Como soy un negado para todo lo que huela a palomitas
devoradas al compás de un cine sin enjundia, no sabía hasta ahora qué es un
"blockbuster". A lo mejor ustedes tampoco. Es lo que antes se llamaba
una superproducción, pero con más marketing. Suenan cantos de sirena para su
contrapunto, el cine independiente —¿Ah, pero lo había?— en nuestro país. La
entrega incondicional a la subvención pública tiene estas cosas, que
desaparecida la conveniencia política, te quedas como una colilla en una
cuneta.
Por eso cada día estoy más feliz de haber emprendido el
camino de "Pamarbea", una marca registrada detrás de la que no hay
empresa ni infraestructura ni negocio. Sólo amor al arte y gratuidad en el
servicio a una causa. De momento, nuestro "móvil" es la lucha por la
vida de otros, de los más pobres entre los pobres, de los que carecen de voz y
de todo: los no nacidos. Ellos son los héroes de "En el último
minuto". Ellos en su silencio, y una muchacha llamada María (Pilar
Domínguez) en una formidable interpretación que sigue arrancando una lagrimita
de quien suscribe cada vez que ve la película.
Redacto estas líneas como un reportero de los antiguos, de
esos que no sabían qué iban a escribir hasta que sonaba el timbrazo del taller
avisando de que era "la hora". Y entonces, las ideas tomaban forma y
lenguaje con el ímpetu de una cascada. Con esa frescura quiero poner al día a
nuestros seguidores del camino que va recorriendo "En el último
minuto", ese milagro por la gracia de Dios que ha nacido sin dinero y sin
dinero pervive, con mejor salud cada día.
En la página web (enelultimominuto.com) se van colgando
fotografías de cada proyección. Puedo decir que no he pedido ninguna (algunas
que sí las he solicitado no han encontrado eco). Se trata de proyecciones que
han venido a mí, merced al célebre "boca-oído", si bien María de los
Ángeles, la colega que se ocupa de lanzar las convocatorias, hace bien su faena
para darle algo de notoriedad a una película sin publicidad y sin premios (de
momento).
Desde su estreno, el 25 de junio pasado, hemos salido —insisto
que sin buscarlo— a casi una proyección mensual: La hermandad de La O (10 de
octubre), Pro Vida de Mairena del Alcor (21 de octubre), las Jornadas de
Apostolado Seglar (Plaza de San Francisco de Sevilla, 24 de octubre), la
hermandad del Santo Entierro (12 de diciembre), la hermandad de San Esteban (13
de diciembre), y la hermandad de Montserrat (9 de enero). Si echamos una cuenta
aproximada de cuántas personas han asistido a las proyecciones, y teniendo en
cuenta que en Bormujos al estreno fueron unas 400, tenemos que nuestro
mediometraje, tan modesto, ha tenido ya alrededor de 600 espectadores. Añadamos
los que han podido ver el DVD y la cifra puede llegar fácilmente al millar.
Todo eso, repito, sin más dotación presupuestaria que lo que
una familia de cinco miembros con su padre, que soy yo, en paro, ha podido
aportar.
En puertas tenemos varias proyecciones más, lo que supone
que hasta el próximo verano, si Dios quiere, podremos haber mantenido el ritmo
de una al mes. Y en todas ellas se ofrece el DVD para que la historia perviva
en las casas, las hermandades, las asociaciones o los colegios, aunque éstos
últimos parecen algo remisos. De momento, están confirmadas dos exhibiciones
(entrada libre) para el mes de febrero: El día 19, a las ocho y media de la
tarde, en la sala "La revuelta" (calle Siete Revueltas 33 de
Sevilla), y el 27 a la misma hora, en la parroquia de La Anunciación de la
barriada obrera de Juan XXIII, en acto organizado por la hermandad de La
Anunciación. Ni que decir tiene que la película da pie a coloquios de enorme
interés que vuelven a servir para cobrar ánimos unos de otros y darnos cuenta
de que no estamos ni mucho menos solos.
La vida se abre paso, pues, y el cine arte-sano y diletante,
también. Lucho por mantener viva la llama, y por seguir haciendo películas con
valores y en libertad. Desde aquí hago un llamamiento a los miembros del equipo
de "En el último minuto" para que estén prestos, porque ya hay nuevos
guiones en marcha.
El reportero, que se siente joven aunque "los
medios" hayan prescindido de él, tiene el placer de dar a conocer una
nueva noticia triunfal: La Biblioteca Nacional —¡nada menos!— se ha interesado
por la película y el making off. Esta misma mañana ha recibido una copia la
jefa de Servicio de Audiovisuales, doña Alicia García Medina, a quien aprovecho
para agradecer su interés en orden a que la alta institución cultural hispánica
cumpla su misión, consistente en —son palabras textuales suyas— "la
preservación de la producción intelectual que se produce en España entre la que
se encuentran los audiovisuales". De esta forma, "En el último
minuto", y todos los que figuran en sus títulos, estarán desde ahora en el
Catálogo de la Biblioteca Nacional de España, gozando de difusión "a nivel
mundial" (vuelven a ser palabras suyas).
Así que enhorabuena, amigos de "En el último
minuto", porque se van abriendo unas puertas muy serias, y todo es gracias
a Dios y a vuestra labor. Sólo os pido que no abandonéis nunca a la película y
que conservéis intacta la ilusión de seguir trabajando por la verdad y por la
justicia… con arte (el séptimo, para más señas).
Agrego una anécdota. La noche en que vi en una gran pantalla
proyectada la cinta en la Plaza de San Francisco (lugar más sevillano imposible),
me acordé del primer equipo de Súper-8 que tuve. Me lo compró mi padre a muy
pocos metros de allí, en la tienda Bovis de la calle Sierpes (casi enfrente de
la librería San Pablo, donde hoy se venden los DVD). Era un proyector Eumig,
mudo, un tomavistas Bell&Howell y una empalmadora de acetona. Recordaba
también que junto a las máquinas me regaló —Dios lo tenga en su Gloria— una
película sobre las fiestas primaverales de Sevilla. Yo tenía doce años y unas
ganas como las de ahora de hacer cosas. La verdad es que no hice muchas (la
procesión de la Virgen de los Reyes, un jardín mágico que tenían unas tías mías
en la calle San Vicente, con una Rima de Bécquer de voz en off, y la playa de
Valdelagrana en El Puerto). Las conservo como oro en paño, y a veces me quedo
mirándolas como un tonto, como el director de "Cinema Paradiso" en la
escena final de los recortes censurados con los besos. Aquel equipo fue para mí
una fuente espectacular de gozo. Y esa noche estaba yo viendo mi primer filme
allí al lado, en público, escaso es cierto. Era todo como un sueño, algo muy
parecido a la gala de Bormujos. Por cierto, que en la plaza de San Francisco
estaba también Guiamo, la tienda donde compré un proyector manual de
diapositivas, que guardo, con el primer dinero que gané: seis mil pesetas por
tres meses de informativos en la radio, hace ya la friolera de… ¡Qué cosas!
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