miércoles, 25 de febrero de 2015

DÍA DE LA IZQUIERDA ANDALUZA

Marchando una de estadísticas veraces y significativas. Se aproxima la celebración del puente de Andalucía, que ésta es la verdadera fiesta porque los festivos en la enseñanza andaluza van a ser cuatro, de modo que el profesorado esté contento y los niños para qué te cuento. Y cuatro días de puente con buen tiempo dan para mucho. Incluso para pensar, aunque sea viajando. Sí, he dicho cogitar, como si fueran cuatro jornadas de reflexión para celebrar lo que está decretado que se conmemore. Y, ¿qué mejor que hacer un poco de historia verdadera para saber al menos algo de lo que este colosal puente de cuaresma y carnaval juntos supone?
Sigo a la wikipedia, para resultar modernito y eso. El 28 de febrero de 1980 (veinte añitos tenía yo y todavía me creía muchas cosas) se llevó a cabo un referéndum que, según recuerda la wikipedia, el Gobierno de la UCD (entonces el único existente en aquella España aún no fragmentada en taifas) rechazó bajo el lema (Lauren Postigo dixit) "andaluz, éste no es tu referendum". Esto no lo dice la wikipedia pero lo recuerdo yo como si fuera ayer. Se trataba de discernir (sic) si los andaluces querían la autonomía por el 151 o por el 143, lo cual parecía más bien el cuestionario de un examen de oposiciones sobre el temario de las mismas. Si a ello añadimos el texto de la pregunta ("¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo ciento cincuenta y uno de la Constitución a efectos de la tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?"), tenemos las oposiciones completas.
Sabido es que el pueblo andaluz, "abrumadoramente", dio su apoyo plebiscitario a la gran oportunidad histórica, tan ansiada durante las cuatro décadas de oprobio que habían precedido, de acceder al autogobierno al que tenía derecho en virtud del "hecho diferencial", el cual aún no sabemos en qué consistía aunque el actual presidente del Gobierno de España ha hablado de corrupción.
Dice también la wikipedia, y es palmario para quienes conocimos aquellos acontecimientos, que el referéndum no era más que una tapadera para adueñarse del poder en Andalucía. La izquierda deseaba imponer el artículo de la vía rápida, para situarse al nivel de Cataluña, País Vasco y Galicia, las regiones que habían visto aprobados sus estatutos durante la II República. Unión de Centro Democrático —no digamos nada de Alianza Popular— sabía que eso era tanto como entregarle a la izquierda las llaves de Andalucía, la región más poblada y por tanto con mayor peso demográfico de España, y que quien da primero da dos veces (en el caso andaluz, da para siempre, como hemos visto durante 35 años).
De modo que el 28 de febrero de 1980 lo que se ventiló en las urnas, mediante consulta tan directa como aparentemente inescrutable, fue si el feudo andaluz que prefiguraba la Constitución era para los conservadores moderados, que hasta entonces habían ganado las elecciones generales en Andalucía, o para el PSOE y el PCE, que acaparaban, junto al Partido Socialista de Andalucía (el único verdaderamente andalucista) la opción por una autonomía rápida. Fueron estos partidos los que reivindicaron hasta la saciedad el referéndum. Y los que lo ganaron. ¿Por arrolladora mayoría? ¿Fue tal el respaldo popular en Andalucía que justificara declarar aquella fecha como el día de la Comunidad? Veamos.
