sábado, 4 de enero de 2014

INGENIEROS DE CUENTOS


Antaño, nuestros mayores, a quienes cada vez debemos más, nos aleccionaban sobre nuestros deberes futuros como personas de provecho, sobre todo a la hora de elegir profesión y ganarnos así la vida para formar una familia y cultivar la felicidad en ella. Todo eso hoy nos parece una quimera. Claro que antes ya nos parecía un discurso rancio y superado. Pues ya ven, henos aquí en un país sin horizontes para cuando nuestros niños sean mayores, que acaba de ver cómo por primera vez la renta de los trabajadores sin cualificar sobrepasa a la de los profesionales universitarios y que desparrama a éstos por el resto del mundo en una suerte de dilapidación del talento.
Como si un virus de inconsciencia, una especie de locura colectiva, se hubiera apoderado de nuestro centros de decisión, las empresas echan a la calle a los más expertos, aquello en quienes han invertido más dinero y más tiempo para conseguir empleados bien formados, competitivos y responsables. España se vacía de gente valiosa mientras se entrega a unos cuantos jóvenes pésimamente educados y condena a los demás a ser "ninis" o coger el portante.
Recientemente hemos sabido que los ingenieros de caminos pasan, en el mejor de los casos, el puente que lleva desde las escuelas universitarias al extranjero sin solución de continuidad. Es decir, que estamos gastando una fortuna en darles una carrera para que sean otros los que disfruten de sus obras. Sólo en Andalucía, han sido doscientos los que han salido de España rumbo a cuarenta y tres naciones porque en la suya no hay dónde construir. En 2010 sólo procedía de fuera el 29 por ciento de las ofertas de empleo para estos ingenieros. Hoy constituyen un 73 por ciento. En España no se hacen caminos, ni canales ni puertos. ¿Para qué? Además, la hucha se la pulieron los socialistas con la ayuda insustituible de los populares. Y para ilustración, una frase del decano del Colegio que agrupa a estos ingenieros en Andalucía, Ceuta y Melilla: "Este país lo cambiaremos nosotros, nunca esta mediocre clase dirigente que nos gobierna aquí y en Madrid". Cuando éramos chicos, nuestros padres nos sentaban a su lado, nos cogían una mano y, mirándonos fijamente a los ojos, nos decían, con voz dulce: "¿Y tú, cuando seas mayor, ¿qué vas a ser? ¿Ingeniero de caminos, como tu padre?". Claro que también había veces que comentaban alguna ocurrencia de los lumbreras que nos gobernaban ya entonces, y decían: "Ese es un ingeniero de caminos, canales… ¡y cuentos!"