lunes, 31 de julio de 2023

EL BOTAFUMEIRO DESCONTROLADO

El cruce de cartas entre Feijoo y Sánchez, iniciado por el primero y zanjado abruptamente por el segundo, resulta harto revelador. En primer lugar, y aunque parezca mentira, de la ingenuidad del ex presidente de la Xunta, que no acaba de salir del terruño, donde, como bien sabía Álvaro Cunqueiro, nada es lo que parece y es posible torear al vecino haciendo gala de ese lenguaje cerrado de claves entre irónicas, socarronas y endogámicas que emplean los celtas profundos. Pero eso, al otro lado de la carretera de La Coruña, no cuela. Y en la Mareta menos. Nos habla, además, a las claras el breve epistolario entre pretendientes de mayorías de la resistencia --resiliencia, dicen ahora los cursis de la economía-- que caracteriza al socialista y que está a punto de pulverizar España en sus manos. Sigue como el primer día, chulo, es decir, guapo en toda la extensión del término. Para él no pasa el tiempo (el narcisismo es así), como si acabara de pulsarse el botón de stop en la cámara que grabó aquel mensaje ante la pandemia en el que donde decía "permanecer en nuestros hogares" quería decir renunciar a nuestras libertades. Y es que Sánchez gusta mucho en las peluquerías, porque no es nada lgtbi, sino todo lo contrario. Ese porte de pívot encestando con toda su anatomía de Victoria de Samotracia desplegada hacia el aro y la red ha conquistado tantos votos como la coleta del otro en su día. Él lo sabe de sobra --sobrado-- y unas veces emplea sus giros turgentes de voz de confesor años setenta y otras, como en esta ocasión, aires de Mareta, con su punto marroquí/sahariano, al tratarse de un escrito que responde, respondón, a otro del acólito liberal-conservador-centrista-progresista-conciliador (el PP se ha convertido en una suerte de osciloscopio buscando siempre no el justo medio sino la media de la masa, el electro plano). La estantigua ha lanzado el botafumeiro con la intención oculta, tal vez, de estrellarlo en la cara del otro. Incluso le ha tuteado --al contrario que su interlocutor--, para recordarle hasta la saciedad que ha sido él quien ha ganado las elecciones --¿tal vez no se lo cree y en realidad se lo reitera a sí mismo?--. Pero el chulapo impostado le ha pegado su propio empujón al incensario para que vuelva a su punto de origen, pasando, que es lo que le interesa, por el centro, donde coge impulso relanzado por los acólitos de la moderación. De boomerangs sabe más Sánchez que Feijoo. Y si no, que se lo digan a Susana Díaz.
Lo malo es que a los acólitos se les vaya el botafumeiro de las manos y acabe destrozándoles la cara. Como a Ciudadanos.

lunes, 17 de julio de 2023

AHORA O NUNCA

No recuerdo una campaña electoral tan bronca como ésta. Y es que hay mucho en juego. Tánto que, como bien advirtió Sánchez a su grupo, estamos ante el primer intento serio de cambio radical de rumbo tras un largo camino de ida, jalonada de mentiras, hacia abismos morales con sus corolarios económicos cuyo apoteosis en nuestro país lo encarna la irrupción, por primera vez desde la Guerra, del frente comunista en el poder. Desde aquel "sí se puede" que nos ha traído a la memoria histórica el documental "El autócrata" y que en realidad era la sanción de un proceso abierto por el gran beneficiado del 11-M, los españoles se han adentrado en una trampa colosal y totalitaria, un callejón sin salida, la pesadilla de encontrarse maniatados por unos acontecimientos viciados de origen donde toda ruptura tenía su asiento con tal de mantener el del presidente del Gobierno ocupado por el trasero de Pedro Sánchez.

Todo eso y mucho más se tambalea. No me atrevo a decir que toca a su fin. He visto ya demasiadas cosas en esta España de mis entretelas. Pero o todo el mundo, salvo Tezanos, está equivocado o el hartazgo hace las cosas inaplazables. Ahora bien, ¿qué panorama nos aguarda? El apuntado cambio de rumbo es un movimiento profundo, vasto y ambicioso. Tal cosa no puede abrirse camino en una balsa de aceite. La resistencia por parte de quienes nunca habían conseguido tánto en tan poco tiempo y con tanta facilidad sería numantina. La repetición de la euforia popular por los resultados del 28-M (y su reverso, la desolación de la izquierda, manifestada en la atropellada convocatoria electoral), el intrincado camino de los pactos de la derecha, de incierto futuro y malogrado en Murcia, y, en fin, el giro copernicano en el reparto del poder por lo que respecta a regiones y municipios, tropieza con un escollo de dimensiones incalculables de cara a las elecciones generales: los separatismos y la ley electoral con la que un ingenuo Adolfo Suárez quiso acabar con el terrorismo y los fantasmas del pasado remoto concediéndoles una sobrerrepresentación que desequilibraba gravemente la soberanía nacional, desvirtuándola y quizás abortándola. Ésa ha sido la llave de la llegada y permanencia de un tal Sánchez a y en La Moncloa. Lo peor, sin embargo, no es que algo establecido sin consulta popular por un presidente de Gobierno franquista hace cuarenta y siete años, bajo la presión, hoy inimaginable, de las bombas y las metralletas, siga vigente, y vaya a condicionar unas elecciones tan cruciales como las que se avecinan. Lo más lamentable y peligroso es que ningún partido haya querido cambiar esa regla del juego que hace a los españoles no separatistas --es decir, a la inmensa mayoría-- rehenes de éstos. Y sobre todo, que ninguno con posibilidades de gobernar lo lleve en su programa electoral. Aclaremos que no se trata de un precepto constitucional. Nada de eso. Es una ley orgánica. Para reformarla basta la mayoría simple (mitad más uno de los presentes) del Parlamento. Ésta es la verdadera clave de la gobernabilidad futura. Si el partido o los partidos que logren la investidura no tienen voluntad de acabar con esta adulteración de la democracia, golpes como el de la moción de censura y la aprobación de decretos inconstitucionales a los que hemos asistido durante los últimos años, estarán siempre en el horizonte. Y la inevitable consecuencia también: la sumisión, a la larga, de la derecha moderada a cuanto dicte la izquierda revolucionaria.

