martes, 31 de julio de 2018

¿DÓNDE SE HA METIDO EL ESTADO?


Comprendo, porque lo comparto, que todos necesitamos respiros, y que subrayar los desastres sólo sirve para agrandarlos. ¿Sólo? Probablemente no. Aparte de ser una necesidad comunicativa universal hablar de la verdad aunque duela, saber que alguien se rebela contra el mal es en sí ya un bien. Durante las últimas semanas, los acontecimientos parecen describir, al menos en España, la rúbrica de ese mal encarnado en la figura de lo demoníaco. El odio se va enseñoreando de nuestras calles imperceptiblemente, aflorando en purulentas erupciones que hoy se pueden “visualizar” por Internet. Va a hacer un año que la televisión catalana sirvió el primer gran trucaje manipulador de conciencias que ponía en marcha el “proces”. Consistía en un viejo recurso tramposo: el zoom. Al término de la sesión que abría la ruptura con España, llegado el momento de la votación, los diputados de Ciudadanos y del PP se ausentaron para no tomar parte en la fechoría. Dejaron los escaños vacíos y banderas de España y de Cataluña en su lugar. En ese momento, y para ocultar el mundo entero lo que estaba pasando, TV3 dejó de enfocar a los parlamentarios y cerró el plano en los límites justos de la presidenta cuando ésta pedía que se emitiera el voto. Fue un interminable y antitelevisivo busto parlante que escamoteó la realidad gráfica para la que tuvimos que aguardar a que algún fotógrafo escapado del “pool” inmortalizara el hecho de que la moción se había aprobado con los representantes de media Cataluña fuera de la sala. Ahí empezó la disolución del estado, el desafío a la Ley y el hundimiento de la soberanía nacional, ya para entonces muy tocada.
Las teorías que aprendimos los periodistas en las facultades, empero, se van demostrando inservibles por momentos. La nueva televisión la hacemos nosotros mismos (el receptor es el medio) con nuestros móviles. Unos graban, otros transmiten y cada uno se monta las imágenes y el sonido que creé le presenta más cabalmente los hechos, en función de la credibilidad que le merezcan. Así, nadie puede aspirar como hasta ahora a engañar impunemente siempre. Ha sucedido durante las últimas semanas con varios episodios significativos de que el pistoletazo de salida de la independencia republicana de Cataluña fue mucho más que eso. Me refiero a los brutales comportamientos de taxistas, agresores de fronteras y saboteadores de periódicos que hemos visto y oído en acción. Son tres evidencias de que el estado de derecho se pulveriza en frentes fundamentales. Un energúmeno esparciendo por el asfalto mazos de diarios que no eran suyos, aprovechando que se le paga por repartirlos, y amenazando a quien le filma; una ristra de bandidos invadiendo el territorio nacional y festejando que han derrotado a la Guardia Civil, y los miembros de una mafia volcando un coche en un garaje porque les molesta son ilustraciones de la barbarie que campa por sus respetos en un país que vive su descomposición incivil.
Si uno profundiza y va a los datos —es decir, a la lectura— es mucho peor: cuatrocientos menores indocumentados se fugan de una residencia improvisada de la Junta de Andalucía, cincuenta mil africanos han cambiado Libia por Marruecos como puente hacia Europa tras el “efecto llamada” de Sánchez, cien coches destrozados (alguno con impacto de bala), miles de agresiones en la huelga que colapsa las ciudades españolas, quiosqueros extorsionados... Desde luego, uno piensa que, por higiene mental, no debe seguir leyendo.
Pero para un informador estar informado es algo más que un deber; es un vicio. Todavía no sé si merece la pena, como un drogadicto no sabe si la merece cabalgar a lomos de la heroína. Lo que sí sé es que algo muy grave está pasando ahí fuera y que alguien tiene que contarlo para que otros puedan intentar interpretarlo, que, como todos sabemos, es el primer paso para curarse.
Confieso que todo esto (por ejemplo, ver y oír cómo una horda de bestias inmoviliza un coche en el que viaja una familia y lo golpea sin piedad mientras el conductor les grita que dentro hay una niña, para después emprenderla contra el padre de la criatura que sale a defenderla) me ha producido, por primera vez en mi vida, una desazón nueva que debe de ser parecida a la que siente un trapecista al descubrir desgarros enormes en la red. Incluso en algún momento, haber sido testigo telemático de estas escenas de caos en una gran ciudad (política es actividad de la polis) sin ley ha cambiado mi conducta. Desde luego, ha agriado el resto de confianza que me quedaba en que vivo en una nación fiable, segura y moderna donde todos somos iguales ante la Ley y ésta protege a la gente de bien, que sigue siendo mucha. De ahí mi indignación, simétrica a la del 15-M de la Puerta del Sol. Ojalá los indignados de la otra orilla también encontremos a unos políticos que transformen este sentimiento en amor a la justicia, al bien, a la belleza de ese mundo comprendido entre Platón y Jesucristo.

5 comentarios:

  1. El articulista se formula una pregunta, que no creo mera retórica. El lector también se la hace de continuo ante los acontecimientos que se suceden desde hace un par de meses, que de forma sucinta relata el señor Pérez Guerra. La respuesta que me doy a mí mismo y, que ahora comparto en este espacio de reflexión, es que el Estado está ahí, pero se encuentra maniatado por sus enemigos que, cual caballo de Troya han ocupado las instituciones representativa y ejecutiva merced a la complicidad de una de las dos columnas que han venido sosteniendo el sistema constitucional democrático de 1978. El Estado está, pero inmovilizado, sólo se percibe como gesticulación; una gesticulación inane, porque sus gestos sólo parecen buscar ganar tiempo, pero el tiempo vuela cada vez más veloz.

    ResponderEliminar
  2. no puede ser mas acertado el articulo , es la realidad , triste , pero realidad de la España actual.

    ResponderEliminar
  3. Por desgracia,aun,no se vislumbra desde la otra acera, aquien de un puñetazo fuerte en la mesa y haga cumplir que las normas son iguales para todos.Pero me temo que la caterna de políticos gobernantes no buscan solucionar los problemas y mantener el orden democrático, sino perpetuarse en el poder...

    ResponderEliminar
  4. En efecto, Ángel, cuando tiene que actuar el Estado no le hace y luego, como es más fácil, cuando no es necesario aparece el Estado para pretender sustituir a los padres de familia en su responsabilidad educativa.

    Continúa así, con ese "vicio" de buscar la verdad y contarla. Pensé en esa misma idea cuando vi esos acontecimientos, pero no supe expresarlo como tú lo haces. Gracias.

    ResponderEliminar