Vuelvo, para no abandonar la modernidad, a la wikipedia. Estos son los datos, andaluz por andaluz. Sobre un censo de 4.430.356 ciudadanos con derecho a voto, ejercieron el mismo 2.843.820. De ellos, lo hicieron afirmativamente —pronunciándose a favor del artículo 151— 2.472.287. Por el contrario, votaron en contra 152.438. En blanco se depositaron 200.210 sufragios, y otros 12.576 fueron declarados nulos. Hasta aquí los números. Pero lo importante, lo que ha determinado toda una generación de política andaluza, son los porcentajes. Son éstos: Votó un 63,83 por ciento de la población electoral. Es decir, que se abstuvo un 36,17 por ciento. De ese 63,83% que se acercó a las urnas, un 55,42 por ciento llevaba un voto favorable al sí, mientras que un 3,41 se opuso y un 4,48 votó en blanco. Otro 0,47% vio anulado su voto.
¿Por qué es trascendental la participación, así como los votos en blanco? Pues porque la UCD, que ganaba —repito— las elecciones generales en Andalucía (no así las municipales, razón que estaba detrás de que el referéndum se celebrara porque el 97 por ciento de los ayuntamientos andaluces lo reclamó) había pedido la abstención o el voto en blanco. Así de sencillo. Como transparente es que si a la abstención sumamos el porcentaje —ojo, sobre el censo— que representaron los votos en blanco y los votos en contra, nos encontramos con el bonito fenómeno político de que lo que se celebra el 28 de febrero de cada año, con puente incluido, es la victoria del sí en el referéndum de autonomía por un 51,47 por ciento de mayoría sobre el censo electoral andaluz. Así son las cosas. La fiesta institucional (¿o nacional?) que regula la Junta de Andalucía sólo sirve para ese 51,47 por ciento de los andaluces, no para el 48,53 por ciento restante, que no tiene —tenemos— nada que celebrar. Es lo que los expertos en demoscopia llaman "empate técnico", dada su "volatilidad".
Se me dirán… muchas cosas. Que no es válido extrapolar datos de hace 35 años a hoy (entonces, ¿por qué celebramos aquel referéndum?), que esos datos no restan legitimidad a la consulta (ni yo lo niego; lo que rechazo es que se pueda elevar al rango de efeméride institucional lo que no fue más que una elección partidaria que marcó el futuro de muchos andaluces y españoles, porque desde entonces las elecciones generales se suelen llevar a cabo el mismo día que las andaluzas)… Pero lo cierto, amigos míos, es que la manipulación histórica es de libro, y, por supuesto, lleva marchamo rojo.
Por si hubiera alguna duda razonable sobre el carácter totalizante de la maniobra, el dogma se introdujo pronto en todas las escuelas de Andalucía, dando lugar, mediante órdenes ejecutivas, a una serie de actividades especiales de fuerte sabor nacionalista y desde la más tierna infancia, que además brillan por su ausencia en lo referente al hipotético "día de España". ¿Qué decir de lo que aprenden nuestros hijos en sus libros de texto? Y pobres de los padres que intenten apostatar de la fe veintiochofebrerista…
Adolfo Suárez, adalid de la cruzada anti referéndum, el mismo con cuyo nombre el tándem PSOE-IU o IU-PSOE que tanto monta, en el Ayuntamiento de Sevilla, ha rotulado la avenida de Carrero Blanco (valedor, por cierto, de Suárez) para dársela a su sucesor recientemente fallecido, se sinceraba durante una gira por Iberoamérica ante una periodista, cuando ya barruntaba su dimisión, que "quien ha acabado con mi carrera política ha sido Andalucía". Si hemos de recuperar la memoria histórica, recobrémosla entera, no a retales según el gusto de quien corta la tela. Y éstos son los hechos que ya nadie nunca podrá cambiar.

