jueves, 19 de marzo de 2015

SAN JOSÉ, ESE PADRE QUE CRECE

La de San José es una de esas figuras evangélicas que se agigantan en tu vida sin tú buscarlo. En mi caso, tengo varios antepasados y familiares vivos llamados Pepe. No obstante, sospecho que esta corriente de simpatía y devoción viene por otros caminos. Es la paternidad lo que me subyuga de este titán de la fe, el primer mortal nacido con mancha de pecado original que creyó lo que ninguno de nosotros —y hoy menos que nunca— aceptaría. Tras Abraham, él fue el patriarca más entregado a la fe, y también la primera cuna (o la primera cruz, según se mire) para el Salvador, ese hijo de su alma ya que no de su cuerpo.
En Sevilla tenemos una iglesia, comprada por Mateo Alemán —el autor del Guzmán de Alfarache— cuando era hermano mayor de la cofradía del Silencio, en la que hace muy pocas fechas se celebraba el aniversario de un voto concepcionista que está en el origen de la corporación. La fiesta consistía en un concierto de música sacra barroca. Mientras sonaban Bach, Haendel o Haydn, mis ojos, que no podían atisbar al coro intérprete, se desviaban una y otra vez hacia un altarcito situado a mi lado. Allí estaba San José en la tradicional postura de llevar al Niño Jesús de su mano. Su mano… el punto de atraque de aquel infante divino que siempre se representa vuelto hacia su padre y como preguntando insistentemente, que es el oficio de los niños. Conservo una fotografía del día en que hice mi Primera Comunión, que siempre me recuerda a San José y el Niño. Vamos ambos por la acera, a pocos metros de la iglesia donde sigo yendo a misa. Ando yo enfrascado en una conversación muy animada, vestido de fraile y cogido de la mano de mi padre. Aquella mano… anclaje de mi escaso puñado de certezas.
Sí, San José es nuestro padre, el confidente, el orientador, el puerto de abrigo frente a los vientos cambiantes de una vida a menudo amenazada. Santa Teresa fundaba siempre bajo su patronazgo, empezando por aquel convento en miniatura donde empezó su revolución en Ávila. Loado sea este personaje que dio nombre a mi colegio y que nos lleva de la mano como hizo con Aquel a quien a buen seguro tomaría en sus brazos nada más nacer.

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