viernes, 8 de noviembre de 2019

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, A REFERÉNDUM

   (Publicado el viernes 8 de noviembre de 2019)

Bueno, la de expresión y muchas otras, pero ocurre, aunque ya lo tengamos demasiado olvidado, que todas empiezan por ésta. Se me dirá que hablo subjetivamente e influido por mi condición de periodista. Sí, claro, como todo el mundo lo hace desde la atalaya de su quehacer en la vida o, si queremos resultar más platónicos, desde su vocación. Pero observen el verbo que empleo: hablar. El domingo es día de “habla, pueblo, habla”. Aquella vez de la canción pegadiza encargada por la UCD para recorrer los pueblos y las tierras de España era la primera. ¿Será ésta la última? Porque hay muchas formas de hablar, pero si empezamos a introducir nóes en los referenda sobre libertad de expresión que son todos los comicios, el resultado es de Pero Grullo: “No hables, pueblo, no hables”.
El 10-N vamos en realidad a un referéndum de autodeterminación del pueblo español, colonizado hasta ahora por un pensamiento único dictado desde el complejo de La Moncloa y otros complejos con el respaldo prefabricado de mayorías manipuladas por las técnicas de ese mismo discurso oficial, cuyo troquel venía esculpido en talleres que, probablemente, nunca conoceremos… lo suficiente. El plebiscito de estas elecciones decide si queremos saber lo que pasa —y ojo, lo que ha pasado— o preferimos seguir pastando en las verdes praderas del paraíso socialista en el que comer del fruto prohibido —pensar y decir lo que se piensa— es el pecado original de una democracia entendida como “popular”.
¿Por qué expresarse incluso quemando fotos del Rey y banderas nacionales es libertad de expresión y ensalzar los logros evidentes del régimen franquista es delito? Ésta es, queridos juristas y políticos de todos los partidos salvo VOX, la pregunta del referéndum. Y por eso las encuestas de todos los medios han coincidido por primera vez en que Abascal ganó el debate televisivo, aunque pueda ser una manera de alertar al voto de las izquierdas como el 28-A.
Naturalmente, la pregunta del referéndum no va formulada así. Pero es como si lo fuera, porque en realidad todo consiste en dar a elegir entre el seguidismo pastueño de “la verdad y la razón están siempre en el lado de la izquierda” o “hay que dar una oportunidad a la recuperación de valores que la izquierda ha denigrado”. Hay dos casillas, aunque haya muchos partidos. Y de cuál se marque dependen dos cosas: que España siga existiendo como nación libre y unida por un lado y que no tengamos que esconder la máquina de escribir por otro.
Esto último no lo digo a humo de pajas. El 5 de noviembre de 2006 se estrenaba en España, precisamente en el Festival de Cine de Sevilla, “La vida de los otros”, excelente “recreación” del calvario sufrido por los intelectuales disidentes en la RDA (República Democrática Alemana, para amnésicos y víctimas de la Logse). Pero lo que relata esta cinta, internacionalmente galardonada (menos en España), no ocurrió en los años cuarenta ni cincuenta ni sesenta ni setenta. La película está ambientada en el Berlín comunista de 1984, cinco años antes de la caída del Muro. Y he citado lo de la máquina de escribir —no voy a destripar la obra porque espero que a quienes no la conocen les pique la curiosidad— ya que en aquel año y en aquel lugar, pleno corazón de Europa, ¡todas las máquinas de escribir tenían que estar inscritas en un registro del Estado! Y si la Stasi (Policía política) descubría que algo interpretado como subversivo había sido escrito en una de ellas, pobre del titular. Ya sé que los socialdemócratas de antes no estaban en aquella línea. Pero me pregunto, con Rafael Alberti y Aguaviva, ¿qué piensan muchos de los de ahora?
En los mítines de VOX, para caldear el ambiente, suena siempre la que tal vez sea la canción más tarareada de Nino Bravo: “Libre”. Cuando se estrenó y comenzó el camino de su triunfo, hasta llegar a ser un clásico, todo el mundo la asociaba a la dictadura de Franco. Pero sólo recientemente se ha divulgado que su protagonista era, precisamente, uno de esos jóvenes que, en la vida real, no en las películas, dejó su piel y su vida, literalmente, entre las alambradas de espino vigiladas por torres de militares fuertemente armados y pastores alemanes dignos de la Gestapo, en aquella adorable RDA. Escúchenla detenidamente e interprétenla a la “luz” de este dato fundamental. Y otro hecho: se lanzó al mercado… en 1972, sólo cuatro después del “mayo del 68” del que tanto se enorgullecen nuestros socialistas, comunistas y anarquistas. Si tienen estómago, busquen también imágenes de aquella “frontera” berlinesa de la libertad. Otro día les hablaré de otras dos películas todavía “frescas” que giran en torno a estos asuntos, aunque desde diferentes prismas: “Las invasiones bárbaras” y “Good by, Lenin!”.
Santiago Abascal daba a conocer la otra noche en uno de los últimos feudos irreductibles del PSOE (Dos Hermanas, Sevilla, donde también sonó “Libre”) un par de datos cuando menos elocuentes sobre el ya mencionado debate que para muchos españoles ha supuesto el descubrimiento de un líder que en nada se parece a los fascistas. Por un lado, reveló que en su atril sólo había un par de fotos, la del Kennedy sereno en su famoso duelo ante las cámaras con un Nixon sudoroso, que le llevó a la Casa Blanca; y la de una familia norteamericana de la época. Y dijo que cuando se sentía tentado de hablar sólo para los demás intervinientes, miraba las fotos para recordar que sus interlocutores eran los españoles.
Lo otro es más fuerte, y habla de los sutiles mecanismos televisivos para el mantenimiento del negocio, sea económico o sea político. Resulta que su famosa entrevista en “El hormiguero”, fue la única con los candidatos de las generales en la que no hubo aplausos. ¿Y saben por qué? No, ciertamente, porque el público se mostrase reticente, sino porque el regidor no levantó en ningún momento el celebérrimo “panel de órdenes”. Y sin embargo, ¿qué ocurrió? Que el pueblo “habló”. Lo hizo durante el tiempo de la publicidad. ¿Y saben lo que gritó el graderío espontáneamente, en cuanto pudo? “¡Presidente, Presidente, Presidente!”. Ahí queda eso, para quien, tras ver “La vida de los otros” no se sienta indiferente por la posible vuelta de todos los pasados.

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