El comentario, representativo de la conclusión, es cada día más frecuente. La vida pública va tomando tintes apocalípticos, aunque, como es natural, intentemos ignorarlos. Y nos refugiamos en el último aprisco que nos queda: nuestra vida privada, principalmente la familia y los amigos. La cara social de la existencia ha quedado secuestrada por la acción de unos cuatreros que nos han robado la ilusión de interesarnos e incluso vibrar con las cuestiones que atañen a los destinos colectivos. En España, el proceso, aunque antiguo, es ya galopante. El racimo de partidos que ha descubierto las mieles del poder durante los últimos años, desde la moción de censura que les granjeó el Gobierno de la Nación (y que, no se olvide, no se correspondía con la mayoría de votos, incluso aceptando la sobrevaloración de los sufragios secesionistas, sector que ha sido desde entonces el amo del país entero) manda ya la nave como si no hubiera otra oficialidad que ellos. A la diferencia entre mayoría de escaños y mayoría de votos en el conjunto del país se superpone el desprecio hacia la oposición, aunque a ésta la lidere el partido más votado. No descubro ningún secreto con lo que escribo, ya lo sé. La voladura controlada de los contrapesos y los controles mutuos es ya un hecho (Constitucional, Legislativo, medios de comunicación, políticas educativas…) que sólo la indolencia, la anestesia y ahora también la amnesia (raíz de amnistía) mantienen en una sordina exasperante.
Todos estamos tentados por ese
instinto natural, que tiene mucho que ver con el miedo. La palabra es
totalitarismo. Recuerdo que cuando se discutió en las Cortes
preconstitucionales qué partidos debían legalizarse y le tocó el turno a los de
izquierdas, ésta era la palabra que más rodaba por los mentideros. La Unión Soviética
gozaba aún de relativa buena salud, y la memoria de la Guerra Civil estaba muy
presente, con la tendencia contraria a la actual. El filtro para legalizar era
ése: la ausencia de totalitarismo. Al final, y a diferencia de los países
anglosajones o de Alemania, entraron a saco los partidos comunistas, mientras
que Felipe González daba la vuelta al PSOE en Suresnes con el beneplácito de la
CIA y el apoyo financiero de la socialdemocracia germana de Willy Brandt.
Quedaba así expedito el camino para que gobernara un Partido Socialista sin
Rodolfo Llopis, que es como decir sin guerracivilistas. Pero ésta es una tribu
pertinaz, que Zapatero y Sánchez —uno continuador del otro, como se está demostrando
incluso para invidentes voluntarios de la “derecha”— han invitado a determinar
nuestro futuro inmediato.
Estamos, pues, inmersos en el
totalitarismo, y eso hace amarga y gris la convivencia pública. De modo que
apagamos esa habitación y nos pasamos al búnker de “lo nuestro”, llámese
reuniones de amigos, el bar de la esquina, el fútbol o la caza. En el pueblo
donde me retiro —sí, yo también— los fines de semana, poco más que una aldea de
mil y pico habitantes, una venta hizo el otro día comida para doscientos
cincuenta monteros. Descuenten mujeres, niños y ancianos y comprobarán que todo
el pueblo y parte del extranjero se echa al monte, en el buen sentido. Es sólo
un botón de muestra.
España es un país tenso. De ahí
ese temor que a todos nos embarga cuando vemos que los asaltatrenes vuelven por
sus respetos. Y entonces se hace el silencio y esperamos que la tragedia se
cebe con el novillo y no con nosotros. No somos cobardes; es que resulta, por
desgracia, cierto lo de Machado: “Españolito que vienes al mundo…” Antes había
cierta felicidad en trabajar por nuestro pueblo participando, aunque sólo fuera
informándonos de lo que acaecía en la rúa. Ya no. Han conseguido que
protejamos la alegría en su último reducto, privatizándola.
Muy acertado, mi dilecto Ángel.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con tus principios éticos y morales, que parece ahora no se llevan
ResponderEliminarPues sí, es la continuación de la tela de araña andaluza por otros medios a escala nacional y pasar de "la ley a la ley" (la dictadura " no mola"), previa adulteración, de la democracia al gobierno perpetuo de izquierda y separatistas hasta el fin de la nación.
ResponderEliminarEn efecto, como bien apuntas de manera tácita y tu gran magisterio, la molicie social será la culpable de esta tragedia que nos acecha.
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