Por cierto, ¡Viva Andalucía española! (¿Les suena?)

lunes, 16 de febrero de 2015

LOS EMBOZADOS Y FRANKENSTEIN

Hay un motivo, uno solo, que explica cuanto está pasando en los países del sur de Europa, especialmente el nuestro con lo que podríamos llamar "el misterio Podemos". Para ceñirnos a la experiencia española, podemos decir que fue terminar la dictadura —o quizás antes— y entregarse la nueva clase política "democrática" a la sistemática y tenaz tarea de cultivar la frustración en el electorado. ¿Recuerdan los 800.000 puestos de trabajo? Su autor intelectual acaba de jubilarse como parlamentario, en medio de un aura de santidad laica del que ha participado fervientemente la derecha. ¿Qué decir del "OTAN, de entrada no"? O del "se pudrirán en la cárcel", por parte del mismo que acaba de rechazar el simulacro de cadena perpetua pactado por su partido. Esto, por referirme sólo a algunas graves cuestiones que se me vienen a la cabeza.
La historia de la democracia en España es la de un gran engaño. Casi nada de lo sustancial prometido ha sido cumplido. La sensación sembrada en la sociedad es la de que se le ha tomado el pelo una y otra vez. ¿Es extraño que surja un tumor en el margen de la pantalla? Naturalmente, el margen es siembre el siniestro, faltaría más. Cuarenta años de Podemos escorado hacia la derecha tienen que producir otros tantos de inclinación arbitraria hacia el lado contrario. La "casta", que por supuesto existe, ha ido agotando todos los márgenes de confianza que la ciudadanía española ha ido depositando en ella con paciencia digna del santo Job. Lo último, el cartucho quemado que ha dado a Podemos la mano de la hija casadera en las tres bodas electorales próximas, ha sido la abdicación del principio sagrado de la vida o lo que es lo mismo, la reconducción legislativa para que el aborto deje de ser un derecho. La burla de los impuestos aún pudo encontrar alguna disculpa (los trucajes contables del Gobierno anterior, etcétera) pero en punto al aborto sólo cabe responder con las palabras de Gallardón: "¡Qué asco!". Son los que podríamos denominar "embozados", porque siempre nos han ocultado su verdadero rostro.
El viaje del Partido Popular a ninguna parte —ese centro que siempre se escapa hacia la izquierda hasta llegar a manos de los extraparlamentarios— ha creado el apagón final de la gran comedia. Ni la gente encuentra trabajo ni cree ya una sola palabra de cuanto le digan ni el PP ni el PSOE. De modo que Podemos se revela en realidad como un efecto científicamente inevitable de este diabólico juego de física mecánica que aburriría al mismo Descartes.
Muchos, generalmente de estirpe marxista, se escandalizan de este fraude político y de que los beneficiarios sean, según ellos, una panda de jovenzuelos (o cosas peores) indocumentados. Aquí viene la segunda parte del experimento de laboratorio que está a punto de rebelarse contra todas las normas de seguridad del sistema. El proceso regulador de la educación en España es, desde la Ley General de 1970, una especie de construcción del Frankenstein que ahora cobra vida propia y se dispone a destruir a sus creadores. Tras un siglo de Plan Moyano, aquel ministro de la Restauración que diseñó el Bachillerato en el que nos formamos "los últimos de Filipinas", Villar Palasí sucumbió a los cantos de sirena del mayo del 68 —y sus ecos en las universidades españolas— trazando una planta nueva, más igualitaria y universal, menos elitista y selectiva. Pero este programa podía servir para desarrollar España  si no en el terreno cultural sí en el económico. Todo se vino abajo sin embargo con la LODE de Maravall, es decir con los aires revolucionarios de aquellos jóvenes del "Podemos" que tumbó a la UCD poniendo así fin a la "guerra civil" light que fue la transición. Felipe González pudo dictar el 29 de octubre de 1982 un parte que dijera "cautivo y desarmado el postfranquismo reformista, las huestes socialistas han alcanzado sus últimos objetivos. La transición ha terminado".
Después vino la LRU, con la que los "penenes" desterraron a los catedráticos y se apoderaron de la universidad española, abriendo la caja de pandora que sigue hoy soltando truenos (recientemente, verbi gracia, un cartel anunciaba la proyección de un "documental" en la línea de Podemos, organizada por las Juventudes Comunistas de Andalucía en la sede del Consejo de Alumnos de la Universidad de Sevilla).
Ya cerrada la tenaza por arriba y por abajo, todo era cuestión de devorar el relleno del emparedado: la enseñanza media, el gran logro del franquismo. Y se pusieron manos a la obra, dando al BOE una LOGSE que supuso el final de la obra demoledora emprendida por los protosocialistas del franquismo.
En suma, todo el sistema educativo español es de cuño socialista (no olvidemos que la LOU de Aznar quedó finalmente irreconocible y que su ley de educación apenas entró en vigor) desde el año 1990, con publicación de la LOGSE. Los chicos de Podemos son criaturas plenamente logsianas, y sus mentes piensan lo que se propusieron aquellos socialistas triunfales de una era que no parecía acabar nunca y que hoy hace aguas por todas partes. El profesor que deconstruyera a Moyano para instalarle un cerebro de Frankenstein, es ahora víctima de su artefacto. No hay nada extraño en todo esto. La historia está filmada desde hace muchos años.

