domingo, 12 de agosto de 2018

UN GRAN PASO ADELANTE

Había escrito un artículo titulado “Un paso atrás”, glosando la respuesta del presidente del Gobierno español al ser preguntado sobre el rechazo del Senado argentino a la propuesta de consagrar el “derecho” a matar al hijo no nacido, como hiciera aquí el troquel del presidente actual, auxiliado por dos jovencitas que de los ministerios españoles pasaron a ser crasas asalariadas de las cruzadas abortistas de la ONU en los países americanos que todavía se resistían a “normalizar” la barbarie (“es lo mismo que hacían los nazis, pero con guante blanco”, ha dicho, clarividentemente, el argentino Papa Francisco en fecha reciente).
Pero hoy he preferido condenar dicho artículo a la papelera, y quedarme con la parte positiva. Lo que acaba de suceder en Argentina es un gran paso adelante, doblemente fértil porque es la primera vez que las cruzadas abortistas en países reacios a ella descarrila. Cierto que por pocos votos, pero los suficientes para invertir el sentido de esta historia macabra. En España, fue el primer Gobierno de izquierdas el que despenalizó el aborto, dejando un sistema de supuestos que nunca se cumplió, porque estaba hecho para que no se cumpliera. Y ahora, otro Gobierno de izquierdas (hecho de retales de movimientos ideológicos del pasado, incluyendo la guerra civil) se estrena con otra iniciativa para “normalizar” la muerte deliberada. A lo primero empezaron llamándole despenalización y han acabado calificándole, mucho más ajustadamente a sus propósitos, “derecho”. A lo segundo le llaman “eutanasia”. Pero es lo mismo, el desprecio del más elemental fenómeno de la Creación: la vida, sustituido por el artificio del “derecho a elegir”.
Por eso, la alegría de los grupos provida, siempre minoritarios y siempre activos, es creciente y se va tiñendo de celeste a medida que el acontecimiento argentino gana, pese al silencio aplastante de los medios habituales, engordados por oscuros y orondos magnates, peso en las conciencias de gentes de todos los países. Es el valor añadido que da el conocimiento. Hasta que no asumimos una noticia, ésta no existe para nosotros. La apuesta por el derecho a nacer ha surgido de la Tierra del Fuego, y desde allí prende, lenta, paciente y perseverantemente, por todo el Planeta. No son sólo las estaciones lo que navega contracorriente en la Argentina, sino —ay, la gran herencia religiosa y cultural hispano-italiana— la fidelidad a unos principios que constituyen una sonora bofetada a esta vetusta y senil Europa bastante miserable que ha antepuesto el confort y el egoísmo a cualquier noción que implique generosidad, un mínimo ánimo de sacrificio y reconocimiento del derecho del más débil, ése que no podrá levantar nunca una pancarta y salir en los telediarios.
¡Bien hecho, argentinos de buena voluntad, bien! Recordemos, por último, que allí, no como aquí, el partido gobernante ha dado libertad de voto a sus senadores, y es esa libertad la que ha hecho posible que el aborto en Argentina siga fuera de la legalidad. La misma libertad que aquí nadie respeta, y que allí tampoco lo hace ese extraño partido único, entre reaccionario y colectivista, que sigue creyéndose, como aquí, amo del país y titular único del progreso.

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