lunes, 3 de julio de 2023

EL ESTRIBO EXTREMEÑO

 A veces, uno siente, como buen pesimista, la alegría de haberse equivocado. No lamento nada que el curso de la Historia me haya quitado la razón en el contenido del artículo anterior. Creo poder afirmar, sin faltar a la verdad, no como otros, que los hechos han cambiado, no yo. Cuando escribí “Justo lo que Sánchez buscaba”, las cosas estaban muy crudas en Extremadura para llegar a un entendimiento entre el PP y VOX. Esto no es un secreto para nadie. Las cartas le sonreían a Sánchez, que veía cómo la jugada de adelantar las elecciones a una fecha que dificultara los pactos entre los dos partidos de la derecha le salía que ni pintada. Evidentemente, lo que de verdad le importaba no eran los ayuntamientos y las regiones, ya perdidos para el PSOE, sino su asiento en el Falcon presidencial, porque de que ambos partidos opositores unificaran criterios o no dependía el Gobierno resultante del 23-J.

¿Qué ha sucedido desde entonces? Aquí sí hay fruta que desgranar. Aparentemente, lo sabemos todo, a partir de la sustanciosísima rueda de prensa —por las respuestas, no desde luego por las aburridísimas y monotemáticas preguntas de los periodistas amaestrados, al servicio unánime de la corrección socialista— en la que una María Guardiola de radionovela y un Ángel-Pelayo Gordillo que hacía con ella pareja digna de Pimpinela arrepentida, dieron la vuelta a lo que parecía una ruptura sin remedio, convirtiéndola casi en un romance con carta de sesenta puntos. Ninguno de los cuales, por cierto, parecía interesar lo más mínimo a unos periodistas que de sus orgullos venían y a sus orgullos iban.

Hay mucho en la cocina de estos acuerdos. Y hay un personaje que, como suele suceder, se ha perdido entre las patas del escenario pero que ha sido la clave de todo. Le gusta aparecer en las fotos con cara de bufón, pero de eso nada monada. Es alguien muy hábil y seductor, una mezcla de arriolas e ivanes redondos. Naturalmente, es “comunicólogo demoscópico” y tiene su empresa. Me voy a guardar muy mucho de citarlo por su nombre, que, por otra parte, ha estado en las redes muy intensamente durante cuarenta y ocho horas, no más. Porque ha sabido desparecer, por el momento, arte de la que depende la supervivencia en los ámbitos en que él se mueve. Para resurgir siempre, es verdad. El joven —ya no tanto— en cuestión ha estado presente en la vida de quien esto escribe, entre bastidores. Pero muy presente. Asesoraba a un político, sevillano como él y como yo, muy influyente en el periódico en el que yo trabajaba y —sobre todo— escribía. Mis lectores saben de mi obsesión con el aborto; o mejor dicho, pro vida. Y puede que haya quien recuerde algunos de mis artículos en dicho periódico atacando la cobardía del PP en esta materia. Cobardía que no ha hecho sino crecer desde entonces, y lo sigue haciendo. Pues bien, mis colaboraciones se fueron extinguiendo hasta recibir la indicación de la calle, momento en que me refugié en este blog.

Me olvidé de todos aquellos lúgubres manipuladores, pero ellos han seguido intrigando, y finalmente, nuestro “comunicólogo demoscópico” —progre, naturalmente, y por si hubiera duda ahí están sus habituales colaboraciones en medios del pesebre— va y salta a la “fama” como el gran obstáculo para el pacto extremeño que sin duda prefigurará el nacional de los próximos años. In extremis, cuando Fernández Vara ya tenía fijada fecha para su investidura, Feijoo ha obligado a Guardiola a defenestrar a nuestro instigador —rescindiendo el contrato que tenía con él—  y de pronto, por arte de birlibirloque, ha surgido de la nada un acuerdo de sesenta puntos, una consejería clave para VOX y la paz con una Guardiola cariñosa y a punto del llanto al reconocer que ha tenido que envainársela y probablemente al recordar hasta qué punto ha sido pelele de su “fontanero”.

Habrá en el PP una tormenta sorda tras lo de Extremadura. Esperemos que las costuras aguanten el temporal, porque el ala socialdemócrata, o simplemente acomodaticia, que es la que manda, no va a bajar la guardia. Y también habrá por parte de los de Abascal, una durísima digestión. No es lo mismo estar enfrente que dentro del edificio en llamas. Pero vuelvo a otro artículo mío reciente, el de la abuela de la Reina y su frase “Si esto lo salva alguien son los de VOX”. Y sobre todo, yo también me cubro de ceniza y me visto de saco, para acompañar a María Guardiola que tanto habló de soberbia, y reconozco que en boca cerrada no entran moscas; o sea, que me equivoqué, afortunadamente, aunque a partir de ahora quede lo más difícil: mantener la humildad por ambas partes… y por la tercera, ésta que escribe, también, porque la Historia es lo menos predecible que existe.