jueves, 5 de febrero de 2015

CINE ARTE-SANO Y DILETANTE

Como soy un negado para todo lo que huela a palomitas devoradas al compás de un cine sin enjundia, no sabía hasta ahora qué es un "blockbuster". A lo mejor ustedes tampoco. Es lo que antes se llamaba una superproducción, pero con más marketing. Suenan cantos de sirena para su contrapunto, el cine independiente —¿Ah, pero lo había?— en nuestro país. La entrega incondicional a la subvención pública tiene estas cosas, que desaparecida la conveniencia política, te quedas como una colilla en una cuneta.
Por eso cada día estoy más feliz de haber emprendido el camino de "Pamarbea", una marca registrada detrás de la que no hay empresa ni infraestructura ni negocio. Sólo amor al arte y gratuidad en el servicio a una causa. De momento, nuestro "móvil" es la lucha por la vida de otros, de los más pobres entre los pobres, de los que carecen de voz y de todo: los no nacidos. Ellos son los héroes de "En el último minuto". Ellos en su silencio, y una muchacha llamada María (Pilar Domínguez) en una formidable interpretación que sigue arrancando una lagrimita de quien suscribe cada vez que ve la película.
Redacto estas líneas como un reportero de los antiguos, de esos que no sabían qué iban a escribir hasta que sonaba el timbrazo del taller avisando de que era "la hora". Y entonces, las ideas tomaban forma y lenguaje con el ímpetu de una cascada. Con esa frescura quiero poner al día a nuestros seguidores del camino que va recorriendo "En el último minuto", ese milagro por la gracia de Dios que ha nacido sin dinero y sin dinero pervive, con mejor salud cada día.
En la página web (enelultimominuto.com) se van colgando fotografías de cada proyección. Puedo decir que no he pedido ninguna (algunas que sí las he solicitado no han encontrado eco). Se trata de proyecciones que han venido a mí, merced al célebre "boca-oído", si bien María de los Ángeles, la colega que se ocupa de lanzar las convocatorias, hace bien su faena para darle algo de notoriedad a una película sin publicidad y sin premios (de momento).
Desde su estreno, el 25 de junio pasado, hemos salido —insisto que sin buscarlo— a casi una proyección mensual: La hermandad de La O (10 de octubre), Pro Vida de Mairena del Alcor (21 de octubre), las Jornadas de Apostolado Seglar (Plaza de San Francisco de Sevilla, 24 de octubre), la hermandad del Santo Entierro (12 de diciembre), la hermandad de San Esteban (13 de diciembre), y la hermandad de Montserrat (9 de enero). Si echamos una cuenta aproximada de cuántas personas han asistido a las proyecciones, y teniendo en cuenta que en Bormujos al estreno fueron unas 400, tenemos que nuestro mediometraje, tan modesto, ha tenido ya alrededor de 600 espectadores. Añadamos los que han podido ver el DVD y la cifra puede llegar fácilmente al millar.
Todo eso, repito, sin más dotación presupuestaria que lo que una familia de cinco miembros con su padre, que soy yo, en paro, ha podido aportar.
En puertas tenemos varias proyecciones más, lo que supone que hasta el próximo verano, si Dios quiere, podremos haber mantenido el ritmo de una al mes. Y en todas ellas se ofrece el DVD para que la historia perviva en las casas, las hermandades, las asociaciones o los colegios, aunque éstos últimos parecen algo remisos. De momento, están confirmadas dos exhibiciones (entrada libre) para el mes de febrero: El día 19, a las ocho y media de la tarde, en la sala "La revuelta" (calle Siete Revueltas 33 de Sevilla), y el 27 a la misma hora, en la parroquia de La Anunciación de la barriada obrera de Juan XXIII, en acto organizado por la hermandad de La Anunciación. Ni que decir tiene que la película da pie a coloquios de enorme interés que vuelven a servir para cobrar ánimos unos de otros y darnos cuenta de que no estamos ni mucho menos solos.
La vida se abre paso, pues, y el cine arte-sano y diletante, también. Lucho por mantener viva la llama, y por seguir haciendo películas con valores y en libertad. Desde aquí hago un llamamiento a los miembros del equipo de "En el último minuto" para que estén prestos, porque ya hay nuevos guiones en marcha.
El reportero, que se siente joven aunque "los medios" hayan prescindido de él, tiene el placer de dar a conocer una nueva noticia triunfal: La Biblioteca Nacional —¡nada menos!— se ha interesado por la película y el making off. Esta misma mañana ha recibido una copia la jefa de Servicio de Audiovisuales, doña Alicia García Medina, a quien aprovecho para agradecer su interés en orden a que la alta institución cultural hispánica cumpla su misión, consistente en —son palabras textuales suyas— "la preservación de la producción intelectual que se produce en España entre la que se encuentran los audiovisuales". De esta forma, "En el último minuto", y todos los que figuran en sus títulos, estarán desde ahora en el Catálogo de la Biblioteca Nacional de España, gozando de difusión "a nivel mundial" (vuelven a ser palabras suyas).
Así que enhorabuena, amigos de "En el último minuto", porque se van abriendo unas puertas muy serias, y todo es gracias a Dios y a vuestra labor. Sólo os pido que no abandonéis nunca a la película y que conservéis intacta la ilusión de seguir trabajando por la verdad y por la justicia… con arte (el séptimo, para más señas).

