martes, 16 de junio de 2020

LA CARTA DE SUÁREZ ILLANA, por IMPLÍCITO


El camino empedrado, con guijarros de punta, que viene siguiendo la política española desde el golpe de timón que supuso la moción de censura del “todos a una” por la toma de la Moncloa acaba de cubrir una etapa clave. Y, como siempre, la derecha moderada no se ha enterado. Quien sí ha reaccionado, admirablemente, ha sido el hijo de un político ambicioso y responsable, en cuya figura aparecen cada vez con más intensidad las luces y las sombras, y al que, en todo caso, debemos que el susodicho asalto se haya diferido durante una generación.
Si buscan la carta en la que Adolfo Suárez Illana explica —a quien todavía interesen estas cosas— por qué ha protagonizado el primer desmarque de calado que sufre el Partido Popular en la presente legislatura podrán comprender el valor que sus palabras tienen para la Historia de España. El hijo del artífice de la transición —reitero que con su inevitable carga de vicios y virtudes— a la sazón miembro de la mesa del Congreso, ha tenido la gallardía de romper la disciplina de voto al hacerlo en contra de la Proposición No de Ley presentada por socialistas, comunistas y podemitas, para retirar condecoraciones a funcionarios y autoridades franquistas, siempre —claro está— bajo criterio gubernativo. El partido de Suárez había dispuesto la abstención, pero él prefirió ser leal a su conciencia y a su padre. Es, como digo, un gesto crucial aunque las consecuencias prácticas inmediatas no lo sean, desde luego.
Insisto en la lectura de su carta, porque en ella están los ingredientes para interpretar, en toda su gravedad, la tesitura actual de la vida nacional. Si tuviera que entresacar una frase de ella, sin dudarlo sería ésta: “Una cosa es cambiar “la” Constitución y otra muy distinta pretender cambiar “de” Constitución”. Lo escribía Suárez Illana a raíz de otra frase para la historia, cual era la pronunciada por el ministro de Justicia en el pleno del Congreso al referirse a la actual “crisis constituyente”. Ahí queda eso.
Muchas veces hemos pensado que uno de los principales errores de la transición fue la autoconversión de las Cortes elegidas en junio de 1977 en Cortes Constituyentes. De ahí arranca la exagerada representación de las fuerzas centrífugas, cuyos frutos en el tiempo no dejamos de padecer desde el último y débil Gobierno de Rajoy. Aquel arco parlamentario, votado ya con plena libertad, debió convocar elecciones para otras Cortes Constituyentes, como mandan los cánones democráticos, y no erigirse en redactor de un proyecto de Carta Magna mediante unas comisiones con presencia determinante de los nacionalistas mientras fuera las metralletas etarras humeaban a diario. El pueblo español no eligió Cortes para que alumbrasen una Constitución. Puede que si se les hubiera encargado tal menester los resultados hubiesen sido distintos. En todo caso, aquellos legisladores tuvieron en su mano elaborar una Ley Electoral mejor que la vigente y no lo hicieron.
Resulta obvio que las Cortes actuales tampoco son constituyentes. Por lo tanto, hablar de crisis constituyente vuelve a sonar a autoerección de poder tal. La extrema izquierda española, junto a los separatistas y filoetarras, jamás han tenido una oportunidad como la actual composición del Parlamento para introducir una “crisis constituyente”. O sea, un cambio de régimen gradual. O como decía Alfonso Guerra del caso catalán, que subyace bajo todo esto, “un golpe de estado a cámara lenta”. Y Adolfo Suárez Illana no quiere bailar en esa danza siniestra.

1 comentario:

  1. Estimado amigo:
    Le llamo así porque me vino su articulo por Aquilino Duque a quien conoci cuando fui a Sevilla a dar una conferencia sobre mi abuelo Adrano del Valle
    Apunta usted el error de nada mas y nada menos de las Cortes Constituyentes sin realmente serlo.
    Hubo un gran jurista un sabio como le llamaba mi padre don Eustaquio Galán que se ocupó largo y tendido de este relevante asunto.
    Me pongo a su disposición para ampliarle las referencias si lo desea en mi blog publicaba cosas sobre todo de mi abuelo materno.
    Reciba mi consideracion y amistad
    Enhorabuena por su artículo que no se si ha publicado en algún otro lugar merecería la pena

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