Marchando una de estadísticas veraces y significativas. Se
aproxima la celebración del puente de Andalucía, que ésta es la verdadera
fiesta porque los festivos en la enseñanza andaluza van a ser cuatro, de modo
que el profesorado esté contento y los niños para qué te cuento. Y cuatro días
de puente con buen tiempo dan para mucho. Incluso para pensar, aunque sea
viajando. Sí, he dicho cogitar, como si fueran cuatro jornadas de reflexión para
celebrar lo que está decretado que se conmemore. Y, ¿qué mejor que hacer un
poco de historia verdadera para saber al menos algo de lo que este colosal
puente de cuaresma y carnaval juntos supone?
Sigo a la wikipedia, para resultar modernito y eso. El 28 de
febrero de 1980 (veinte añitos tenía yo y todavía me creía muchas cosas) se
llevó a cabo un referéndum que, según recuerda la wikipedia, el Gobierno de la
UCD (entonces el único existente en aquella España aún no fragmentada en
taifas) rechazó bajo el lema (Lauren Postigo dixit) "andaluz, éste no es
tu referendum". Esto no lo dice la wikipedia pero lo recuerdo yo como si
fuera ayer. Se trataba de discernir (sic) si los andaluces querían la autonomía
por el 151 o por el 143, lo cual parecía más bien el cuestionario de un examen
de oposiciones sobre el temario de las mismas. Si a ello añadimos el texto de
la pregunta ("¿Da usted su
acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo ciento
cincuenta y uno de la Constitución a efectos de la tramitación por el
procedimiento establecido en dicho artículo?"), tenemos las oposiciones
completas.
Sabido es que
el pueblo andaluz, "abrumadoramente", dio su apoyo plebiscitario a la
gran oportunidad histórica, tan ansiada durante las cuatro décadas de oprobio
que habían precedido, de acceder al autogobierno al que tenía derecho en virtud
del "hecho diferencial", el cual aún no sabemos en qué consistía
aunque el actual presidente del Gobierno de España ha hablado de corrupción.
Dice también
la wikipedia, y es palmario para quienes conocimos aquellos acontecimientos,
que el referéndum no era más que una tapadera para adueñarse del poder en
Andalucía. La izquierda deseaba imponer el artículo de la vía rápida, para
situarse al nivel de Cataluña, País Vasco y Galicia, las regiones que habían
visto aprobados sus estatutos durante la II República. Unión de Centro
Democrático —no digamos nada de Alianza Popular— sabía que eso era tanto como
entregarle a la izquierda las llaves de Andalucía, la región más poblada y por
tanto con mayor peso demográfico de España, y que quien da primero da dos veces
(en el caso andaluz, da para siempre, como hemos visto durante 35 años).
De modo que
el 28 de febrero de 1980 lo que se ventiló en las urnas, mediante consulta tan
directa como aparentemente inescrutable, fue si el feudo andaluz que
prefiguraba la Constitución era para los conservadores moderados, que hasta
entonces habían ganado las elecciones generales en Andalucía, o para el PSOE y
el PCE, que acaparaban, junto al Partido Socialista de Andalucía (el único verdaderamente
andalucista) la opción por una autonomía rápida. Fueron estos partidos los que
reivindicaron hasta la saciedad el referéndum. Y los que lo ganaron. ¿Por
arrolladora mayoría? ¿Fue tal el respaldo popular en Andalucía que justificara
declarar aquella fecha como el día de la Comunidad? Veamos.
Vuelvo, para
no abandonar la modernidad, a la wikipedia. Estos son los datos, andaluz por
andaluz. Sobre un censo de 4.430.356 ciudadanos con derecho a voto, ejercieron
el mismo 2.843.820. De ellos, lo hicieron afirmativamente —pronunciándose a
favor del artículo 151— 2.472.287. Por el contrario, votaron en contra 152.438.
En blanco se depositaron 200.210 sufragios, y otros 12.576 fueron declarados
nulos. Hasta aquí los números. Pero lo importante, lo que ha determinado toda
una generación de política andaluza, son los porcentajes. Son éstos: Votó un
63,83 por ciento de la población electoral. Es decir, que se abstuvo un 36,17
por ciento. De ese 63,83% que se acercó a las urnas, un 55,42 por ciento
llevaba un voto favorable al sí, mientras que un 3,41 se opuso y un 4,48 votó
en blanco. Otro 0,47% vio anulado su voto.
¿Por qué es
trascendental la participación, así como los votos en blanco? Pues porque la
UCD, que ganaba —repito— las elecciones generales en Andalucía (no así las
municipales, razón que estaba detrás de que el referéndum se celebrara porque
el 97 por ciento de los ayuntamientos andaluces lo reclamó) había pedido la
abstención o el voto en blanco. Así de sencillo. Como transparente es que si a
la abstención sumamos el porcentaje —ojo, sobre el censo— que representaron los
votos en blanco y los votos en contra, nos encontramos con el bonito fenómeno
político de que lo que se celebra el 28 de febrero de cada año, con puente
incluido, es la victoria del sí en el referéndum de autonomía por un 51,47 por
ciento de mayoría sobre el censo electoral andaluz. Así son las cosas. La
fiesta institucional (¿o nacional?) que regula la Junta de Andalucía sólo sirve
para ese 51,47 por ciento de los andaluces, no para el 48,53 por ciento
restante, que no tiene —tenemos— nada que celebrar. Es lo que los expertos en demoscopia llaman "empate técnico", dada su "volatilidad".
Se me dirán…
muchas cosas. Que no es válido extrapolar datos de hace 35 años a hoy
(entonces, ¿por qué celebramos aquel referéndum?), que esos datos no restan
legitimidad a la consulta (ni yo lo niego; lo que rechazo es que se pueda
elevar al rango de efeméride institucional lo que no fue más que una elección
partidaria que marcó el futuro de muchos andaluces y españoles, porque desde
entonces las elecciones generales se suelen llevar a cabo el mismo día que las
andaluzas)… Pero lo cierto, amigos míos, es que la manipulación histórica es de
libro, y, por supuesto, lleva marchamo rojo.
Por si
hubiera alguna duda razonable sobre el carácter totalizante de la maniobra, el
dogma se introdujo pronto en todas las escuelas de Andalucía, dando lugar,
mediante órdenes ejecutivas, a una serie de actividades especiales de fuerte
sabor nacionalista y desde la más tierna infancia, que además brillan por su
ausencia en lo referente al hipotético "día de España". ¿Qué decir de
lo que aprenden nuestros hijos en sus libros de texto? Y pobres de los padres
que intenten apostatar de la fe veintiochofebrerista…
Adolfo
Suárez, adalid de la cruzada anti referéndum, el mismo con cuyo nombre el tándem
PSOE-IU o IU-PSOE que tanto monta, en el Ayuntamiento de Sevilla, ha rotulado
la avenida de Carrero Blanco (valedor, por cierto, de Suárez) para dársela a su
sucesor recientemente fallecido, se sinceraba durante una gira por Iberoamérica
ante una periodista, cuando ya barruntaba su dimisión, que "quien ha
acabado con mi carrera política ha sido Andalucía". Si hemos de recuperar
la memoria histórica, recobrémosla entera, no a retales según el gusto de quien
corta la tela. Y éstos son los hechos que ya nadie nunca podrá cambiar.
Por cierto,
¡Viva Andalucía española! (¿Les suena?)
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