Agrego una anécdota. La noche en que vi en una gran pantalla proyectada la cinta en la Plaza de San Francisco (lugar más sevillano imposible), me acordé del primer equipo de Súper-8 que tuve. Me lo compró mi padre a muy pocos metros de allí, en la tienda Bovis de la calle Sierpes (casi enfrente de la librería San Pablo, donde hoy se venden los DVD). Era un proyector Eumig, mudo, un tomavistas Bell&Howell y una empalmadora de acetona. Recordaba también que junto a las máquinas me regaló —Dios lo tenga en su Gloria— una película sobre las fiestas primaverales de Sevilla. Yo tenía doce años y unas ganas como las de ahora de hacer cosas. La verdad es que no hice muchas (la procesión de la Virgen de los Reyes, un jardín mágico que tenían unas tías mías en la calle San Vicente, con una Rima de Bécquer de voz en off, y la playa de Valdelagrana en El Puerto). Las conservo como oro en paño, y a veces me quedo mirándolas como un tonto, como el director de "Cinema Paradiso" en la escena final de los recortes censurados con los besos. Aquel equipo fue para mí una fuente espectacular de gozo. Y esa noche estaba yo viendo mi primer filme allí al lado, en público, escaso es cierto. Era todo como un sueño, algo muy parecido a la gala de Bormujos. Por cierto, que en la plaza de San Francisco estaba también Guiamo, la tienda donde compré un proyector manual de diapositivas, que guardo, con el primer dinero que gané: seis mil pesetas por tres meses de informativos en la radio, hace ya la friolera de… ¡Qué cosas!