser el nuevo presidente de los Estados Unidos antes de Navidad, y es natural que esa probabilidad tenga muy nerviosos a los políticos que viven de monstruosidades como el aborto. Resulta coherente, pues, que la viejísima Europa --la comunitaria y no toda-- se ponga las pilas anticipándose en el blindaje de este gran negocio. Y si no es así, ¿por qué precisamente ahora?

Si unimos ésta a otras cruzadas progres, como el pansexualismo primero, el homosexualismo después y ahora el transexualismo, el asunto se vuelve mucho más inquietante. Se manipula el fascinante mundo de la sexualidad con fines espúreos e inconfesables pero claramente crematísticos, que son los mismos que están detrás del objetivo de reducción de la población sustentador de la agenda 2030 y del Nuevo Orden Mundial. Este gran proyecto globalista canalizado por la ONU --¡Oh, el altar del nuevo becerro de oro!-- y que ha originado el invierno demográfico en la viejísima Europa, ¿de dónde procede? Va quedando cada vez más claro, si lo unimos a la acción de organizaciones muy gubernamentales que han convertido el Mediterráneo en una fosa como las que tanto le gustan al jefe de nuestro Directorio. Davos, la sustitución de población autóctona por mano de obra barata "importada" y en suma, el debilitamiento de la libertad soberana de las sociedades europeas, ¿qui prodest? Pues eso, que diría el del Directorio.

Europa se suicida, como Summers condenó al cuento de la cigüeña a un desván donde dio a luz aquella adolescente precozmente sexualizada. "Eran otros tiempos", dirán los de siempre, los que dan su vida, o las de otros, por seguir vitaliciamente en la cresta de la ola. Sí, eran tiempos de Humanae Vitae, de ni siquiera imaginar la posibilidad remota de que un aspirador y unas pinzas o una solución salina o una píldora postcoital destrozaran un cuerpo humano vivo. Eran tiempos en que España crecía en prosperidad, base de la natalidad y viceversa. Y en que Europa conservaba aún (me refiero a la occidental y libre, obviamente) esa lozanía de confianza en el futuro que la agresividad de las izquierdas más o menos declaradamente pro soviéticas ha ido eliminando con el concurso ahora de liberales de etiqueta y masonería diversa. Incluso de ciertos círculos eclesiásticos de altos vuelos carroñeros, que no aquilinos.