viernes, 10 de enero de 2020

LOS DE LA TROCHA


 Vereda o camino angosto y escusado, o que sirve de atajo para ir a alguna parte.

Con esta acepción define el Diccionario de la Real Academia —ese instrumento obsoleto en la era digital al que sólo permanecemos fieles los nuevos “friquis”— la palabra “trocha”. Creo que no se puede bautizar mejor el carácter que ha de presidir, necesariamente, la época histórica en la que acabamos de entrar. Si esto fuera una república (a algunos se les hace la boca agua) hoy estaríamos en algo así como su tercera o tal vez cuarta edición, porque en los últimos cuarenta años de vida española ha habido más de república que de monarquía. El régimen en el que nos situamos desde hace unas semanas es lo más parecido a una trocha. Y no por voluntad del Rey, desde luego, que se la jugó con valor demostrado aquel 3 de octubre de 2017 con un discurso televisado plenamente institucional, caso único en nuestra democracia si obviamos el del 23-f. La trocha va a ser —si no, al tiempo— la “herramienta” (término de cuño soviético, como “taller”, ambos omnipresentes en todos los ámbitos de la vida social española) básica de los gestores del “gobierno de progreso”. Como buen atajo (mi tierra andaluza está llena de ellos), es idóneo para ocultarse entre la vegetación legal y llegar de un punto a otro sin pasar por el camino oficial y generalmente conocido, que suele estar —mejor o peor— vigilado. La trocha es un ardid muy utilizado por los guerrilleros durante la lucha por la Independencia (española, por si alguien desea despistarse). El conocimiento del terreno, de aquella red de atajos que ellos tantas veces habían hollado hasta hacerlos parte de su hogar al aire libre, fue, junto a su bravura y a veces brutalidad —los gabachos no le andaban a la zaga— buena parte del secreto que les permitió, al alimón con el ejército, devolvernos España a los españoles. Hasta hoy.
“Los de la Trocha” era un grupo de cante por sevillanas que permaneció en primera fila de las ventas de vinilos y la audiencia radiofónica, amén de las actuaciones en vivo durante veinte años, entre 1969 y 1989. Dos décadas prodigiosas cuya banda sonora, al menos en el Sur, estará ya siempre unida en el recuerdo de quienes habíamos nacido diez años antes a las letras y las músicas de estas cinco voces. Aquellos años fueron, en lo político, los que alumbraron la España que hemos tenido hasta ahora. Para bien y para mal, como todo en esta vida. Los de la Trocha fueron quizás los últimos clásicos del género junto con El Pali, antes de que la electrónica invadiera el antiguo predio de las corraleras. Hubo quien no les comprendió, pero esa mayoría silenciosa que pedía voz y voto siguió su arte con entusiasmo. Tuvieron hasta una gran sala de fiestas en exclusiva para ellos. Y dentro de la amplia y virtuosa discografía de Los de la Trocha, sevillanos de pura cepa que se constituyeron en una taberna de la calle Imperial, de nombre “La trocha”, destacarán siempre dos temas si me lo permiten proféticos. El uno se titulaba “Pensamientos míos”, el otro y mucho más alegórico “Fue tu querer”. Éste último era un verdadero milagro, inspirado en el Concierto de Aranjuez. Era la sevillana estelar del disco que sacó Columbia nada menos que en 1975. El compositor era uno de los dos hermanos del guitarrista Manolo Sanlúcar que formaban parte de Los de la Trocha, “Evora”. ¡Y tenía quince años! Como quien esto firma. Pero lo más grandioso de estas combinaciones astrales de la Historia es cómo continuaba aquella sevillana: “Fue tu querer… el que a mí me traicionó.”
Hoy, unos políticos bastante zafios parecen estar buscando una trocha para burlar la Constitución que se empezó a gestar al tiempo que aquel querer sedicioso. Las cosas de la vida, que está plagada de trochas. Inevitable sentir nostalgia de aquella taberna ante tanto ruido tabernario.

CODA: Leo con un respiro de consuelo que el Tribunal Supremo ha puesto negro sobre blanco que esto sigue siendo un país libre con un “derecho nacional” propio y que el TS “no puede aceptar lo que la Ley no permite aceptar”. Más concretamente, “quien participa en un proceso electoral cuando ya está siendo juzgado, aunque finalmente resulte electo, no goza de inmunidad conforme al derecho nacional. No puede condicionar el desenlace del proceso ni, menos aún, el dictado de la sentencia.” Le da, pues, sopa con ondas al Parlamento europeo y al Gobierno español a través de su abogacía. Veremos intentos mucho más bolivarianos de retorcer la Ley, y los veremos pronto. Pero éste, de momento —y la cosa está empezando— se ha estrellado, por fin, contra el muro de los Tribunales. Que Dios les siga dando a nuestros jueces y fiscales luz y valor.



3 comentarios:

  1. Querido Angel: estoy mal de la vista, Estoy de acuerdo con tu escrito que he leído por encima. Feliz Año. José Sánchez Herrero

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  2. Me ha encantado el estilo, el contenido y la oportunidad

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