He tenido la curiosidad de leerme
entero, de pe a pa, el reportaje de TIME sobre el complot global impulsado por
la izquierda estadounidense para expulsar de
Tras deglutir el aluvión de datos
que desgrana la revista —en cuya portada, por cierto, apareció en su día un tal
Francisco Franco— la conclusión de bulto es, como suele suceder,
descorazonadora. Y es que en aquella democracia, como en todas, los resultados
de las elecciones se diseñan cuidadosamente desde los cuarteles demoscópicos de
los lobis. Y no digo ya de los partidos, porque éstos son a estas alturas de
Siguiendo el hilo de la
exhaustiva información en la que me baso, todo parece girar en torno a la
exclusión de la libertad individual como obstáculo para la manipulación de
Nada de esto sería posible sin el
cumplimiento de las peores profecías literarias y cinematográficas que supone
haber traspasado la línea roja tras la cual son las máquinas las que deciden el
destino del hombre. En “2001, una odisea del espacio”, Stanley Kubrick, siguiendo
al novelista Arthur C. Clarke, define perfectamente esa frontera, cuando
presenta al ojo que todo lo ve leyendo los labios de los cosmonautas. Ése es el
preciso momento en que el bólido tecnológico, la criatura dotada de
inteligencia artificial, adelanta de un acelerón al creador. Algo parecido está
pasando en el gobierno de los pueblos.
Los primeros pasos, en el caso
estadounidense que nos ocupa, los dio alguien preocupado por la “deriva
personalista” de Trump. Lo hizo desde la cocina de su casa valiéndose de un
ordenador y una red social. De ahí se pasó a las reuniones telemáticas,
escogiendo cuidadosamente a los participantes. Al mismo tiempo, una insólita
alianza sin precedentes entre el capital —Cámara de Comercio—y los sindicatos
puso en marcha el repostaje necesario para dotar de carburante el
procedimiento. El ensayo prerrevolucionario lo constituyó el Black Lives Matter,
que demostró hasta qué punto estaba engrasada la maquinaria de respuesta a una
muy posible reelección presidencial. Esto fue lo que asustó al capital, que era
lo que se buscaba. Hay muchos otros eslabones, como la complicidad de los
medios, sobre todo la televisión, moviendo hábilmente los hilos de arriba.
Recomiendo la lectura del reportaje en su edición en español, cuyo enlace pongo
al final.
Lo cierto es que todo esto ha
respondido a una combinación de algoritmos traducida en las instrucciones
seguidas para tener garantizado el estado de cosas en el que nos encontramos.
Al fondo hay una serie de programas que configuran el “software” de los futuros
procesos electorales. Y este “big data” goza ya de autonomía. En otras
palabras, y suponiendo que aún se pueda introducir la meta a la que se quiere
llegar, los medios para obtenerla vienen dados por unos ingenieros cuyas neuronas
son bits interrelacionados capaces de gobernar el mundo si se lo proponen. Esto
es ya una realidad, que ha cambiado al inquilino de
Hasta aquí lo acontecido en USA,
según TIME. Mi pregunta es ¿no estaremos sin saberlo inmersos en la
misma “nube” nosotros, los españoles que acabamos de ser desplazados por
Marruecos como aliados estratégicos de primera línea de la todavía gran
superpotencia, con permiso de
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